Donald Trump bailando en un mitin

Desde hace meses, la prensa burguesa ha ido describiendo el proceso electoral de los Estados Unidos como una lucha de egos y personalidades entre el candidato del Partido Republicano, Donald Trump, y la candidata del Partido Demócrata, Kamala Harris, que acabó sustituyendo a un Joe Biden incapaz de disimular su papel de títere venido a menos. Como es lógico, la prensa de la clase dominante difunde sus propias ideas y, por eso, tiende a presentar realidades dicotómicas que no cuestionan el modelo de producción, que, sin embargo, es la semilla de toda contradicción. La clase obrera, por tanto, debe ser capaz de comprender los intereses de clase detrás de cada propuesta electoral.

La campaña de Kamala Harris ha estado centrada en el derecho al aborto. No es necesario insistir en que este es un derecho fundamental que garantiza que las mujeres puedan decidir sobre su propio cuerpo. La excandidata manifestó en alguna ocasión que firmaría cualquier proyecto de ley al respecto, pero sin definir sus límites. Además, no hay que olvidar que la sanidad en Estados Unidos es, principalmente, privada, por lo que las grandes beneficiadas no serían las mujeres trabajadoras, sino los grandes conglomerados empresariales, los fondos de inversión y los seguros sanitarios. Independientemente de que se reconozca o no el derecho al aborto, el modelo capitalista no es capaz de garantizar a las mujeres su derecho a decidir sobre su proceso de gestación. Asimismo, se ha mostrado favorable a profundizar los derechos del colectivo LGTBI y de las personas inmigrantes.

Quizá, estas propuestas de política interna son las que realmente separan a ambos candidatos. Donald Trump, por su parte, ha centrado su campaña en la promesa de llevar a cabo la deportación más numerosa de inmigrantes de la historia del país, así como construir el tan cacareado muro colindando con la frontera de México que ya había anunciado a finales de su último mandato. Esto, por supuesto, acompañado de una intensificación de la represión a la clase obrera. De hecho, no es casualidad que empresas operadoras de prisiones, como GEO Group o CoreCivic, hayan aumentado casi un 70 % su valor en bolsa tras los resultados del 4 de noviembre. Además, Trump no ha dudado en codearse con los grandes multimillonarios, especialmente Elon Musk, cuya empresa, Tesla, ha aumentado su valor bursátil un 35 %, alcanzando el billón de dólares. De hecho, se especula con que Trump termine liquidando la Junta Nacional de Relaciones Laborales, insuficiente pero único instrumento público de protección de los derechos de la clase obrera.

En lo que respecta a la política exterior, ambos candidatos se aproximan mucho más. La prensa de la facción progresista de la burguesía, es decir, del reformismo (PSOE, Sumar, Podemos y PCE) se ha preocupado por dar una imagen belicista de Donald Trump lo suficientemente impactante como para ocultar el belicismo de la propuesta de Kamala Harris. Ambos candidatos han apostado por un refuerzo económico y militar de la OTAN como mecanismo para que Estados Unidos recupere el liderazgo económico. Además, ambos han declarado su apoyo incondicional a la causa sionista a favor del genocidio del pueblo palestino.

Tanto Kamala como Trump son conscientes de que Estados Unidos está perdiendo la hegemonía mundial frente a los países nucleados en torno a los BRICS. La naturaleza depredadora del modelo de producción capitalista en su última fase, el imperialismo, no puede aceptar una realidad multipolar debido a su incapacidad de recuperar su tasa de ganancia. A Estados Unidos le conviene la guerra, por eso urge la creación de un Frente Mundial Antiimperialista capaz de organizar a la clase obrera hacia la toma del poder y la sociedad socialista. Frente a su modelo de guerra, nuestro modelo de paz.

Gabi

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