Por nada del mundo quiero yo hacer juicios temerarios y mucho menos malmeter en los asuntos de una infanta de España que bastante tiene la pobre con soportar los inconvenientes de su linaje para además tener que verse menospreciada por los errores de otros.

Qué gente más jaranera, cuánta bulla, qué tremenda escandalera, qué cencerrada, qué estrépito y qué alboroto, qué polvareda levantan algunas gallinas para anunciar que ponen huevo.

No resulta excepcional que se pasen por nuestras gradas personajes con aficiones melodramáticas que tratan de encaramarse, de un solo brinco, en el escenario para hacer un debut que los deleite con un ratito de gloria.

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