En 1959, una familia de clase media de Kansas fue brutalmente asesinada. Junto a la histeria que surgió tras conocerse el crimen, cometido en una apacible comunidad rural, una duda obsesiona a los responsables de la investigación, ya que no se conocen indicios de que el padre de familia tuviera ninguna conexión con el crimen organizado ni deudas que motivaran la brutal reacción de posibles acreedores enfurecidos. Sin motivos aparentes, sin sospechosos, el crimen sienta las bases de una psicosis general que pone en riesgo la edulcorada imagen que el americano medio tenía de sí mismo y de la idealizada sociedad del que consideraban "el mejor país del mundo".

A partir de esa convulsión Truman Capote, autor hasta ese momento de algunas de las narraciones cortas más brillantes de la literatura de posguerra, elaboró durante seis años un extenso reportaje en el que analizaba los pormenores del crimen, los motivos que llevaron a dos delincuentes de poca monta a eliminar a cuatro seres humanos literalmente a cambio de casi nada, y lo que es más importante, la perversión de un sistema judicial retorcido hasta el infinito sobre el que planean la pena de muerte y el largo camino que conduce a su ejecución final no tanto por lo escabroso de los hechos como por la necesidad de satisfacer una sed de venganza urgente y colectiva.

Aunque en las últimas décadas asistimos a la mercantilización pseudo-cultural de todo lo que rodea a cualquier hecho, real o imaginado por supuestos historiadores y guionistas de cuarta fila, vinculado al nazismo, semejante empacho no debe llevarnos a ignorar obras que lejos de cualquier oportunismo se adentran en el genuino estudio de la Historia.

"El imperio económico de Hitler", de Mark Mazower, analiza la naturaleza del nazismo como factor político surgido de las élites reaccionarias para establecer mediante la fuerza, no tanto un nuevo orden geopolítico mundial como una actualización del orden capitalista sumido en una profunda crisis financiera desde 1929.

Desde esa perspectiva, Mazower expone los planes de los jerarcas de la Alemania surgida de esa crisis en relación a sus países limítrofes y en especial a la URSS. Mucho antes de iniciar las hostilidades bélicas en 1939, el nazismo se proponía dos modelos de colonización, el primero basado en las dinámicas del colonialismo británico: dominio de un territorio ajeno, subyugación más o menos pacífica de sus habitantes: "el palo y la zanahoria", y extracción de sus recursos económicos; y el segundo basado en el racismo más radical y en una decidida política de exterminio, siendo ambas prácticas complementarias a una sistemática política de saqueo.

Una monografía rigurosa ha salido de la mano del historiador Alejandro Sánchez Moreno. Sin duda alguna, José Díaz fue uno de los más extraordinarios  dirigentes del movimiento obrero español y de la historia del comunismo.

El libro se lo dedica el autor a su bisabuelo, quien fue asesinado en la cárcel de Granada por seguir la lucha de Pepe Díaz, así como a su esposa Carmen Barrera por no rendirse jamás. Ese no rendirse jamás ha de quedar en el frontispicio militante de cada revolucionario y cada revolucionaria.

El libro comienza con la contextualización histórica desde 1895 a 1917, desde la Sevilla finisecular y el advenimiento del Novecento; continúa con los inicios de José Díaz en la lucha en el marco del trienio bolchevique, fundamental para entender el auge del movimiento obrero, acompañado de luchas campesinas en Andalucía. José Díaz impulsa la huelga de panaderos en Sevilla, en un primer momento se adscribió al movimiento anarcosindicalista.

El siguiente apartado   comprende la dictadura militar de Miguel Primo de Rivera, desde el Golpe militar en 1923 al advenimiento de la II República; así como su incorporación a las filas comunistas, siendo el año 1930 clave en el auge de las luchas contra la tiranía primorriverista.

En marzo de 2022 la editorial Lumen ha lanzado  la publicación de la poesía completa de César Vallejo. A Ernesto Che Guevara le impactó el poema “Los heraldos negros”, existe una grabación donde el comandante y líder revolucionario recita dicho poema. Los versos más ensordecedores : “ Hay golpes en la vida, tan fuertes…Yo no sé!/ Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,/ la resaca de todo lo sufrido/ se empozara en el alma…Yo no sé!.

Los heraldos negros es una obra dónde César Vallejo galvaniza la virulencia de una realidad descarnada, todavía no concibe la caracterización materialista de clase de los conflictos.  Sin duda el libro que va a suponer una ruptura en cuanto a la poética, muy  difícil de descifrar un código simbólico extremadamente  críptico que acoge  aportaciones vanguardistas, estamos hablando de “Trilce”, título que se corresponde con un acrónimo, los acrónimos abundan en los versos que además rompen la lógica métrica  tradicional de la poesía. En este caso Vallejo pretende plasmar sus conflictos a través de una poesía como jeroglífico.

