Hay multitud de acciones antifascistas que aunque no sean la mayoría ni las más visibilizadas, son protagonizadas por mujeres jóvenes de la llamada nueva ola feminista aparentemente desconectadas del vínculo entre feminismo y antifascismo, que se remonta en nuestra historia a la Segunda República. Aunque las organizaciones políticas fueron desarticuladas en la dictadura y muchos nombres fueron borrados, hay un legado, una memoria histórica a rescatar, de aquellas que entendieron la lucha de clases como una herramienta para conseguir también la igualdad de género y la lucha antifascista para defender lo conseguido y gracias a las cuales estamos hoy aquí.

Del primer feminismo a principios del siglo XX que reclamaba “derecho a la cultura, a poder formarse”, se pasó en la Segunda República a constituir colectivos específicamente organizados de mujeres que apoyaban al Frente Popular que trajo consigo avances y conquistas de derechos para las mujeres, así como su incorporación a la vida política y social. Así en 1933 nació la Asociación de Mujeres Antifascistas (AMA) presidida por Dolores Ibárruri, La Pasionaria; también para promover la liberación de la mujer obrera nació Mujeres Libres que aunque anarcosindicalista, se mantuvo autónoma de la CNT.

AMA establece una línea de actuación y objetivos que podrían ser perfectamente vigentes para una organización antifascista actual: organizar a las mujeres para luchar contra el fascismo y a favor de la causa republicana, considerando al fascismo como el enemigo de la emancipación de las mujeres, ya no sólo por su condición de clase trabajadora sino por la propia concepción fascista sobre la mujer, que entiende que ésta debe estar subordinada al hombre por su carácter e inferioridad intelectual. La tarea de estas mujeres no fue fácil en un país que había avanzado en su pensamiento político, pero donde el patriarcado estaba muy arraigado en la sociedad en ambos bandos y donde la guerra marcó el devenir de la lucha, y aunque se le asignaron tareas en función del género, supieron traspasar todos los límites impuestos por los estereotipos, siendo valiosísimas tanto en la retaguardia como en el frente.

En su II Congreso celebrado en Valencia en 1937, ya plantearon peticiones de carácter feminista al Gobierno, aun cuando la guerra ya se estaba desarrollando por todo el Estado, algunas muy avanzadas para el momento como la igualdad de salarios por el mismo trabajo; la incorporación de las mujeres a todo tipo de industrias y trabajos no sólo las de guerra; la creación de escuelas para capacitar laboralmente a las mujeres; la protección de la mujer trabajadora y la incorporación de las mujeres a los Concejos Municipales.

El 8 de marzo, el día internacional de la lucha de las mujeres trabajadoras por su emancipación, se venía conmemorando con multitudinarias manifestaciones unitarias y actividades políticas en todas las ciudades del Estado. Sin embargo, en los últimos años, se observa que las convocatorias del 8 de marzo han ido perdiendo fuerza como consecuencia de la fragmentación política y la desmovilización general que afecta a toda la clase obrera y de forma muy específica a la lucha de las mujeres, por lo que la jornada reivindicativa que convocaba el Movimiento Feminista está siendo relegada a los últimos puestos de la actualidad, primeramente porque los medios de comunicación quieren hacer del 8 de marzo una fecha intrascendente y folclórica y, por otra parte, porque las mismas organizaciones políticas que integraban el Movimiento consideran ahora que el feminismo no merece la misma atención que otras luchas que sí parecen ser dignas protagonistas de la realidad sociopolítica.

La ideología dominante ha hecho su trabajo y para desvirtuar nuestra lucha, para hacerla insignificante, trataron de mostrarla como una cuestión propia de mujeres “radicales” y resentidas antihombres.Banalizaron el contenido de la lucha corriendo un tupido velo sobre lo fundamental de nuestra lucha: la defensa de nuestros derechos como trabajadoras y como mujeres. Después, fueron llegando las divisiones y enfrentamientos dentro del Movimiento Feminista que había logrado sacar a la calle a millones de mujeres, jóvenes, estudiantes, trabajadoras, pensionistas y, poco a poco, determinadas organizaciones que integraban el Frente Feminista han ido desgajándose considerando que ya no existen fundamentos sólidos para dar prioridad a la lucha feminista.

Mientras que los periódicos se llenan de titulares sobre una bajada récord del desempleo desde 2007, niveles previos a la crisis de 2008, la realidad de un mercado laboral cada vez más precario queda oculta.

