Día Internacional de la Mujer Trabajadora
Las mujeres nos hemos incorporado al mercado laboral, representamos ya el 46,4% de la fuerza laboral, pero trabajamos en los sectores peor pagados, ligadas a los cuidados como el empleo doméstico, los servicios sociales o las residencias. De las 27 actividades donde la mayoría somos mujeres, en 16 de ellas el salario medio mensual queda por debajo de la media y de las 10 actividades con peores nóminas, en 7 hay más mujeres.
La brecha salarial de género en 2023 estaba en el 19,6%. Además, una de cada cuatro trabajadoras en España gana el salario mínimo interprofesional (SMI) o menos.
Más paro, más temporalidad, más precariedad, parcialidad (el 75% de las personas asalariadas a tiempo parcial somos mujeres), un mayor riesgo de pobreza, somos siempre las primeras en dejar los puestos de trabajo para atender las necesidades familiares, hay 6 veces más mujeres que hombres dedicándose a los cuidados. El reparto desigual de las tareas de cuidado sigue siendo un eje central en la perpetuación de las diferencias. En 2023, casi 1,9 millones de mujeres figuraban como inactivas (no buscaron empleo) debido a la necesidad de cuidado de niños, personas mayores o familiares en situación de dependencia.
La incorporación masiva de la mujer al mercado laboral como vendedora de nuestra fuerza productiva ha aumentado el peso y el grosor de las cadenas con las que estamos atadas a la familia, a los deberes domésticos y a las tareas reproductivas. Nuestra incorporación al trabajo asalariado no ha supuesto independencia económica ni emancipación, al contrario, ha aumentado el peso de las tareas que realizamos en la producción y en la reproducción. Las clases dominantes resuelven la conciliación a través de la explotación de otras mujeres, mayoritariamente migrantes, pagando -mal- una ayuda doméstica que está netamente feminizada pero en nuestro caso, mujeres trabajadoras, las decisiones sobre nuestra incorporación al trabajo asalariado se ven altamente determinadas por las circunstancias familiares.
Este es nuestro día a día y esto se refleja claramente en el valor medio de las pensiones contributivas por sexos. La brecha de género en pensiones llega a ser del 45%.
No hace falta mucha más argumentación para poner de relieve que vivimos en un sistema que nos explota y donde el patriarcado, aunque se disfrace de tolerante, diverso, deconstruido o reformista, está vivo, es vigente y nos somete a opresiones cotidianamente.
Nos sobran razones y tenemos un camino andado, no retrocedamos y abracemos –una vez más- pabellones ajenos de empoderamiento e interclasismo. Este 8 de marzo nuestro llamado es a las calles, a la organización en los centros de trabajo, en los barrios, en las asociaciones de mujeres con carácter de clase. Allí nos encontraremos. Construyamos las bases de una sociedad sin explotación de clase, sin opresión de género, sin violencia machista y sin patriarcado.