El 28 de septiembre se conmemora el Día por la Despenalización y Legalización del Aborto, esta iniciativa surgió en 1990 en el V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe y la convocatoria se ha extendido a nivel internacional, ¿pero cuál es realmente la realidad concreta en el Estado Español?

Hasta el cambio legislativo de 2010, se castigaba con pena de cárcel a las mujeres que interrumpían el embarazo y no podían acreditar alguno de los tres supuestos despenalizados: a) grave peligro para la salud física o psíquica de la madre, b) graves taras físicas o psíquicas en el feto y c) si el embarazo es fruto de una violación. Más allá de las 14 semanas de gestación o de las 22 semanas si se presentan graves problemas médicos para la embarazada o el feto, en los que el aborto tiene que ser aprobado por uno o más médicos según el caso. Quedando únicamente fuera de limitación de plazo alguno cuando los problemas de salud del feto sean extremadamente graves.

Para Lucía es algo normal pedirle permiso a su novio Ernesto cuando va a salir. Él pudo convencerla de que eso sería saludable para la relación.

Logró también, ya con más autoritarismo y menos sutilezas, que ella consultara la ropa antes de ponérsela porque no podía andar con cualquier cosa por la calle.

¿Acaso Lucía es una muchacha escasa de neuronas, insegura de sí misma, poco inteligente? No. Lucía es, en este caso, víctima del control de su pareja, que es, a su vez, parte de la dominación masculina que se ha asentado en las sociedades donde el orden patriarcal sigue teniendo un alcance tremendo.

Ante la sentencia del Tribunal Supremo sobre la manada, queda claro que la lucha y la movilización de las mujeres ha conseguido que se reconozca judicialmente esta expresión de la violencia de género. Se ha dado un paso adelante para que las instituciones definan una violación como lo que es, un acto violento contra una mujer.

Celebramos esta victoria por lo que supone de importante el que una violación no se camufle bajo otros tipos penales menores y se diluya la gravedad de estas conductas de agresión a la libertad sexual y a la integridad de las mujeres. Aún nos queda un largo trecho por recorrer para que todas las violencias por razón de género sean consideradas como violencia hacia las mujeres. Esta batalla ganada hoy, debe servir para seguir avanzando en la organización y la lucha popular, que desde la perspectiva de emancipación de la clase obrera, nos haga caminar hacia el cambio de sociedad, no sólo una parcela de la sociedad.

Debemos, además, tener en cuenta que los cambios legislativos o la interpretación jurisprudencial no son suficientes para la erradicación de la cultura de la violación, una expresión más de la violencia patriarcal. El sistema capitalista actual es capaz de asumir y perpetuar los mecanismos patriarcales de opresión a las mujeres y dentro del sistema estas violencias se perpetuaran.

Estudios sindicales señalan que, entre 2008 y 2015, 2.484 mujeres denunciaron haber sufrido acoso sexual en sus puestos de trabajo. La punta del iceberg de un tipo de violencia de género donde más del 65% de las víctimas no se atreve a denunciar. En ocasiones la realidad nos golpea cuando el resultado de esa violencia es mortal y se abre un debate social dirigido desde los medios de propaganda que, dura, lo que deja de ser noticia. Merece la pena reflexionar sobre determinados aspectos que nos ayuden a identificar y enfrentar esta violencia de la que un 90% de quienes la sufren son mujeres.

El acoso sexual se define en la ley de Igualdad como “cualquier comportamiento, verbal o físico, de naturaleza sexual que tenga el propósito o produzca el efecto de atentar contra la dignidad de una persona, en particular cuando se crea un entorno intimidatorio, degradante u ofensivo”. Cuando ese comportamiento se da en el ámbito de un centro de trabajo, hoy por hoy, sólo se considera laboral ese acoso sexual si se aprecia una conexión directa entre el requerimiento sexual y una posible consecuencia evidente en términos laborales. Vaya ¡otra vez! Cuando se trata de proteger a las mujeres, en este caso a las trabajadoras, frente a la violencia patriarcal, se restringen y acotan los supuestos. Da igual que otras leyes digan que las personas tenemos derecho al respeto, la intimidad y la dignidad en la relación del trabajo o que será laboral toda lesión o menoscabo ocurrida en el centro de trabajo o cuya causa sea éste. Si con carácter general esas previsiones legales son papel mojado y formalidades, con la excepción de casos flagrantes, en el acoso sexual laboral se añaden notas de la moral dominante y de los estereotipos de género.

Los días 22 y 23 de junio de 2019 se ha celebrado en Madrid la II Conferencia Feminista del PCPE “La lucha contra la opresión de las mujeres en el marco de la lucha de clases”.

Esta conferencia mandatada por el X Congreso culmina, tras el proceso de debate en las células, debate que ha enriquecido el documento.

La aprobación de las tesis transforma los textos en una herramienta de trabajo para el la avance en la lucha desde posiciones clasistas en el frente feminista.

El análisis de la situación concreta que viven las mujeres trabajadoras en el seno del capitalismo junto a las propuestas tácticas y estratégicas nos permitirán además seguir dando pasos hacia la construcción de la sociedad socialista.

Las mujeres del pueblo trabajador no necesitamos que nadie hable por nosotras. Nos queda la palabra y nos queda la acción. Sabemos de lo que hablamos. Vivimos diariamente la explotación y la discriminación en la decadente sociedad capitalista en crisis general.

 

Cuando hablamos de la doble opresión de las mujeres trabajadoras en el capitalismo, podría entenderse que las mujeres que deciden vivir abiertamente su orientación sexual se “ahorran” parte de la opresión relacionada con el ámbito familiar.

Nada más lejos de la realidad, pues las mujeres sufren la opresión de mano del patriarcado en el capitalismo sólo por el hecho de ser mujeres.

También se podría suponer que la actuación de estas mujeres pone en peligro la institución de la familia por cuestionarla como pilar básico de sustento del sistema y que, por eso, el sistema las oprime todavía más. Otra falacia. Hoy en día se puede afirmar que el capitalismo está asimilando los nuevos modelos de familia. Y que mientras exista capitalismo, existirá la familia para resolver el trabajo de cuidados invisibilizado y no remunerado.

 

Nomzamo Winifred Zanyiwe Madikizela Winnie Mandela, nació en un pueblo rural del Cabo Oriental, Bizana en 1936. Su infancia estuvo marcada por el severo metodismo de su madre y la orientación radical africana de su padre. Estudiaba, ayudaba en la granja y tras las muertes de su hermana y su madre por tuberculosis, asumió junto con sus hermanas las tareas de cuidado de la familia.

Desde niña tuvo experiencias que la concienciaron del significado del apartheid y las restricciones e injusticias que el racismo significaba en Sudáfrica. Por su padre, conoció de las guerras xhosa contra los colonizadores, se imaginó retomando esa lucha: “Si fracasaron en esas nueve guerras de Xhosa, yo soy uno de ellos y partiré desde donde los Xhosa se detuvieron y recuperar mi tierra.” Cuando su abuela le enseñó que la fuente del sufrimiento negro era el poder blanco, su estructura política quedó definida. La desposesión de tierras asociada a la idea de la raza, fundamentales para el colonialismo, eran una cuestión central en su lucha política.

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