Nos encontramos, además, ante un blanqueamiento de la situación de las mujeres trabajadoras. Mientras las hojas de los periódicos se hacían ecos de titulares como “La caída del desempleo en diciembre beneficia especialmente a las mujeres”, las últimas publicaciones del Gobierno, en las que se señalaba la caída de un 4,33% del paro femenino respecto al año anterior era motivo de jolgorio y orgullo.

¿Qué esconde realmente esta subida del empleo femenino? ¿Es realmente un acicate para la mejora de la situación económica de la mujer?

Las noticias exaltan cómo desde 1976 las estadísticas del empleo femenino se han triplicado, pero la cruda realidad es que el paro sigue siendo una problemática femenina. Aunque el gobierno nos pinte un progreso vertiginoso en materia de empleo, nada más lejos de la realidad.

Seguimos encabezando las estadísticas de desempleo, 3 puntos por encima del desempleo masculino en el último trimestre de 2023. Seguimos a la cabeza de la pobreza y la exclusión social. Si atendemos a las prestaciones, veremos cómo el sector femenino ocupa tasas más altas, siendo las mujeres, en mayor medida, las que acceden a subsidios por haber agotado las prestaciones. ¿Y a qué se debe esto? Se debe a que el paro de larga duración también tiene rostro femenino: 715.200 mujeres frente a 567.600 hombres.

Los motivos de  esa mayoría femenina en la larga duración del desempleo los encontramos en la tasa de temporalidad en el empleo, que sigue siendo más elevada en el sector femenino, lo que nos lleva a más parones de empleo y más largos para las mujeres. Además, cuando hablamos de trabajo en tiempo parcial, encontramos 1,92 millones de mujeres frente a los 640.000 hombres.

Conversamos con Ana Merchan Zabaleta, delegada de ELA de la residencia de personas mayores de Ordizia, y militante activa del sindicato, sobre un acontecimiento relevante del pasado año donde el movimiento feminista junto con el sindical a través de una Huelga General convocada en Euskadi y Navarra señalaba la precariedad laboral, la privatización, las condiciones de trabajo infames o la no valoración de los trabajos de cuidados como parte de la violencia sistémica hacia las mujeres.

UyL.- ¿Qué os llevó a convocar está huelga?  Razones, motivos…

Para ELA tiene un valor inmenso haber convocado, junto con el Moviemiento Feminista de Euskal Herria, una huelga general feminista por algo tan importante como los cuidados. Llevamos años movilizándonos en contra de la privatización y precarización de los sectores de cuidados. Tras la pandemia, el sindicato convocó tres días de huelga en Hego Euskal Herria (CAPV y Nafarroa) en el marco de los cuidados. En la lógica de seguir dando mas pasos en este sentido y dando continuación a otras huelgas del 8 de marzo de años anteriores por parte del movimiento feminista, hemos llegado al planteamiento de esta huelga general feminista. Una huelga donde la principal reivindicación ha sido la construcción del derecho colectivo al cuidado, transformando la actual organización social de los cuidados y construyendo un sistema vasco digno de cuidados público-comunitario.

Que el cuidado y la atención a las personas dependientes es un trabajo eminentemente desarrollado por mujeres, tanto en el ámbito privado como en el público, sigue siendo una realidad que se reitera estudio tras estudio o encuesta. Desde el movimiento feminista se lleva tiempo incidiendo en la necesidad de que el cuidado sea eje central de la organización social y que tanto el trabajo de cuidados remunerado como el que no lo es, esté prestigiado y reconocido como imprescindible para el. desarrollo social y la creación de riqueza,  y en eso no hemos avanzado apenas. 

El sistema empeora cotidianamente las condiciones de vida de la clase trabajadora, las mujeres de esa clase ven como también exponencialmente empeora la carga de trabajo que soportan. La crisis económica, el desmantelamiento de los recursos públicos y la privatización sistemática de lo escasos que existen hacen que en la práctica la carga del trabajo de cuidados sea insostenible para las mujeres.

Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo, las mujeres invierten 12,5 horas más a la semana que los hombres en trabajo no remunerado. Mientras que al trabajo remunerado le dedican 5,8 horas menos a la semana que los hombres. Según la EPA, el 76% de los contratos a tiempo parcial corresponden a mujeres, que incrementan el tiempo dedicado al trabajo no remunerado (30 horas a la semana), cuando tienen jornada a tiempo parcial.

