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Aprovechando la reciente inauguración en este órgano (Tinta Roja) de una nueva sección bisemanal llamada “Música y Revolución”, hemos decidido tratar de profundizar en este artículo acerca de un lenguaje que, al ser considerado universal, las y los comunistas consideramos que se trata también de uno de los más potentes métodos de transmisión ideológica dentro del arte.

 

 

 

Cualquier expresión artística puede y debe ser utilizada como un instrumento de difusión de ideas, como un arma de combate y una herramienta indispensable de construcción social y de denuncia ante las injusticias cometidas contra la clase obrera y los pueblos. Debe serlo hoy como lo ha sido a lo largo de la historia en infinidad de ocasiones, desde el pincel de Pablo Picasso retratando los horrores del fascismo, hasta los versos que Miguel Hernández dedicó en tantas ocasiones al pueblo trabajador.

 

 

Decía Víctor Jara en una entrevista concedida en junio de 1973, que él no era un artista, sino un mero trabajador de la música, un trabajador ubicado con una conciencia muy definida. El cantautor chileno moriría a las pocas semanas en una prisión improvisada por el fascismo golpista tras cuatro días de tortura, precisamente por llevar esa conciencia a su música con el fin de convertirla en emisora de la dignidad de hombres y mujeres, labradores, pescadores o trabajadores de la construcción. Él es sólo un ejemplo de cómo la música revolucionaria es capaz de aterrorizar a las clases opresoras.

 

En el estado español existe un amplio abanico de bandas de diversos estilos musicales que son ya más que conocidas debido a sus letras de carácter reivindicativo. El rock es, seguramente, el estilo que más grupos de esta índole profesan, desde el ya clásico denominado “rock radical vasco” heredero del punk británico, hasta el “rock combativo”, descendiente directo este último de las bandas más influyentes del primero.

 

 

También el ska o el reggae han sido conductores de crítica social desde sus inicios, sin olvidarnos del hip hop, que en los últimos años parece haber recuperado al fin su esencia crítica, alejándolo de la frívola norteamericanización que parecía llevar como sello distintivo.

 

 

Pero, ¿qué ideología transmiten la mayoría de estos grupos que se autodenominan anticapitalistas? ¿Todos enfocan la crítica al capitalismo desde una posición de clase? Aunque no es tarea nuestra el evaluar qué grupos están haciendo o han hecho una buena labor en este sentido y qué grupos no, nos resulta interesante tratar de dar respuesta a éstas y otras preguntas.

 

 

Ante todo, conviene que seamos realistas a la hora de adentrarnos en estas cuestiones, teniendo claro que, por más política que pueda ser la letra de una canción, ésta no deja de ser sólo eso, la letra de una canción, y no ha de ser interpretada como si estudiáramos las Tesis de Abril, o algo por el estilo. Lo que sí consideramos sujeto de análisis es la perspectiva desde la que estas letras abordan la crítica al capitalismo, a sabiendas de que muchos grupos ni siquiera le dan este nombre, hablando de “el sistema” en abstracto y llamando a destruirlo por medio de la acción directa individual y la autogestión, pero rara vez mediante la organización.

 

 

Debemos ser especialmente críticos con aquellos que se dedican a señalar problemáticas puntuales que afectan a la clase obrera, a la vez que las asumen tratándolas a partir de la adopción de actitudes derrotistas, nihilistas o autodestructivas, prefiriendo ser discípulos de Sid Vicious que de Joe Strummer. Nosotros y nosotras no podemos dar por válida esa filosofía del “no future”, pues es precisamente un futuro digno para la clase obrera el principal y último fin de nuestra lucha.

 

 

No conviene tampoco confundir a los músicos con ideólogos, pues en muchas ocasiones su aparente compromiso suele ser algo volátil, y estos continúan componiendo canciones reivindicativas por pura inercia, o por ser la fórmula que les ha funcionado. Hemos visto cómo otras bandas, sobre todo entre las más veteranas, han ido adaptando su discurso con el paso de los años, a las circunstancias que mejor les convenían. Aquellos que citaban a Lenin en sus letras y hablaban sin tapujos de la lucha de clases a mediados de los 90 blandiendo hoces y martillos, hoy se suben mal y tarde al carro de las reivindicaciones “ciudadanistas” de los indignados, y focalizan sus críticas en la corrupción o los desahucios.

 

 

A día de hoy, la estrategia comunista todavía no cuenta con la posición ni el influjo que debiera dentro del panorama musical, y pocas son las formaciones que no la desvirtúan desde posiciones desmesuradamente izquierdistas e infantiles, o desde un reformismo irrisorio completamente alejado de las posiciones de clase.

 

Sin embargo, sabemos que existen grupos de música verdaderamente consecuentes, que dan voz y melodía a los problemas diarios de la clase trabajadora y los pueblos del mundo desde una perspectiva clasista y antiimperialista, y saludamos su estupenda labor como artistas y como revolucionarios. Asimismo, demandamos la necesidad de un panorama musical que poco a poco vaya poniéndose a la altura del contexto histórico y sirva como altavoz de las luchas de la juventud obrera y de extracción popular, para que la lucha por nuestra emancipación se encuentre firmemente asentada en todos los frentes, también en el arte.

Kevin Álvarez

 

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