Fruto de diversas interpretaciones fundamentadas en la complejidad de los análisis realizados bajo el prisma científico del materialismo histórico, podemos debatir sobre la fecha de inicio del profundo ciclo de la crisis del capitalismo en el que estamos instalados, e incluso, sobre la capacidad del sistema para, en estas condiciones, iniciar o no un nuevo ciclo de reproducción ampliada del capital, pero sobre lo que las evidencias no permiten duda es sobre el carácter estructural y general de la crisis capitalista que afecta a nuestro país.

Afirmación que sustentamos en la incapacidad sistémica para superar ninguna de las contradicciones económicas, sociales y medioambientales que su propia existencia genera. Más allá de la realidad española, en su última fase de desarrollo, el capitalismo, pareciera llamado a exacerbar absolutamente todas y cada una de las colisiones provocadas con su existencia para propiciar en su contra la confrontación de clase más radical. La necesidad estructural del sistema de incrementar la tasa de explotación de la clase trabajadora, situando la desvalorización de la fuerza de trabajo hasta niveles en los que el salario no llega a alcanzar su capacidad de reproducción y generaliza la existencia de trabajadores pobres, muy especialmente entre la juventud y las mujeres trabajadoras, se suma al desarrollo sin límite de, en medio de una intensa confrontación interimperialista, las más variadas y multifacéticas estrategias para el dominio de los recursos naturales y las vías para su comercio. Una crisis de sobreproducción determinada por la caída tendencial de la tasa de ganancia que no tiene vuelta atrás y marca decididamente la necesidad del poder obrero y el Socialismo como única vía de superación de este escenario de Barbarie.

 

La lucha de clases marca el desarrollo de la Historia y cualquier crisis siempre la acelera inclinando la realidad social a favor de alguna de las clases antagónicas en disputa. No existen los tiempos muertos en la confrontación clasista, nunca ha sido así y, menos aun, lo es en este mundo globalizado e interdependiente en el que todo se precipita sin tiempo para la pausa, y en el que nada queda al margen de la gravísima crisis estructural del sistema capitalista.

Siendo esta una realidad inapelable a la que nada, ni nadie, podemos sustraernos, resulta inexplicable, en el momento que vivimos, la ausencia de iniciativa política de las organizaciones revolucionarias.

Asumamos, con lo que ello supone, que cualquier espacio o tiempo en el que se renuncia a intervenir, es terreno perdido a favor nuestro enemigo de clase.

Mirando la realidad material de la clase trabajadora y su empobrecimiento creciente, directamente relacionado con la acelerada desvalorización de la fuerza de trabajo, nada justifica abandonar la confrontación permanente con las políticas del Capital.

Por lo visto el moderno fusil ametrallador alemán HK G36 (el mismo que tiene las unidades del ET) de dotación de la Guardia Civil, no es lo suficientemente letal para el benemérito cuerpo; es por ello por lo que el Ministerio de Defensa ha presupuestado seis millones de euros para adquirir 3.500 fusiles ametralladores del último modelo. Según parece estar a la última es algo indiscutible, vamos que ni contención del gasto ni nada similar cuando de armar a las fuerzas del estado se trata. Ya se hará ahorro con otros gastos sociales y para la mayoría de la población, lo de siempre.

El 4 de agosto del 2020 una gran deflagración sacude Beirut capital del Líbano al estallar en el puerto de esta ciudad un polvorín que acumulaba 2 750 toneladas de explosivos abandonados sin ningún tipo de medidas de seguridad desde hace más de 10 años. El puerto y los barrios aledaños así como gran parte de la ciudad resultaron devastados. El resultado, 135 muertos y más de 5 000 heridos.

Este hecho se produjo cuando el Líbano se hallaba sumido en una profunda crisis económica. Su moneda nacional devaluada. La administración del Estado corroída por una corrupción generalizada y amplios sectores de la población sumidos en una profunda miseria.

En el último año tras la explosión, el descontento generalizado culminó con grandes movilizaciones de masas de una envergadura jamás conocida en este país. Estas manifestaciones se fueron radicalizando hasta el extremo de producirse varios intentos de asalto al edificio del Parlamento y la Sede del gobierno.

