En los días previos a su próximo combate, Young Sánchez, Paco para los amigos, atraviesa distintos estados de ánimo cuya descripción, construida por medio de voces e imágenes de la vida cotidiana en un barrio obrero de Madrid, constituye una de las mejores muestras de la novela española de los años 50’. Escrito por Ignacio Aldecoa, este relato comprime en solo treinta páginas un compendio de las aspiraciones y los sueños de ascenso social de miles y miles de seres humanos desprovistos de cualquier horizonte vital.

Para que este triunfo se produzca, para dejar atrás de una vez por todas los interminables horarios de trabajo mal pagado, las estrecheces cotidianas y ese regusto de obligado silencio - porque se trata de hablar de los vencidos a los que no se les reconoce derecho a nada - Paco debe hacerse un nombre entre los boxeadores del momento. Solo así, a golpes, su victoria será compartida a través de conversaciones de taberna, en corros de vecinas o en las páginas del Marca hasta alzarse como el grito alborozado de los que, les guste o no, son como él; porque si Paco gana el próximo combate, y el próximo, y otro más, y los que hagan falta, habrá ganado uno de los nuestros.

 

En los años 70 llegaron los vientos de la música rioplatense que significó un vehículo extraordinario para conocer los exilios más fecundos como la poesía de Mario Benedetti. Vino de la mano especialmente de Nacha Guevara y Daniel Viglietti, así como de Quintín Cabrera. Nacha popularizó los poemas de Benedetti y Viglietti llenaba estadios de fútbol con sus recitales. Entonces cantautores como Joan Manuel Serrat, Ana Belén y Luis Pastor versionaron poemas de Benedetti.

Nacha Guevara, cantante, bailarina y directora teatral dio voz al silencio y al destierro, antes había hecho un homenaje a John Coltrane , había aglutinado a un nutrido número de cantautores argentinos en “El ejército de la nueva canción” y obtuvo una gran repercusión el music-hall “Las mil y una Nachas"

La Segunda Guerra Mundial acaba de terminar, y al tiempo que la población de Albany,  (capital del estado de Nueva York,) se dispone, al igual que el resto del país, a celebrar la victoria definitiva sobre Japón, aparece muerto en su casa el propietario de la mayor fábrica de la localidad, un hombre cuya fortuna, unida a la de sus socios, ha aumentado de forma considerable al calor de los contratos con el gobierno.

Roscoe, abogado cuarentón, cínico y no carente de habilidades poco confesables pero muy útiles en el desempeño de su profesión, no solo es amigo íntimo del empresario muerto; también es hijo y heredero de uno de los hombres más influyentes de la alta sociedad; y junto con Patsy McCall, jefe de policía corrupto, una pieza esencial de la maquinaria política con la que el Partido Demócrata ha tejido una extensa red clientelar imprescindible para su funcionamiento y sus contiendas electorales con el Partido Republicano.

Durante los años de la Transición en España proliferaban infinidad de iniciativas socioculturales. Recordemos los grupos de teatro independiente que se representaba en los barrios de las ciudades y en los pueblos, toda una odisea que seguía los pasos de “La Barraca” de Federico García Lorca, recuerdo cómo en la ciudad de Granada había grupos de teatro a finales de los 70 y a principios de los 80 como el caso del “Teatro La Cuesta”. Luego fueron recluyéndose a espacios más institucionalizados y finalmente asistimos a una especie de réquiem por el teatro porque el teatro no es rentable como negocio en plena decadencia capitalista. Es necesario impulsar grupos de teatro en los barrios, centros de estudio y trabajo como formas de organización alternativas en la guerra cultural.

 La experiencia  del cineclub  colmataba la carencia e incluso el desmantelamiento  de los cines en los barrios para reubicarlos en centros comerciales. El cineclub aglutinaba como ágora de debate y una educación cinematográfica de la que se carece en la actualidad donde las series enlatadas de Netflix se convierten en productos para rumiar como en un Burger King, consiguiendo acabar con el origen comunitario del cine, comunitario como magníficamente lo vemos en la excelente película “Cinema Paradiso”.

