María Filípovna Limánskaya nació en Staraya Poltavka (Rusia), según la fuente  el 2 o el 12 de abril de 1924 y fue una de esas 800.000 mujeres soviéticas que militarmente contribuyeron a la  derrota del fascismo hace 80 años.  Cuando el alto mando soviético permitió reclutar mujeres, en 1942,  María  tenía 18 años y se unió al Ejército Rojo. Al principio cosía ropa para soldados y luego se convirtió en controladora de tráfico. En este último cometido durante  la guerra reguló el movimiento de tropas a través del  Don y participaría en la batalla que cambió el curso de la historia, la batalla de Stalingrado. Igualmente participó en la liberación de Bielorrusia y Polonia, hasta llegar a Berlín a principios de mayo de 1945 donde el Ejército Rojo de  Obreros y Campesinos  logró la victoria sobre la Alemania nazi.

Tras la batalla de Berlín Limanskaya fue asignada para dirigir el tráfico en la Puerta de Brandeburgo. Junto a la bandera de la victoria sobre el Reichstag, el otro símbolo icónico de la victoria sobre los nazis es el de la "controladora de tráfico de la Victoria" o la madona de Brandeburgo: María Limánskaya dirigiendo el tráfico en la puerta de Brandeburgo. 

Mientras hacía su tarea rutinaria, fue fotografiada, filmada, y entrevistada por un periodista de la agencia TASS. Aquellas fotos de Euguéni Haldey  fueron ampliamente reproducidas en diarios y revistas de todo el mundo y rápidamente se volvió también esa imagen en el símbolo de la victoria sobre la Alemania nazi. Más tarde, durante el mes de julio,  dirigió el tráfico durante la Conferencia Internacional de Potsdam.

Sofía nació en la Rusia de 1850, en el seno de una familia aristocrática en la que, a pesar del rechazo de su padre a que las mujeres se formaran, recibió la influencia rica y variada de otros miembros de su familia. Su hermana Anna, activista socialista, la cual contribuyó a la conformación del pensamiento crítico de Sofía, y sus tíos fueron los que les descubrieron el mundo de las matemáticas del que se sintió parte enseguida, llegando a empapelar su habitación con las notas de cálculo diferencial e integral de Mikhail Ostrogradski a la edad de 11 años.

A pesar de la negativa de su padre a que se formara, Sofía continuó aprendiendo de forma autodidacta hasta que un profesor local, viendo el talento excepcional que poseía, comenzó a darle clases particulares.

Pero en la Rusia zarista no había lugar para una mujer pionera que trataba de hacerse un hueco en un mundo de hombres, por lo que la única solución que Sofía encontró a sus 18 años, para poder continuar sus estudios, fue un matrimonio de conveniencia sin el que le hubiera sido imposible obtener el pasaporte.

Fue entonces cuando emigró a Alemania para inscribirse en la Universidad de Heidelberg, donde tampoco le permitían inscribirse por ser mujer, pero sí logró recibir clases privadas de grandes matemáticos. Fue en esta época donde escribió su tesis doctoral que le valdría el doctorado en matemáticas por la Universidad de Gotinga, el primero otorgado a una mujer de esta universidad; así como a demostrar el que hoy es conocido como Teorema de Cauchy-Kovalevskaya.

Huesca, 3 de septiembre de 1907 - México D.F.   8 de diciembre de 1982.

Su origen familiar vinculado a  la enseñanza y sus altas capacidades determinaron que fuera una rara avis en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central de Madrid entre 1925 y 1929. Después cursó la carrera de Magisterio en Barcelona y allí, en 1930, entró a militar al Partido Comunista.

Ya acabado el periodo estudiantil, compaginó su trabajo como funcionaria del Cuerpo Auxiliar de Correos y el de maestra. En esos años   se vincula a FETE, donde llegó a desempeñarse como tesorera en 1934.

En   unos años de intensa lucha de clases, esta mujer culturalmente inquieta, dispuesta y políticamente comprometida, fue elegida como candidata de Huesca y Zaragoza para las elecciones de diputados a Cortes de noviembre de 1933. Aunque los resultados no fueron buenos, la batalla política continuó por otros caminos. Así, junto con otras destacadas militantes creó la publicación ¡Compañera! el órgano de las mujeres trabajadoras de la ciudad y del campo. Desde 1933 formó también parte del Comité Nacional de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo y, en mayo de 1934, viajó a París para participar en el primer Congreso Mundial que celebró esta organización.

 

Nació el 20 de mayo de 1934 en Lisboa, Portugal, y falleció el 4 de febrero de este mismo 2025.

A su muerte, se ha recordado a la escritora feminista y luchadora contra la dictadura, que dedicó sus años a la defensa de los derechos de las mujeres y la libertad de Portugal. Su editorial dijo de ella: "una de las personalidades más notables y admirables de nuestro tiempo, reconocida defensora de los derechos de las mujeres y de la libertad, en un momento en que no siempre era fácil asumirlo".