A principios de julio de este año, los líderes talibanes que tomaron el control de las provincias de Badakhshan y Takhar, emitieron una orden a los líderes religiosos locales en la que exigían una lista de niñas mayores de 15 años y viudas menores de 45 para “casarse” con combatientes talibanes.

Niña afgana en campamento de refugiados al norte de Afganistán. FOTO: AP Photo/Rahmat Gul

Aún no sabemos el resultado de tal gestión, pero el peligro real de quedar atrapadas en el terrible ciclo de matrimonios forzados y violencia cotidiana, explica por qué gran parte de las 900 mil personas desplazadas en los últimos 3 meses en Afganistán son mujeres y niñas.

Desde mediados de julio la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) había advertido sobre una inminente crisis humanitaria en Afganistán debido a la violencia en curso en el país.

Una imagen de Kerala

Lunes diecinueve de julio. En torno a las tres y media de la tarde me dirijo caminando tranquilamente a Nytorv, el corazón de la cuarta ciudad más grande de Dinamarca: Aalborg. Es un agradable día soleado, y la calle, cosa inusual, está repleta de gente. Ya en Nytorv, espero pacientemente a Alan Davis, quien llega, en su bicicleta de ciudad, unos minutos tarde a nuestro encuentro. En un primer instante, apenas lo reconozco, pues hacía tiempo que no lo veía y su aspecto había cambiado. Alan Davis, al que conocí en clases de danés, es un hombre joven oriundo del Estado de Kerala, en el suroeste de la India. De hecho, el motivo de nuestra cita es aprovechar el privilegio que tengo de conocer a alguien procedente de dicho Estado para charlar con él acerca del mismo. Y, bueno, ¿qué tiene de especial Kerala?

Eran los inicios de la década de los 80 del siglo pasado y en nuestro país, desde diciembre de 1979, una parte sustancial del frontal debate entre el eurocomunismo y el comunismo, entre el revisionismo y el marxismo-leninismo, se libraba con el gentilicio afgano convertido en sustantivo. La militancia comunista de las diversas organizaciones que posteriormente nos unimos en el PCPE - fundamentalmente en el frente sindical (CC.OO)- fuimos denominados como Afganos. ¿Por qué, qué razón había para que los sectores defensores de los pactos sociales y la pérdida progresiva del carácter sociopolítico del sindicato, llamasen a sus opositores en el sindicato Afganos? El Internacionalismo también estaba en el paquete de los principios a abandonar y cualquier posición solidaria con la Unión Soviética o alguno de los países que defendían su independencia construyendo un modelo social de progreso enfrentando las políticas neocoloniales del imperialismo, era combatida con saña por quienes, en la mayoría de los casos, no eran conscientes de la gravedad de su posición colaboradora y el alcance de su traición. La ruptura progresiva de relaciones y vínculos con la FSM, iba acompañada de un compromiso progresivo con las instituciones más avanzadas del capitalismo internacional y un apoyo a todas sus políticas se diesen donde se diesen; aunque fuera en Afganistan y una buena parte de ellos no supiera ponerlo en el mapa hasta que los Telediarios se preocuparon de enseñarnos las fronteras de un país milenario devastado por el colonialismo inglés y la posterior agresión norteamericana y saudí contra el intento de modernización y progreso social iniciado en diciembre de 1978 por el Partido Democrático del Pueblo.

A raíz de unos papeles de Wikileaks hemos podido saber los nombres de los financiadores de Vox, creo que falta el dinero iraní del exilio (Organización de los Muyahidines del Pueblo de Irán), pero con lo que han puesto hay para rascarse la cabeza y pensar.

De entre este marasmo de financiadores del nuevo fascismo ultraneoliberal destaca la Iglesia Católica de forma indirecta (a través de las Fundaciones Hazte Oír y Citizen Go (versión internacional de Hazte Oír). Hazte Oír fue fundada en 2001 por Ignacio Arsuaga Rato (sobrino tercero de Rodrigo Rato y amigo íntimo del líder de Vox, Santiago Abascal). Los donantes de Hazte Oír (la base inicial de Vox) financian igualmente y directamente a Vox, y entre ellos hay quienes destacan: Grupo Eulen, Esther Koplowitz (FCC), Juan Miguel Villar-Mir (exministro y dueño de OHL) y el presidente de El Corte Inglés.

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