Nos encontramos ya en las vísperas de la Selectividad 2017, a estas alturas de curso ya se va notando la tensión en los estudiantes, las largas noches hasta las cuatro a base de café, la presión de saber que sin esa prueba todo lo que hayas hecho durante el curso no vale una mierda si no apruebas esos exámenes y tranquilo, que si eso no es bastante presión ya se encargarán de recordártelo.

¿Pero esta situación es igual en todos los estudiantes? Por supuesto que no, dentro de los estudiantes también existen las clases sociales. ¿O es que acaso tendrá las mismas facilidades el hijo de un banquero que el hijo de un trabajador? ¿O es que partirá de la misma situación un estudiante que compagine sus estudios con un trabajo para aportar económicamente a la familia que un estudiante que se encuentre con un entorno tranquilo y estable para el estudio?

Por no hablar de la alternativa de la Universidad privada, el hijo de quien puede permitírselo siempre tendrá la alternativa si no le da la nota de irse a una universidad privada pagando las costas; por el contra el hijo o hija de trabajadores si no le da la nota solo podrá lograr entrar en la privada con un esfuerzo sobrehumano de sus padres para pagársela, y eso en el mejor de los casos, ya que mayoritariamente se verá obligado a renunciar a estudiar una carrera e incorporarse al mundo laboral, con una cualificación menor que hará que por supuesto su fuerza de trabajo valga menos y sea el blanco perfecto de cualquier empresario que desee explotarle por una mierda de sueldo.

El imperialismo o fase superior del capitalismo, como decía Lenin, configura un mundo caracterizado por la desigualdad económica entre países, donde el grado de explotación de la clase obrera aumenta dramáticamente a todos los niveles, y donde se multiplica el peligro de la guerra generalizada -derivada de la agudización de las contradicciones inter-imperialistas-.

Podríamos definir al imperialismo como un capitalismo parasitario; a la burguesía de los diferentes países no les vale con el saqueo constante de su propia clase obrera y recursos, sino que necesitan ampliar los horizontes de su mercado, un mercado caracterizado por un incremento bestial de las condiciones de esclavitud obrera y el expolio y saqueo de los recursos naturales de estos países. Hoy en día está muy generalizada la idea de la posibilidad de que cualquier capitalista, de cualquier punto del planeta, tenga su centro de producción en un país donde la fuerza de trabajo es barata, fíjense en nuestro querido compatriota Amancio Ortega.

¿Qué papel juega la organización juvenil comunista? ¿Qué diferencia a la Juventud Comunista de cualquier otra organización juvenil? ¿Por qué militamos en la juventud del PCPE?

La Juventud Comunista, decía el Che, debe “Ser un ejemplo vivo, ser el espejo donde se miren los compañeros que no pertenezcan a las juventudes comunistas, ser el ejemplo donde puedan mirarse los hombres y mujeres de edad más avanzada que han perdido cierto entusiasmo juvenil, que han perdido la fe en la vida y que ante el estímulo del ejemplo reaccionan siempre bien”.

Las y los jóvenes comunistas tenemos la responsabilidad histórica de iniciar las luchas que mañana traerán el socialismo. Debemos ser la vanguardia entre las masas del proyecto del PCPE, los primeros en materializar la estrategia del Partido, abrir el camino hacia una sociedad nueva. De la juventud del Partido depende, con su intervención en los frentes, incorporar a la lucha a todas las nuevas generaciones de hijos e hijas de la clase trabajadora, concienciarlos de la necesidad de organizarse en cada barrio, centro de trabajo y centro de estudios. Y para ello hemos de ser referentes, demostrar porque somos la juventud comunista, partiendo de la ventaja que nos aportan nuestras ideas, nuestro modelo organizativo y, sobre todo, de nuestro estudio científico de la realidad que nos permite analizarla y transformarla. Todo esto nos permite acudir a los frentes con las ideas claras, alejándonos de debates estériles y teniendo los objetivos definidos, eso es lo que nos diferencia cualitativamente de cualquier otra organización.

Se acerca el día señalado en el calendario de la lucha obrera. Se acerca el día de la clase trabajadora. Se acerca el primero de mayo. ¿Debe quedarse al margen la juventud este día? Obviamente no.

Años han pasado desde que la Segunda Internacional acordó fijar este día para unir a los y las trabajadoras para levantar el puño en busca de conquistas obreras y hoy, en el siglo XXI es obligación de la juventud de clase trabajadora continuar con ese legado y fijar este día como uno en los que salir a la calle se torna imprescindible.

La clase trabajadora ha padecido y padece duramente los efectos de la crisis, pero esta se ha cebado especialmente con la juventud. Las conquistas que nuestros predecesores obtuvieron con las luchas obreras, ya bastantes escasas pues en el capitalismo nada mejor es posible, han ido desapareciendo al servicio de los subyugantes empresarios y por eso, hoy más que nunca, lucharemos. Lucharemos el 1 de mayo y lucharemos los 364 días restantes.

