El 26 de septiembre día de acción global por un aborto legal y seguro, el 28 de diciembre, día de los santos inocentes donde los antielección acosan las clínicas donde se realizan IVE, son fechas claves en la lucha por los derechos reproductivos de las mujeres, a la que este año se ha sumado el 2 de diciembre, día que se reunió la organización antielección Political Network for Values, en el Senado con el PP a favor, claro. En ella participaron desde George Peter Kaluma, parlamentario de Kenia que aboga por la cadena perpetua para los hombres homosexuales, y la considera pecado, al presidente de honor de esta organización, Mayor Oreja, ex primer ministro de Interior, que defendió que “entre los científicos están ganando los que defienden la verdad de la creación frente al relato de la evolución”.
Si vemos imágenes de las movilizaciones en las fechas antes indicadas, nos encontramos con una movilización completamente feminizada, lo cual sigue siendo una asignatura pendiente, algo de lo que también hay que hablar, pero no es lo que ocupa este artículo, lo que más urge, es que las mujeres jóvenes son minoría en estas movilizaciones, encontrándonos incluso con más mujeres jóvenes en el lado de los antielección.
¿Por qué las mujeres jóvenes, que estamos presentes en las movilizaciones sobre el consentimiento, que hemos seguido las olas del metoo, que reivindicamos la educación sexual, el acceso a métodos anticonceptivos, no estamos aquí presentes?
Quizá el foco nunca se ha puesto suficientemente sobre la lucha por el derecho al aborto por un derecho que se relega a la intimidad de la mujer, por ser “un tema complicado”, un tabú, una sombra en las vidas de muchas, y las nuevas generaciones consideran que es algo sobradamente conquistado, olvidando Polonia, olvidando que hace no tanto era clandestino, y que sigue, actualmente, en el Código Penal.
Es difícil saber la causa exacta, especialmente cuando hay tantas mujeres jóvenes en el movimiento feminista, de que se ausenten estos días, de la falta de relevo generacional, de alguien que acompañe a quien sujeta el cartel de “ lo que no tuve para mí, que sea para vosotras” de las compañeras que dijeron “yo también he abortado” cuando se procesó a 11 mujeres en 1979, y cómo no estamos para seguir este hilo morado.
El derecho al aborto es el final de una serie de reivindicaciones mucho más amplias: educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, y aborto libre seguro y gratuito para no morir. Puede que sea más fácil hablar únicamente de la educación sexual, y camuflarla con la etiqueta de afectivo-sexual para que sea más consumible, que hablar de la despenalización de aborto, de la necesidad de que se produzca en los centros de salud públicos, que debe ser seguro y se debe garantizar la anestesia en todos. Es la hora de que nuestra generación sea parte de esta movilización histórica, de este derecho continuamente en disputa, damos por hecho los pocos avances que tenemos, y solo se garantizan con nuestra organización. Esta debe alejarse de los postulados de individualidad que encontramos a veces, este derecho no debe reducirse a una defensa de la sexualidad, el placer, o la elección, es un derecho que implica garantizar una sanidad pública, una educación pública y laica, fuera de la culpa cristiana que intentan enseñarnos y de médicos que buscan decidir por nosotras, o que la decisión nos cueste un sufrimiento innecesario, porque no hay liberación posible de la mujer de extracción obrera y popular sin decisión sobre su capacidad reproductiva.
Edurne Batanero