¿Recordáis aquella frase famosa, “mañana será demasiado tarde”, pronunciada por Fidel Castro en un encuentro internacional celebrado en Brasil hace algunos años? ¿No?, pues reconstituyamos aquel momento histórico. Fue el 12 de junio de 1992 en Río de Janeiro, durante una Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo. En aquella importante cita el dirigente cubano debía pronunciar el célebre discurso en el que denunciaría sin pelos en la lengua al sistema de producción capitalista como el verdadero causante de la terrible emergencia medioambiental que ya, en aquellos años, era más que evidente. No cabía la menor duda, aquel día se respiraba el ambiente exultante de las grandes ocasiones. Las delegaciones de los países allí presentes esperaban la llegada del mítico barbudo de la Sierra Maestra expectantes e impacientes. Súbitamente, majestuoso e impecablemente vestido con su uniforme verde olivo, apareció Fidel en medio de los absortos asistentes. Con pasos de gigante y seguro de sí mismo se aproximó hasta el funcional atril instalado en la magna tribuna. Entonces, con la parsimonia del que domina totalmente la situación, Fidel Castro sacó del bolsillo interior de su chaqueta varios folios mecanografiados que dispuso cuidadosamente sobre el soporte de madera, y mirando atenta y fijamente al numeroso auditorio inició su esperado discurso. A veces, y pese al quebranto de su voz, la entonación se hacía más o menos intensa según la importancia de la denuncia desvelada, pero constantemente su poder de seducción se dejaba sentir a diestro y siniestro.

Los que están de vuelta de todo sin haber ido a ninguna parte, los pájaros de mal agüero, los sepultureros de la Historia y un extenso etcétera de cantamañanas de la misma estofa deben haberse mordido los dedos estas últimas semanas viendo por la tele (a cuentagotas y sesgadamente, como el capitalismo manda) la lucha ejemplar de la clase obrera francesa contra la injusta reforma de las pensiones que el Gobierno galo y el Medef (la patronal del país vecino) quieren imponerle a sangre y fuego. Una verdadera contrarreforma de las pensiones planeada por el maquiavélico y narcisista presidente, Emmanuel Macron, que ha hecho de ella un affaire personal y que prevé, entre otras sibilinas exigencias, retrasar de 62 a 64 años la edad de jubilación y ampliar el periodo de cotización de 41 a 43 años, pero que, al mismo tiempo, ha encontrado muy a pesar suyo una tenaz resistencia popular. Un combate que, organizado por una Intersindical integrada por las organizaciones sindicales mayoritarias francesas, ha conseguido desde el 19 de enero, es decir desde hace más de tres meses, movilizar permanentemente a millones de trabajadores; proclamar huelgas prorrogables en numerosos sectores laborales públicos y privados; ocupar fábricas y empresas y, como colofón, lograr la solidaridad activa de los estudiantes y, en general, la de una juventud que ve su futuro más negro que boca de lobo. Por tanto una situación política y social que, tras la aprobación de la controvertida contrarreforma por decreto y sin debate parlamentario, ha estimulado a la clase obrera convirtiéndola en protagonista incuestionable de la confrontación con el poder burgués. Consciente, además, de que lo que está en juego es la privatización de los servicios públicos aún existentes: la jubilación, la sanidad y la educación.

En su libro El siglo de la revolución, el reconocido historiador catalán Josep Fontana (Barcelona, 1931-2018) explica que tras la proclamación de la Segunda República española el 14 de abril de 1931 “como consecuencia del triunfo de los republicanos en unas elecciones municipales que obligaron a marchar al exilio al rey Alfonso XIII, desacreditado por su complicidad con los siete años de gobierno de la dictadura del general Primo de Rivera (1923-1930), el gobierno republicano inició una política reformista moderada que tuvo la virtud de evitar las peores consecuencias de la crisis económica mundial con una actuación que mejoró los salarios y permitió mantener los niveles de consumo. Pero esta deriva a la izquierda, por moderada que fuese, le situó a contracorriente de la evolución mundial y le costó la hostilidad de una diplomacia internacional que veía en cada giro a la izquierda la amenaza del bolchevismo”. Una conminación que, como el fantasma del Manifiesto del Partido Comunista, recorrió y recorre todavía Europa pese a las reiteradas muertes anunciadas por la codiciosa burguesía. Por eso, aquella diplomacia internacional, recalcitrantemente anticomunista, decidió laisser-faire cuando después del fracaso del bienio negro (periodo en el que la derecha fascistoide española gobernó el país, de noviembre de 1933 hasta febrero de 1936) y de la victoria del Frente Popular, precisamente el 16 de febrero de 1936, la oligarquía española organizó con los militares fascistas la intentona golpista que desembocó en la sangrienta Guerra Civil española (1936-39), o cuando las potencias fascistas (la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini) bombardearon indiscriminadamente las poblaciones civiles de Barcelona y Guernica. Peor aún, cuando tras la derrotada la II República, las principales potencias capitalistas (EE.UU. al frente, pero también Inglaterra y Francia) pasaron de aquel “dejar hacer” a apuntalar la represora dictadura franquista.