 

El futbol es una mierda. Recuerdo, cuando tenía 9 años recién cumplidos, estar delante del televisor viendo aquella final de Copa Valencia-Getafe, esperando que llegara mi padre de la fábrica para decirle que éramos campeones, ilusiones de niño. Pero a medida que uno va creciendo se va dando cuenta de mi afirmación inicial: el futbol es una mierda. No por el deporte en sí, sino por toda la mierda que hay detrás: presidentes que son auténticos mafiosos, chanchullos, competiciones adulteradas por el puto dinero, televisiones que hacen y deshacen a su antojo, un desprecio total y absoluto al aficionado, que ya no pinta absolutamente nada.

Club de Futbol Popular Orihuela Deportiva

En el imaginario colectivo de la juventud, la memoria histórica es concebida como un asunto que no nos concierne tanto a nosotros como a nuestros mayores. La huella más perceptible de esto está presente en la manida expresión «las batallitas del abuelo», la cual sugiere historias que parecen pillarnos muy lejos, fuera de nuestro alcance e interés, y que se consideran más como una anécdota curiosa que como un patrimonio de incalculable valor.

Pero no es justo ni tampoco fiel a la realidad culpar exclusivamente a los jóvenes de no indagar en la memoria histórica y en lo que esta representa. Desde las instituciones políticas, académicas y judiciales, los medios de comunicación y toda la retahíla de altavoces ideológicos del sistema, se ha hecho patente un deliberado afán de olvido sobre la historia reciente de España que pretende ocultar a las nuevas generaciones o bien falsear un pasado colmado de lucha, insistiendo en una ambigua conciliación y en la equiparación del fascismo con las milicianas y milicianos republicanos, comunistas, anarquistas... que plantaron cara a la barbarie dando su vida.

Nacer en el seno de una familia de clase trabajadora en el actual sistema capitalista entraña toda una serie de desafíos, de ingentes obstáculos. Pero nacer mujer en el seno de una familia de clase trabajadora en el actual sistema capitalista y patriarcal representa una multitud de problemas y riesgos añadidos que acrecientan la necesidad de combatir de raíz esta alianza estructural de dominación que actúa implacable, día tras día, contra miles y miles de compañeras.

Las mujeres, por el mero hecho de serlo en esta sociedad, nacemos con un lastre que nos condiciona a lo largo de la vida. Nuestra realidad tiene un trasfondo de miedo, de inseguridad, de incerteza. Porque a diferencia de nuestros compañeros, nosotras sentimos temor al salir solas a la calle, un temor que crece a medida que el cielo se oscurece, y que nos empuja a caminar en constante vigilancia. Porque ni siquiera en un entorno aparentemente amable entre personas aparentemente de confianza podemos estar seguras de que no vamos a ser víctimas de una violación, una agresión o abuso sexual. Porque, si esto ocurre, se nos empuja al silencio y al sentimiento de culpa.

Cuatro años. Casi cuatro años han pasado desde la última huelga general en la educación, en aquel lejano octubre de 2013. Por fin, el próximo 9 de marzo toda la comunidad educativa saldrá de nuevo a las calles y se fundirá en una sola voz, una voz que gritará alto y claro que no vamos a tolerar más recortes y privatizaciones; y no sólo eso, sino que estamos preparados para reconquistar la educación que nos han estado arrebatando durante estos últimos años.

Han sido más de tres largos años sin una gran movilización unitaria en la educación. Ha habido huelgas y manifestaciones en los distintos sectores; los estudiantes, por ejemplo, hemos seguido nuestro camino y hemos salido a la calle en varias convocatorias para protestar contra los constantes ataques a la educación pública. Sin embargo, éramos conscientes de que únicamente con nuestra fuerza no bastaba, de que uniendo nuestras fuerzas con las de los demás actores de la educación seríamos mucho más fuertes. Y con tesón y amplitud de miras finalmente se ha logrado convocar esta jornada del 9 de marzo.

Para hablar de la situación de la juventud en nuestro país, podemos emplear dos tipos de lenguaje: el de las patronales y gobiernos y el de la clase trabajadora. Ellos dicen “crecerá la economía un 3,2%”, “crecerá el PIB un 2,3%”, pero no concretan nada. ¿Crece igual la economía para unos que para otros? ¿Responde la subida del PIB a una mejora de nuestras vidas? Nosotros sabemos que no.

Cada joven con contrato puede verse desde ambas posturas. Para ellos es un dato, un parado menos, una victoria. Para nosotros, que somos esos jóvenes o estamos muy cerca de ellos, es una persona que cotiza diez horas, cobra veinte y trabaja treinta, que tiene un contrato temporal que no se prolongará, que está en prácticas cobrando lo mínimo o que trabaja de sol a sol por un sueldo que no le vale para conseguir la independencia y seguridad económicas.

Como se demuestra, aparte de privatizar servicios públicos, uno de los principales modos de “superar la crisis” para el capitalismo español es aumentar la explotación, y especialmente la explotación de sectores de la clase obrera más vulnerables, como la juventud o los y las trabajadoras inmigrantes. 

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