Tras la atenta lectura del importantísimo artículo firmado por Eduardo Uvedoble en el anterior número de UyL con el título “La postmodernidad, una ideología reaccionaria contra la clase trabajadora”, en el que se sitúa con absoluta claridad el análisis que realiza el PCPE en relación a este tema que tantas líneas ocupan y preocupan en el autodenominado campo de la izquierda política y social, se hace necesario empezar a desarrollar algunos de los aspectos únicamente señalados por el autor, pero que requieren de un posicionamiento que, no solo marque una referencia inequívoca del campo revolucionario en relación a ellos, sino que también,  y en la medida de lo posible, ayuden a mantenerse fuera de la charca, a quienes luchan por situarse en el campo de la Revolución y el Socialismo en todo lugar y momento.

Sin duda, el nuestro será un abordaje limitado, pues viene determinado por el tiempo disponible para ello, por las capacidades reales que albergamos y, sobre todo, por la prudencia que impone el tratamiento riguroso y fundamentado de cualquier hecho. Para quienes, desde el  compromiso con un Partido, vamos conformando una posición política destinada a ser una directriz de intervención práctica en el desarrollo de la lucha de clases, no podemos hacerlo de otra forma, pues es mucho lo que está en juego y no es posible abordarlo desde la improvisación irresponsable o la frivolidad de opiniones infundadas que se construyen ante el espejo y sin más fundamento que opiniones que se hacen hueco en las redes sociales.

El posmodernismo es el Caballo de Troya de la burguesía en el movimiento obrero

Comencemos por la categoría más general, la posmodernidad: ¿existe?, y si es así, ¿en qué consiste? Con respecto a la primera cuestión, si consideramos que la modernidad, como época histórica caracterizada por el desarrollo del capitalismo, los estados nacionales, los medios de comunicación de masas y los valores del racionalismo, entre otras cosas, está todavía vigente. Entonces la respuesta es que no, no existe la supuesta posmodernidad y no tiene ningún sentido hablar de una etapa posterior de algo que todavía está en curso, más aún, teniendo en cuenta que ésta alude a la misma modernidad para caracterizarse; es decir, que si la modernidad es lo que sirve para explicar la posmodernidad, entonces, realmente la modernidad sigue vigente.

Ahora bien, no cabe duda que el término existe y no solo da que hablar, sino que también, en su nombre se proclaman y se hacen muchas cosas. Luego, de un modo u otro, ya forma parte de la praxis, está inscrita en la vida social haciéndose valer en los hechos, siendo moneda de cambio en las muchas y diversas explicaciones de los acontecimientos contemporáneos, convirtiéndose en un elemento ideológico que de alguna manera posee su contrapartida en las relaciones sociales. Lo que demuestra no tener sentido entonces, es preguntarse si existe la posmodernidad; más bien, saber en qué consiste, si se usa o abusa del término, y si procede hablar de una conciencia histórica posmoderna real, correspondiente y coherente con el momento actual del desarrollo de la formación socioeconómica dominante, o si es una falsa conciencia que deforma la realidad para encubrir la verdadera razón de ser de nuestra época.

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