Y qué se ha hecho en esta última legislatura por parte del gobierno socialdemócrata reeditado y "feminista" pues presentar el 'MeToca', una aplicación para repartir  las tareas domésticas y de cuidados, como parte del Plan Corresponsables con el objetivo de plantear una reflexión a la sociedad española sobre el reparto de tareas y, por tanto, la distribución y los usos del tiempo. Como si las mujeres no lleváramos años incidiendo en el problema del  "reparto", proponiendo modelos públicos de asunción de esos cuidados, y en vez de planificar y  presupuestar guarderías, comedores, centros de día, centros de mayores, de cultura o legislando para que las cuidadoras, trabajadoras SAD, limpieza y demás sectores de cuidados tengan condiciones de trabajo dignas, lo que sacan es una app para que cada quien apunte lo que realiza en su unidad familiar. En palabras de la ministra Montero, ahora "ex" a la que echaron sin ningún cuidado, "Ya toca que las tareas de siempre no recaigan sobre las mismas de siempre", pues siento comunicarle que con ese tipo de políticas de maquillaje, las tareas de cuidados visibles e invisibles recaerán siempre en las mismas, las mujeres de la clase trabajadora que hacen las de sus casas y familias y la de las casas y familia de la burguesía y los trabajos feminizados de cuidados los harán también  en condiciones precarias y mal pagadas.

 

Según la ONU la violencia contra las mujeres y las niñas es una de las violaciones de los derechos humanos más extendidas y generalizadas del mundo. Sus cálculos, a nivel global, hablan de 736 millones de mujeres -casi una de cada tres- han sido víctimas de violencia física y/o sexual al menos una vez en su vida.

En el día internacional para denunciar esta lacra (fecha elegida en homenaje a las hermanas Mirabal), es importante abrir el foco. No sólo como sucede en el occidente colectivo, denunciar el número de mujeres asesinadas por violencia de género, sino las múltiples violencias contra las mujeres. Aunque todas las mujeres, en cualquier parte del mundo, pueden sufrir violencia de género, algunas mujeres y niñas son particularmente vulnerables, por edad, por opción sexual, por ser migrante, por pertenecer a determinada población, por vivir en un país ocupado…

Israa Jaabis, Palestina liberada este 25 N de las cárceles sionistas, con heridas bien visibles, expresó su preocupación por otras palestinas encarceladas que “han sido sometidas a muchas cosas”. Otras exprisioneras denunciaron las torturas y maltratos a que fueron sometidas en las cárceles israelíes.

En estos momentos en el que vivimos un genocidio televisado del pueblo palestino, el que la llamada “comunidad internacional” no ha querido poner fin, dado que siempre representa los intereses de los agresores, por tanto del imperialismo, se nos presenta por parte de los medios una imagen de las mujeres palestinas solo como víctimas o madres, esposas o hijas de victimas.

Pero desde Leila Khaled a Ahed Tamini han pasado generaciones de mujeres palestinas cuya lucha es inspiración y un ejemplo para quienes soñamos con un mundo mejor. Una lucha que tiene sus raíces en las primeras organizaciones en 1920, hasta la participación directa en la lucha armada en el campo durante el Gran Levantamiento de la década de 1930, las mujeres palestinas llegarán a la tragedia de Nakba interviniendo en el espacio público a la vanguardia, junto a los hombres, tanto en la resistencia anticolonial contra la dominación británica, como en la oposición a la colonización israelí.

En la diáspora posterior a 1948, con la creación de la OLP, ya se crea la estructura femenina y en 1965 se funda la Unión General de Mujeres Palestinas. Su participación será fundamental, culminando en un papel activo en la militancia armada durante la década de 1960, y en los años setenta crean los Comités de Trabajo de la Mujer, una joven generación radical de activistas, que destacará la necesidad de poner la lucha feminista y de clase al lado de la lucha de liberación nacional.

En la Primera Intifada nacieron los Comités de la Mujer dentro de los Comités Populares de la Intifada, participando tanto en acciones y manifestaciones directas, como en la organización de la economía doméstica y la vida comunitaria, aportando a la autoorganización en el conflicto y el boicot al sistema de ocupación. Ollas comunes, clínicas y escuelas autogestionadas por iniciativa de las mujeres, mientras que los partidos, sindicatos y organizaciones estructuradas ven la aparición de grupos de mujeres que exigen su derecho a hablar. «No puede haber liberación nacional sin la liberación de las mujeres del patriarcado», será la elaboración teórica central de esta fase histórica.

