Mientras miles y miles de refugiados llegan como pueden a El Dorado europeo, dejando en el camino a muchos seres queridos muertos o desaparecidos, los “señores de la guerra”, es decir, la alianza terrorista OTAN dirigida por EEUU, en la que también está integrada España, ha perpetrado estas últimas semanas una insolente demostración de fuerza imperialista en nuestros propios morros. Treinta y seis mil soldados pertenecientes a más de 30 países han participado en unas maniobras que, bajo el nombre de “Trident Juncture 2015”, se han desarrollado por tierra, mar y aire en España, Portugal, Italia, el Atlántico y el Mediterráneo.

Con la desaparición de la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) y de los países socialistas europeos a finales de los años 80 y principios de los 90 del siglo pasado, Occidente – el capitalismo, para entendernos – aseveró que a partir de entonces se abría una era de paz, libertad y progreso para la humanidad. Y mucha gente de ese mundo liberado de la “amenaza comunista” lo creyó a pies juntillas.

¿Qué creían estos indignados griegos de pacotilla que era el capitalismo? ¿Una asociación caritativa para niños y ancianos en dificultad? ¿Una institución solidaria con los más necesitados? ¿O quizás pensaban que la plutocracia europea (cuya cabeza visible es su servil “Troika”) era las “Hermanitas de los Pobres”? Qué desfachatez tan grande, qué jetas las de estos Tsipras, Varufakis y compañía defendiendo como obsesos ayer “el capitalismo con rostro humano”, como remedio a todo mal; e imponiendo hoy a la clase trabajadora helena (como no habían osado hacer en anteriores gobiernos los socialdemócratas del PASOK o los conservadores de Nueva Democracia) todas las exigencias de la Unión Europea: aumento del IVA, no a la restructuración de la deuda, prolongación de la edad de jubilación y reducción de las pensiones, privatizaciones, reforma laboral, etc.

Los resultados de las Elecciones Municipales y Autonómicas del 24M me pillaron viajando en el extranjero, y confieso que los titulares de los medios de comunicación informándome del asunto me alarmaron un montón. Un vocero de la tele oficial, un joven bien trajeado y de pelo engominado, me despertó la mañana del 25M anunciando con voz algo alterada, que en España se había producido un “seísmo político, un cataclismo de consecuencias imprevisibles”.

Hace unos días leí con interés en un periódico digital una entrevista a Eladio García Castro (Ramón Lobato bajo el franquismo), secretario general del Partido del Trabajo, una organización política que se reclamó del comunismo en los años setenta, y en la que yo milité en mi lejana juventud. Después de casi 40 años de silencio, era la primera vez que volvía a tener noticias de aquel dirigente que, opuesto al revisionismo político del PCE, pretendió organizar la revolución en España por aquel entonces.

En la magnífica sala habilitada para la ocasión, Barack Obama escuchaba impasible los discursos que con sus cerbatanas dialécticas lanzaban, uno tras otro, los líderes latinoamericanos y caribeños. Con naturalidad y sin pelos en la lengua, verdades como puños iban golpeando repetidamente los oídos del mandatario yanqui otras veces irremisiblemente sordos. Fueron horas de fuerza y emotividad extraordinarias e insólitas. De esos momentos que solo en contadas ocasiones la Historia escrita en mayúsculas es capaz de procurar.

En esta época convulsa y confusa los “oportunistas de izquierda” (socialdemócratas de todo plumaje) están que trinan con las citas electorales que se avecinan. No hay día que no nos sorprendan con su indómito frenesí y peculiar cacareo.

El restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba anunciado internacionalmente el pasado 17 de diciembre sin que el gobierno de la isla renuncie a ninguno de sus principios es, ante todo una gran victoria de la diplomacia cubana y un éxito personal del presidente Raúl Castro.

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