Escribió 'Novas Cartas Portuguesas' junto con María Isabel Barreno (1939-2016) y María Velho da Costa (1938-2020), conocidas como "las tres Marías"; publicado en 1972, supuso una voz común contra la dictadura, un desafío, y fue un hito feminista en Portugal. En la obra, que comenzaron a escribir en 1971, se trata la guerra colonial, la opresión de las mujeres de la época, la violencia de la dictadura y el exilio de portugueses por ello. Fueron acusadas por su publicación, prohibida en abril de 1972. Dos años después se produjo la Revolución de los Claveles, en 1974 que acabó con la dictadura.

La obra literaria de María Teresa Horta incluye novela, poesía (género en el que comenzó en los 60) y periodismo. Estuvo implicada en la publicación de 'A Capital' y dirigió el ABC Cine-Clube, asociación cultural para la difusión del arte y cine. Estudió en la Facultad de Letras de Lisboa, militó en la causa feminista, donde desarrollaron la revista 'Mulheres'.

Su obra y recorrido militante, pese a la importancia para la historia de Portugal y el reconocimiento como una de las 100 mujeres más importantes de la BBC, es difícil de encontrar fuera del portugués, más que en algunas antologías. ‘Novas cartas portugusesas’, aunque sí está traducido al castellano, no ocupa la posición que merece entre los libros sobre Portugal, su dictadura y revolución.

Iniciamos el año viendo cómo Siria ha caído en manos de mercenarios y terroristas, por eso,  en esta columna hacemos un reconocimiento a las mujeres sirias, recordando la vida de una mujer de letras y de profundas convicciones sociales.

Ulfat Idilbi nació en 1912, en Damasco, en una familia de 5 hermanos varones, cuando un fuerte movimiento femenino contra la ocupación francesa emergía. De niña sufrió fiebre tifoidea, lo que le hizo perder un año de la escuela, pero su talento nació a edad temprana. Se casó a los 17 años cuando Siria estaba bajo la ocupación francesa.

Por la importancia y la calidad de su obra, fue una persona querida y respetada, y sus escritos fueron muy leídos y admirados en el mundo árabe. Dedicó gran parte de su tiempo  a la lectura y llegó a conocer en profundidad los autores y  las obras más destacadas de la literatura árabe e internacional.

De su amor por la literatura, su apego por Damasco  y de su capacidad creadora salió un extenso y valioso repertorio de  novela, poesía, y cuentos y ensayos.

Ulfat Idilbi consideraba que la literatura era reflejo de la realidad y una herramienta necesaria para el cambio social. Ella estuvo afiliada a diferentes sociedades culturales y de beneficencia, y con otros intelectuales solían celebrar reuniones y seminarios para intercambiar ideas y opiniones.

Muchas de sus obras alcanzaron reconocimiento internacional y se publicaron en varios idiomas. Igual sus cuentos que sus novelas o poesías  abordaban sin rodeos las cuestiones y los derechos de las mujeres. Ulfat fue una de las primeras mujeres que levantó la bandera del feminismo en Siria. Defendió en aquella época el derecho de las mujeres a la educación y al trabajo, y  manifestó con determinación que el papel de la mujer no es únicamente el de madre, sino  que, como el hombre, puede dedicarse a la cultura, a la ciencia y a la literatura.

Mujer rebelde y militar que luchó por la Revolución Haitiana.

Se estima que un tercio de las más de 15 millones de personas procedentes de África esclavizadas por medio de la trata transatlántica fueron mujeres, que debido a su género sufrían una triple opresión: además de soportar las duras condiciones de trabajo forzoso, sufrieron formas de discriminación extremadamente crueles, así como explotación sexual debido a su género y color de piel, muchas tuvieron que soportar la prostitución, explotación sexual, violación, tortura e incluso la muerte.

Las mujeres opusieron resistencia a la esclavitud de múltiples maneras, además de desarrollar habilidades de supervivencia, trataron de preservar la dignidad y la unidad de sus comunidades, muchas se convirtieron en líderes espirituales, participaron en revueltas o lucharon por su libertad contra el brutal sistema esclavista, pagando un alto precio, pero sus historias en la lucha anticolonialista y antiesclavista siguen siendo relativamente desconocidas.

De hecho, pocos libros de historia mencionan las diversas formas en que las mujeres han contribuido a la revolución haitiana, que culminó con la creación de la República de Haití el 1 de enero 1804. Pero en agosto de 1791, durante el levantamiento de los esclavos en Santo Domingo, algunas mujeres participaron en la insurrección y la lucha armada y algunas fueron vitales para su estrategia de organizar guerrillas contra los franceses en el interior de la isla, una de ellas es la Sanité Bélair.

Sanité, también llamada Suzanne, nacida en 1781 como una affranchi, una esclava liberada, fue sargenta y luego teniente en la expedición de Saint-Dominigue, se casó en 1796 con Charles Belair, sobrino, edecán y lugarteniente de Toussaint Louverture, luchando a su lado en las batallas de 1802.

