En la llamada era de la información, en la que la humanidad interconectada tiene a su disposición todo el conocimiento creado por la humanidad, en lugar de estar a las puertas de una edad de oro, asistimos, entre la incredulidad y el horror, a cómo los conceptos de realidad y de verdad desaparecen siendo sustituidos por la superstición y la mentira.
En la guerra, la mentira siempre ha sido la reina. Las guerras humanitarias se inauguraron bombardeando Belgrado, la guerra contra el terrorismo financia grupos terroristas y damos golpes de Estado para defender la democracia.
Mientras el occidente colectivo aplica sus recetas de doble pensamiento orweliano sobre pueblos no-blancos y no-judeocristianos, no salta ninguna costura, en el fondo, esa gente de extrañas costumbres es capaz de cualquier cosa y necesita de nuestro impulso civilizatorio. La pax americana se inauguró con la primera guerra de Irak y cuando destruimos Yugoslavia y atizamos conflictos étnico-religiosos en Europa se produjo cierto estupor social, ¿cómo podía suceder esto en Europa?
Hoy ya no saltan costuras, y los aparatos de propaganda europeos son capaces de defender una cosa y su opuesta a la vez, dependiendo del interés geopolítico de los EEUU y la OTAN. En Siria quienes degollaban personas y lo difundían en videos de propaganda ahora son demócratas, mientras, sus homólogos afganos (y exempleados de la CIA), siguen siendo unos terroristas.
En Venezuela Maduro es un dictador, pero en Moldavia impiden votar a sus ciudadanos residentes en Rusia, porque están influenciados por la propaganda rusa, y el resultado electoral es aplaudido en Europa. Moldavia es una democracia homologada donde se restringe el derecho a voto, Venezuela una sangrienta dictadura. Seguramente la mayoría de propagandistas europeos no saben dónde está Moldavia ni conocen el sistema electoral venezolano, tampoco es necesario para cumplir con su trabajo.
Conforme el imperialismo atlantista se debilita y la guerra contra Rusia y China se acentúa, las formalidades liberales son un estorbo, el viejo occidente suelta el lastre de las apariencias y las buenas formas.
El más reciente caso ha sido en Rumanía, la ex república socialista que abrazó los valores democráticos occidentales y el pacifismo de la OTAN, ha sufrido un golpe de Estado, ha anulado unas elecciones porque el resultado no ha sido el que deseaban. El pasado 24 de noviembre se realizaron elecciones presidenciales, ganó un derechista llamado Călin Georgescu, quien se enfrentaba a una derechista llamada Elena Lasconi.
Resulta que Georgescu no es del agrado de la UE y de la OTAN, y es calificado de pro-ruso. Resulta que Georgescu gana las elecciones, y que habría una segunda vuelta que probablemente ganaría nuevamente. Resulta que el Tribunal Constitucional rumano anula las elecciones por una supuesta interferencia de Rusia a través de la red social china Tik Tok.
Bruselas aplaude, nadie se sonroja. ¿Alguien se imagina los titulares de El País y La Razón si en Venezuela se anularan unas elecciones que ganara la oposición debido a la intervención de EEUU a través de Facebook y X? Pero en Rumanía se da un pucherazo, un golpe de Estado, se anulan unas elecciones porque el ganador no es el que debía ganar, todo bien, Bucarest en diciembre es bonito.
En la ex república Soviética de Georgia ha sucedido algo similar, ha ganado quien no debía ganar. El pasado 26 de octubre se realizaron elecciones parlamentarias en la república caucásica, y la Presidenta, favorable al ingreso de Georgia en la UE y la OTAN, no reconoce el resultado electoral, se organiza un intento de golpe como el euromaidán de Ucrania, y, nuevamente, Europa aplaude.
La dictadura del capital, en forma de democracia liberal, se matiza. Las elecciones multipartidistas, el parlamentarismo, el estado de derecho y las libertades civiles están condicionadas a que sirvan a los intereses del capital monopolista. En realidad, siempre ha sido así, pero en su profunda crisis, el imperialismo atlantista debe activar su cláusula de excepcionalidad. La democracia sirve si ganan quienes deben ganar.
Si un crimen es un crimen dependiendo de quién lo ejecute o quién sea la víctima. Si lo que ayer era un genocidio hoy es derecho a defenderse. Si el fascismo se considera una opinión respetable, y si a los fascistas se les considera demócratas. Si se perpetran golpes de Estado para preservar la democracia. El idílico jardín europeo de Borrell huele a mortecina.
Hace 450 años murió Copérnico, y en la era de la información y el conocimiento se multiplican los terraplanistas. Este 2025 se cumplirán 80 años de la entrada del ejército rojo en Berlín, Hitler se volaba los sesos y Mussolini colgaba de los pies, el comunismo se persigue rabiosamente y el fascismo se rehabilita.
Vienen, sin duda, tiempos oscuros que requerirán lo mejor de cada uno de nosotros y de nosotras.
Ferran N.