Un libro imprescindible para el análisis de la lucha de clases en España en los últimos setenta y cinco años es la investigación de José María Lucas  titulada “La FSM y el movimiento obrero y sindical en el Estado Español entre 1945 y 2017”. La obra parte desde la fundación de la Federación Sindical Mundial y el contexto de la posguerra española atravesada por el genocidio franquista, la experiencia extraordinaria de reconstrucción del movimiento obrero a través las comisiones obreras y finaliza con el servilismo al capital por parte  del sindicalismo producto del régimen del 78.

La experiencia del movimiento  en España ha de ser minuciosamente estudiada, así como el papel de la Federación Sindical Mundial, referente fundamental del sindicalismo de clase, todo sindicalismo es sindicalismo de clase: el sindicalismo servil responde a un sindicalismo sometido a los dictados del Capital, la FSM representa  la vanguardia del sindicalismo emancipador a nivel internacional.

¿Quién es la mujer nueva? ¿Existe? ¿No es producto de la imaginación creadora de escritores modernos que buscan sensacionales novedades? Mirad en vuestro entorno, observad, meditad, y os convenceréis: la mujer nueva está aquí, existe.

La mujer nueva está aquí, existe, ha existido y existirá, y este libro es ejemplo de ello.

Vilma Espín, Louise Michel, Alejandra Kollontai, Tina Modotti, Azuzena Roja, Clara Zetkin,…etc. son las grandes protagonistas de este libro escrito por mujeres, para ellas, las mujeres nuevas. Mujeres que a lo largo de su vida lucharon por romper con lo establecido, contra los límites impuestos en sus distintas épocas.

En la Era del posmodernismo donde el feminismo burgués que se opone al feminismo emancipador, el lgtbismo y lo queer como  tribus identitarias, el paroxismo del veganismo elevado a categoría universal o el animalismo como un pastiche campan a sus anchas dentro del ideario sorosiano (me refiero a Soros), en definitiva, componentes del adoctrinamiento ideológico dominante que se corresponden con la noción dontancredista acuñada y denunciada  por el gran Bergamín. Vamos a tener que tratar con el rigor marxista el análisis del dontancredismo baboso imperante.

Frente a la babosería mencionada hemos de tener en cuenta las reflexiones de una lucidez pasmosa que encontramos en “Escritos Corsarios” de Pier Paolo Pasolini, el genial cineasta y pensador comunista italiano. Pasolini, al igual que Gramsci con sus  ”Cuadernos de Cárcel”, elabora toda una serie de análisis  y reflexiones a la hora de abordar los contextos del momento de la lucha de clases en el plano de la lucha ideológica . Pasolini, gramsciano hasta la médula, vislumbra las trampas  que nos trama el enemigo burgués a través de miles de filamentos culturales y de modos de vida que nos imponen como el único y mejor de los mundos posibles: modos de vida mercantilizados donde todo se consume como  latas de usar y tirar.

La cinematografía, primero y, las series, después, han hundido el arte dramático. En realidad para el capitalismo en decadencia, en su fase decrépita, el teatro no genera beneficios por lo que ha sido condenado a muerte por inanición. Se hace necesario recuperar el teatro como ágora que rompa los hechizos virtuales que nos avasallan. El contacto humano en vivo tras la pandemia y los confinamientos puede adquirir un nuevo impulso ante el hartazgo de la omnipresencia de las pantallas. Buena iniciativa sería promocionar el teatro fuera de los hemiciclos cerrados  y convertir en ágora espacios para escenificar como recurso de lucha ideológica al modo del auge actual del sketch y performance en protestas en la calle, teatro para barrios, centros de trabajo y centros de  estudio.

La obra teatral “historia de una escalera” de Antonio Buero Vallejo  es sin duda la obra clásica del teatro español de la segunda mitad del siglo XX. Había obtenido en 1949 el premio Lópe de Vega.

Al igual que tantos inmigrantes llegados a EEUU desde Europa a finales del siglo XIX, Jurgis Rudkus, el joven lituano protagonista de La Jungla, deposita todas sus esperanzas en la idea de libertad y prosperidad sobre la que ya entonces se cimentaba el llamado “sueño americano”, que cincuenta años después Malcolm X reformularía como “la pesadilla americana”. En su entorno abundan rumores sobre el infierno laboral que son las plantas procesadoras que la industria cárnica tiene en Chicago, pero él cierra sus ojos a la realidad. Es así como se convierte en víctima de su ingenuidad y de un capitalismo desbocado que desprecia a sus trabajadores y a sus clientes, a los que literalmente envenena con tal de mantener su tasa de ganancia.

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