Foto tomada de @academiaplay

La Historia no la hace Hollywood ni la redactan sus guionistas por muy ingeniosos que sean. Ejemplos hay y han habido. La Historia la hacen y la escriben los pueblos con su  lucha y con su sangre, y a ellos debieran revertir todos los vítores y honores. ¡Así de claro! Lo demás, las elucubraciones y masturbaciones intelectuales de la burguesía en sus estúpidos y embrutecedores medios de comunicación, es marear la perdiz hasta aturdirla para sembrar dudas en los pueblos del mundo capitalista e intentar hurtarles su potencial capacidad revolucionaria ocultando, negando o tergiversando lo que es incuestionable y evidente en los hechos. Y eso es lo que ha ocurrido hace unas semanas con la celebración en Moscú del 80 aniversario de la gloriosa victoria del pueblo soviético y de su Ejército Rojo sobre los invasores nazis y sus aliados del Eje en la heroica Batalla de Stalingrado (23 de agosto 1942 – 2 de febrero 1943). Aquel Stalingrado al que el inmortal poeta comunista (¡Sí, sí, comunista!) Pablo Neruda cantó conmocionado en su magistral y estremecedor poema “Nuevo canto de amor a Stalingrado”: “Los que España quemaron y rompieron / dejando el corazón encadenado / de esa madre de encinos y guerreros, / se pudren a tus pies, Stalingrado”.

Legendaria batalla

Una batalla que cambió radicalmente el curso de la cruenta Segunda Guerra Mundial (70 millones de víctimas mortales entre 1939 y 1945, 27 millones de ellas soviéticas) al demostrar,

“¡América para los americanos!” (de Estados Unidos, claro), vociferó el quinto presidente estadounidense, James Monroe, en los albores del siglo XIX mientras blandía enfervorizado su homónima doctrina imperialista. Su maquiavélico propósito y el de la casta que representaba, surgida de la implantación de trece colonias británicas en la costa este de América del Norte: impedir cualquier intento colonial europeo del hemisferio americano, para que éste fuese propiedad exclusiva de los descendientes potentados de los “peregrinos” del Mayflower. Después, cuando concluyó la formación de la nación yanqui en 1877 a base de genocidios, invasiones, usurpación de inmensos territorios y el traslado en barcos negreros de millones de personas esclavizadas desde África a las plantaciones algodoneras del sur norteamericano, se acuñó el vejatorio concepto “patio trasero de Estados Unidos” para designar la zona de influencia y dominación del imperio USA, especialmente en América Latina y el Caribe. Así, cada vez que desde la debacle del colonialismo español y portugués (1898, 1822) algún país latinoamericano ha querido construir su futuro libremente adoptando posicionamientos políticos o económicos distintos a lo previsto por el Tío Sam, éste, alegando pretextos falaces, ha intervenido directa o indirectamente procurando hacer abortar el intento. Numerosos y sangrientos ejemplos: Puerto Rico (1898), Cuba (1898, 1961), Panamá (1903, 1908, 1989), Nicaragua (1926), México (1846), Haití (2004), República Dominicana (1930), Honduras (2009), Argentina (1975), Chile (1973), Brasil (1964), Guatemala (1966), Venezuela (2002), Bolivia (2008), Granada (1983), Ecuador (2010), etc., etc., ratifican vilmente lo que escribo y denuncio. Y así hasta nuestros días.

 

Menuda jeta se le puso el otro día a la ministra de defensa, María Margarita Robles, durante la rueda de prensa que dio en Odesa (Ucrania) al lado de su homólogo ucraniano, un tal Réznikov. Sí, con la cabeza sobresaliendo apenas unos veinte centímetros del borde de la mesa, tenía el careto de los malos días: el rictus más tieso que la piel de un conejo secada al sol, los ojos saltones como los de un búho mosqueado y el morrillo resueltamente retador. Decía en aquel momento la castrense señora, agitando airadamente las manos, que lo que tenía que quedar más claro que el agua, a propósito de las “cartas” y los “paquetes bombas” enviados al presidente del Gobierno español y a las embajadas de algunos países pertenecientes a la OTAN (Estados Unidos al frente), es que “ninguno de estos envíos, ni ninguna otra actuación violenta, va a cambiar el compromiso claro y firme de España con los países de la OTAN y de la Unión Europea de apoyar a Ucrania, porque Ucrania está defendiendo una causa justa”. Deduciéndose que, si se trata de una “causa justa”, la ministra de la guerra del gobierno “más a la izquierda de la historia de España”, estará donde haga falta para defenderla, cueste lo que cueste. Y tiene mucha razón María Margarita. ¡Claro que sí! Sin embargo, el problema en el caso del conflicto ucraniano radica en saber si se trata realmente de una “causa justa”, como sentencia la buena señora sin titubear, o si más bien es una guerra imperialista con Ucrania interpuesta, e inscrito en una crisis global del decrépito capitalismo.