En el barrio del Mochuelo en la ciudad de Pamplona se crio Julia. Nacida en 1912, la tercera de una familia de ocho hermanos obtiene el título de secretaría que la llevaría a trabajar junto a Dolores Ibárruri durante la guerra civil.

Cuando el crecimiento económico fruto de la primera guerra mundial comienza a caer, la familia de Julia decide trasladarse a Francia en busca de mejores oportunidades. Allí viven hasta recibir la noticia de la declaración de la República el 14 de abril de 1931.

Cuando la familia decide regresar a España, Julia comienza su acercamiento a la política afiliándose a la Juventud Socialista de Pamplona, a la vez que es elegida miembro del Comité Ejecutivo de UGT encargada de Archivos y Estadística.

Desde este momento Julia dedicaría su vida entera a la militancia, desde tareas centrales hasta mítines durante las campañas electorales en Pamplona. No le faltaba el don de la palabra como demuestra en el artículo escrito para el diario “Tribuna Juvenil” perteneciente a UGT, respecto a las elecciones generales del 33 titulado ¡Mujer!:

“Mujer proletaria que una falsa tradición te ha tenido esclavizada siglos y siglos; mujer a la que la careta de la religión te ha mantenido en la ignorancia; mujer, que el sostenimiento del privilegio de unos pocos te ha servido para que en tu hogar reine la miseria y la desesperación; hoy frente a los que luchan porque este estado de cosas siga así, el Partido Socialista levanta su roja bandera y te invita a agruparte bajo sus pliegues si quieres liberarte de todos esos males – frutos de una sociedad vergonzante y corrompida – y destruyas para siempre las cadenas que te oprimen.”

Nace en Valencia el 17 de noviembre de 1908 y desde su infancia estuvo ligada al ambiente artístico de la ciudad  debido a que su padre, escultor, tenía un taller de imaginería por el que desfilaban muchos artistas valencianos.   Cursó estudios de pintura en la Escuela de Bellas Artes y siendo aún estudiante ganó un premio de retrato con cuya cuantía económica viajó a Madrid para aprender de las grandes figuras de la pintura española en el Museo del Prado.

Acabada su formación académica en 1928  inicia una etapa creativa en la que paulatinamente se van introduciendo cada vez más contenidos sociales y políticos. Formó parte de la vanguardia valenciana de los años 30 del S.XX y, como artista comprometida con su época,  es parte de esa generación creadora que se implicaron tanto con la renovación del lenguaje artístico como con ideas políticas revolucionarias.

Ella integró el compromiso político en su obra, donde la causa de la mujer estaba muy presente, y  agarró  sus pinceles empleándolos como arma  para realizar carteles de propaganda, ilustraciones comprometidas en revistas, o incluso murales. Artista polifacética transitó el dibujo, el grabado, el muralismo y la fotografía, aplicándolos a diversos géneros y temas como el retrato, el paisaje, la publicidad, la propaganda y la moda.

Manuela forma parte de ese destacamento de artistas que buscaron instaurar un nuevo realismo que fuera socialmente comprometido y que conectara con el pueblo, desde el rechazo de la abstracción  considerada como un ejercicio gratuito y ocioso. Se afilió al Partido Comunista, integró activamente la Alianza de Intelectuales para la Defensa de la Cultura  y  la Agrupación de Mujeres Antifascistas de Valencia en 1936. Ese mismo año  con motivo de las elecciones legislativas  realiza un cartel político-propagandístico en donde se incita a la mujer para que vote por el Frente Popular.

María Pérez Lacruz (Teruel, 1917) fue una mujer valiente que sufrió el escarnio, la represión y el robo de su bebé por el fascismo antes de ser fusilada en 1942 con tan solo 25 años.

La llamaban María “La Jabalina” porque su madre era natural de Javaloyes, en la Sierra de Albarracín y con 6 años, se trasladó con su familia a Sagunto en busca de  mejores condiciones de vida donde empezó a trabajar desde niña por lo que conocía perfectamente las condiciones de la clase obrera lo que le llevó a ingresar en las Juventudes Libertarias cuando tenía 17 años. Durante la guerra fue enfermera de la Columna de Hierro, integrada por milicianos anarquistas, colaboró en la instalación de un hospital de campaña y resultó herida en una pierna en la batalla de Teruel.

Cuando se prescindió de las mujeres del frente por decisión del Gobierno republicano se ganó la vida en una fábrica de armas en Sagunto y en una fábrica de acero en Cieza, hasta que en 1939 fue arrestada por la Guardia Civil.

Con la cabeza afeitada, fue obligada a desfilar por las calles de Sagunto. Después del correspondiente interrogatorio, se la puso en libertad, pero al mantenerse firme y negarse a ratificar la declaración que el capitán juez militar le leyó, por la falsedad del contenido, el 18 de enero de 1940 ingresó en la prisión provisional del convento de Santa Clara, de la que pasó, en enero de 1942 a la Prisión Provincial de Mujeres de Valencia.

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