Sumido en graves problemas personales y económicos, Francis Scott Fitzgerald regresa a Hollywood en 1937 en un último intento de recuperar parte del prestigio literario que obtuvo como involuntario paradigma de la despreocupada juventud surgida del frenesí capitalista de  la América de 1919.

Los tiempos han cambiado; la percepción que Fitzgerald tiene del mundo y de sí mismo, también. Los efectos del crack de 1929 aún condicionan las vidas de millones de personas y Fitzgerald debe asumir su papel de escritor de tercera fila integrado en un ejército de guionistas anónimos.

En los días previos a su próximo combate, Young Sánchez, Paco para los amigos, atraviesa distintos estados de ánimo cuya descripción, construida por medio de voces e imágenes de la vida cotidiana en un barrio obrero de Madrid, constituye una de las mejores muestras de la novela española de los años 50’. Escrito por Ignacio Aldecoa, este relato comprime en solo treinta páginas un compendio de las aspiraciones y los sueños de ascenso social de miles y miles de seres humanos desprovistos de cualquier horizonte vital.

Para que este triunfo se produzca, para dejar atrás de una vez por todas los interminables horarios de trabajo mal pagado, las estrecheces cotidianas y ese regusto de obligado silencio - porque se trata de hablar de los vencidos a los que no se les reconoce derecho a nada - Paco debe hacerse un nombre entre los boxeadores del momento. Solo así, a golpes, su victoria será compartida a través de conversaciones de taberna, en corros de vecinas o en las páginas del Marca hasta alzarse como el grito alborozado de los que, les guste o no, son como él; porque si Paco gana el próximo combate, y el próximo, y otro más, y los que hagan falta, habrá ganado uno de los nuestros.

 

En los años 70 llegaron los vientos de la música rioplatense que significó un vehículo extraordinario para conocer los exilios más fecundos como la poesía de Mario Benedetti. Vino de la mano especialmente de Nacha Guevara y Daniel Viglietti, así como de Quintín Cabrera. Nacha popularizó los poemas de Benedetti y Viglietti llenaba estadios de fútbol con sus recitales. Entonces cantautores como Joan Manuel Serrat, Ana Belén y Luis Pastor versionaron poemas de Benedetti.

Nacha Guevara, cantante, bailarina y directora teatral dio voz al silencio y al destierro, antes había hecho un homenaje a John Coltrane , había aglutinado a un nutrido número de cantautores argentinos en “El ejército de la nueva canción” y obtuvo una gran repercusión el music-hall “Las mil y una Nachas"

La Segunda Guerra Mundial acaba de terminar, y al tiempo que la población de Albany,  (capital del estado de Nueva York,) se dispone, al igual que el resto del país, a celebrar la victoria definitiva sobre Japón, aparece muerto en su casa el propietario de la mayor fábrica de la localidad, un hombre cuya fortuna, unida a la de sus socios, ha aumentado de forma considerable al calor de los contratos con el gobierno.

Roscoe, abogado cuarentón, cínico y no carente de habilidades poco confesables pero muy útiles en el desempeño de su profesión, no solo es amigo íntimo del empresario muerto; también es hijo y heredero de uno de los hombres más influyentes de la alta sociedad; y junto con Patsy McCall, jefe de policía corrupto, una pieza esencial de la maquinaria política con la que el Partido Demócrata ha tejido una extensa red clientelar imprescindible para su funcionamiento y sus contiendas electorales con el Partido Republicano.

Durante los años de la Transición en España proliferaban infinidad de iniciativas socioculturales. Recordemos los grupos de teatro independiente que se representaba en los barrios de las ciudades y en los pueblos, toda una odisea que seguía los pasos de “La Barraca” de Federico García Lorca, recuerdo cómo en la ciudad de Granada había grupos de teatro a finales de los 70 y a principios de los 80 como el caso del “Teatro La Cuesta”. Luego fueron recluyéndose a espacios más institucionalizados y finalmente asistimos a una especie de réquiem por el teatro porque el teatro no es rentable como negocio en plena decadencia capitalista. Es necesario impulsar grupos de teatro en los barrios, centros de estudio y trabajo como formas de organización alternativas en la guerra cultural.

 La experiencia  del cineclub  colmataba la carencia e incluso el desmantelamiento  de los cines en los barrios para reubicarlos en centros comerciales. El cineclub aglutinaba como ágora de debate y una educación cinematográfica de la que se carece en la actualidad donde las series enlatadas de Netflix se convierten en productos para rumiar como en un Burger King, consiguiendo acabar con el origen comunitario del cine, comunitario como magníficamente lo vemos en la excelente película “Cinema Paradiso”.

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