Si en números anteriores de este periódico ya exponíamos nuestra profunda preocupación por la grave peligrosidad de las evoluciones militares en la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania, los últimos acontecimientos son incluso unas cuantas zancadas más, a todo correr, hacia el mismísimo borde de un abismo terrible.
Al momento de escribir estas líneas, Ucrania había lanzado un ataque con misiles de largo alcance contra la región rusa de Briansk, situada ya bien en el interior del país: prácticamente a medio camino entre Kiev y Moscú. Con misiles ATACMS; es decir, de fabricación estadounidense.
Pero este bombardeo no es ningún hecho aislado, sino que se suma a la invasión de territorio ruso en Kursk, también con un claro asesoramiento directo de altos mandos militares otanistas. Ni tampoco es casual cuándo sucede: pocos días después de que EE. UU. haya autorizado al régimen ukronazi a usar sus misiles de largo alcance contra Rusia; mientras que Francia, Alemania y Reino Unido podrían hacer pronto lo mismo. Por si esto fuera poca amenaza contra la integridad y la existencia rusas, en verano EE. UU. ya anunció el despliegue en Alemania de misiles balísticos, también de largo alcance, que aunque por ahora son de tipo ‘convencional’, tienen capacidad técnica para usarse como nucleares.
El imperialismo (del que la OTAN es su brazo armado), en su desesperación por tratar de remontar su tasa de ganancia -fallidamente, dicho sea de paso- e intentando mantener su predominio en lo económico, ha dejado ya muy claro que no duda ni un ápice en recurrir a la vía de la agresión militar abierta (¿nos arrastrarán a una guerra nuclear?) contra quien no se someta a sus dictados, Rusia y China incluidas.
Una posibilidad que se comenta, bastante factible a mi humilde modo de entender, sería que en adelante los yanquis se enfocaran más aún en el apoyo irrestricto al sionismo genocida contra Palestina y el Eje de la Resistencia; forzando a sus lacayos europeos a llevar el peso fundamental de la guerra contra Rusia. Si hasta ahora se seguía la línea de la guerra “hasta el último ucraniano” (palabras que incluso verbalizó en público el senador yanqui Lindsey Graham), estamos muy, pero que muy cerca de que el siguiente escalón sea “hasta el último europeo/a”: Generalizar la guerra desatada por todo el viejo continente, cuyas grandes burguesías y cuyos gobiernos (gestores de sus intereses) son, en su mayoría aplastante, tan fervorosos defensores del imperialismo, con su UE y su OTAN.
Claro, porque la carne de cañón no va a salir de las filas de su clase social. Hoy, la clase obrera y los sectores populares ya estamos cargando en nuestras sufridas espaldas los costes de la guerra: inflación disparada y subida por las nubes de los productos básicos, recortes en pensiones y servicios públicos fundamentales (sanidad, educación, dependencia, etc.) para que los presupuestos se enfoquen en mandar dinero y armamento a Ucrania. Pero es que si mañana nos metiesen más de lleno en la guerra contra Rusia, quienes van a volver ‘con los pies por delante en cajas de pino’ seguro que no serán los burguesitos. Al revés, van a ser los hijos e hijas de nuestra clase obrera, de nuestros sectores populares.
Por eso, es absolutamente urgente que nos organicemos y levantemos un amplio frente obrero y popular contra la guerra, porque no queremos ser las sacrificadas en una guerra que para nada se corresponde con nuestros intereses. ¡Contra la guerra imperialista! ¡Por la paz entre los pueblos!
Fernando