El análisis de la salud mental con perspectiva de clase empieza a darse, comienzan los análisis de cómo afecta a la mujer de extracción obrera y popular  vivir en el sistema capitalista. Al igual que incide especialmente en la juventud, o la población migrante, ser mujer es un factor relevante a analizar.

Nos parece imprescindible tener un análisis real de la situación de la mujer en el capitalismo y abordar las cuestiones de género, como un paso previo, ya que de poco sirve el análisis de género si no educamos con perspectiva feminista, si no hablamos del reparto de la vivienda, si el sistema sigue reproduciendo estereotipos de género que nos afectan.

Con la aparición de la pandemia en marzo de 2020, las condiciones de vida de las mujeres del estado español han cambiado, la ya delicada situación de los problemas sobre la salud mental se ha agravado considerablemente. Esto nos ha afectado a la totalidad de la población, pero nos parece esencial abordar los problemas socioeconómicos que hacen que el género sea una parte clave de este análisis global.

Uno de los problemas, que ya existía antes de la pandemia pero se agravó, son las condiciones de vida y de trabajo que desarrollamos, producto de los estereotipos patriarcales;, es decir, todas las tareas del hogar caen en nuestras manos, las de las mujeres, aunque trabajemos fuera realizamos una doble jornada en el hogar.

Según un estudio del Gobierno de España, la incertidumbre de la situación generada por la pandemia está generando más "episodios de ansiedad" entre las mujeres que entre los hombres, porque tenemos más trabajos precarios que vemos peligrar. No podemos hablar de problemas de salud mental en las mujeres sin hablar de la precariedad de nuestras vidas, sin hablar de sostener el sistema poniendo nuestras vidas (y salud mental) como precio a pagar por hacerlo.

El 85% de los psicofármacos en el estado español se administran a mujeres. Los datos muestran cómo se ha disparado el consumo de ansiolíticos y antidepresivos respecto a antes de la crisis sanitaria, colocando al estado español a la cabeza del consumo de estos medicamentos en Europa.

 

En torno al solo sí es sí, tanto la ley como en el ejercicio del consentimiento, se crea un debate continuo y universal en nombre del feminismo, en el que cada vez queda patente la falta de criterio por un lado y el descoloque vital en el que viven algunos que aun no saben de qué lado sopla el viento, no vamos a repetir aquí los acontecimientos de las últimas semanas, que son solo un ejemplo del océano de agresiones y posteriores controversias que sufren las mujeres, dado que son mundialmente conocidos y se hace un análisis en las páginas de deportes de este mismo número, pero sí queremos aprovechar para aclarar nuestra postura ante los Ni Nis y todo el cuñadismo ilustrado que ha hecho gala de todo su poderío en este mes.

La agresión a Jenni Hermoso, suceso televisado que aún continúa y que está teniendo consecuencias que nadie hubiera podido imaginar, ha hecho que se desarrolle, aparte de la campaña habitual de la derecha negacionista, que niegan la mayor, y a la que ya hemos dado respuesta en estas páginas; la de los paladines del marxismo, en todas sus vertientes, al defender el carácter burgués del pensamiento feminista y, por lo tanto, de toda su lucha, el carácter subsidiario de la lucha de las mujeres por sus derechos y el poco pedigrí revolucionario de sus reivindicaciones. Es a estos “cuñaos” propios y extraños a los que queremos dar respuesta en este artículo.

Así, en vez de colocarse detrás de las posiciones más adelantadas de la lucha feminista, ellos están en el no es no, no en la etapa anterior del debate del consentimiento, sino en el NO es para tanto, NO existe la agresión como tal, NO sé por qué se arma este revuelo cuando hay tantas luchas obreras por atender y NO es prioritario, porque cuando llegue la revolución, resuelta la contradicción principal, desaparecerá la violencia machista y resto de males del capitalismo.

No entender, a estas alturas, el vínculo entre capitalismo y patriarcado,analizando sus relaciones y condicionamientos mutuos, es no entender el mundo en el que vives, y seguir negando la necesidad de unir la lucha contra la alianza patriarcado-capital es ser un ignorante de lo que es la lucha de clases hoy.

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