No lo digo solo yo. Lo dijeron los representantes de 185 países el pasado 3 de noviembre en la Asamblea General de las Naciones Unidas condenando de manera abrumadora el criminal bloqueo comercial, económico y financiero impuesto por Estados Unidos contra Cuba desde hace más de 60 años. Sí, contra esa abominable agresión el mundo está con Cuba. Solo el cruel e inhumano imperialismo yanqui y su gendarme en Oriente Medio, la entidad sionista de Israel, votaron en contra de esa condena. Por su parte, el Brasil del fascista Bolsonaro y la Ucrania del neonazi Zelenski no siguieron en esta ocasión a su amo y se abstuvieron vilmente. De nuevo masivamente, y ya van 30 años consecutivos, ha sido rechazada una política imperialista que tiene como objetivo primordial – que nadie se llame a engaño - acabar con la revolución socialista en la nación antillana para así poder continuar con la “diversión” que un primero de enero de 1959 (ahora harán 64 años) mandó a parar Fidel y su heroico pueblo en armas. Un ejemplo indestructible, además, para los/as revolucionarios/as del mundo entero. Y eso es lo que le quita el sueño al psicópata Tío Sam. Que pese a tanto asedio, la Revolución prosiga su marcha y el pueblo cubano, en su inmensa mayoría y a pesar de las carencias causadas por el bloqueo, la siga defiendo con uñas y dientes. Porque ¿qué país del mundo, sin un compromiso real con su patria y con su revolución, puede resistir seis décadas de bloqueo e injerencia imperialistas? ¿Qué país?

Cuba salva

Hora es ya de aceptar que algo muy diferente a muchos otros países del planeta alienta a esa pequeña nación de apenas 12 millones de habitantes.

Desde el siglo XVII París es conocida como la Ciudad de la Luz; en primer lugar porque fue la primera capital del mundo con alumbrado público, más tarde, durante el Siglo de las Luces (siglo XVIII) inspirador de la Revolución Francesa, porque sus enseñanzas científicas, políticas, literarias y filosóficas (Rousseau, Voltaire, Newton , Diderot y otros) marcaron una ruptura definitiva con el oscurantismo de la Edad Media y, finalmente, porque en el siglo XIX París recibió un sistema de alumbrado basado en el gas. En la actualidad, la legendaria Luz de la que hablamos aquí (material o filosófica) se debilita a pasos agigantados, en un sistema de producción capitalista inicuo desde el punto de vista económico y social, caduco desde el punto de vista político y decadente desde el punto de vista cultural e histórico. Tanto es así, que tras no haber pisado suelo parisino desde hacía tres años, hoy, en mi deseado reencuentro con la mítica ciudad (en la que he vivido más de tres décadas), constato sobrecogido una terrible mutación sociológica y la propagación de la miseria hasta las mismas puertas de la burguesía. Por ejemplo, al lado de la obscena opulencia de los Campos Elíseos, en manos de las multinacionales del comercio más sofisticado y del turismo internacional, la pobreza más extrema extendiéndose como reguero de pólvora por la Plaza de la República, Montparnasse o Pigalle, donde familias enteras de inmigrantes (eslavos, norteafricanos, asiáticos, etc.) yacen en las aceras o en los pasillos del metro, mendigando para sobrevivir.

El ocho de octubre manifestantes venidos de buena parte del mundo protestarán en Londres contra la extradición de Julian Assange a Estados Unidos, país donde el fundador y actual director de WikiLeaks podría ser condenado hasta 175 años de prisión. Siglo y tres cuartos de encarcelamiento “por – según el acta de acusación del imperio yanqui – publicar documentos secretos”. En verdad, por revelar horrendos crímenes de guerra perpetrados en Irak y en Afganistán por los ejércitos norteamericano y británico. Asunto este que decidió al perseguido periodista australiano, junto a otros activistas, a publicar en abril de 2010 el vídeo Collateral Murder (Asesinato colateral). Un documento brutal de cuarenta minutos de duración en el que se muestra fría y metódicamente el asesinato desde un helicóptero estadounidense de civiles iraquíes y de dos periodistas de la agencia de noticias Reuters el 13 de julio de 2007; al igual que el ametrallamiento sin compasión de una furgoneta que intentaba evacuar a los asesinados y heridos. El vídeo clasificado fue adquirido en 2009 por el sitio web al soldado y analista de inteligencia del ejército estadounidense Bradley Edward Manning, hoy Chelsea Manning, quien asimismo filtró al portal digital miles de documentos clasificados acerca de las atrocidades consumadas por el Imperio y sus aliados (entre ellos España) en las guerras de Afganistán (Diarios de la Guerra de Afganistán) y de Irak (Registros de Guerra en Irak), además de los Documentos diplomáticos de los EE.UU. o Cablegate. En total casi medio millón de registros de ambas guerras y más de 250.000 comprometidos cables diplomáticos. Suficientes pruebas como para que el “amigo americano” amolase sus aguzados caninos y lanzara una orden de búsqueda y captura del arrojado ciberactivista.

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