Pie de foto: Cascos azules en la RDC.
La República Democrática del Congo (RDC) ha destacado a lo largo de la historia como un objetivo estratégico del imperialismo. Ya de por sí África es un continente especialmente expoliado, y países como Níger, Mali, Burkina Faso, Chad o Sudán ya están tomando cartas en el asunto y están peleando su derecho a la autodeterminación a golpe de política y fusil. África está despertando de su letargo tomando como referencia, por un lado, la senda marcada por Thomas Sankara en Burkina Faso, con todos los matices que podamos encontrar; y, por otro lado, la heroica resistencia del Frente Polisario. Sin embargo, la RDC todavía arrastra el peso de su guerra civil (1996-1998) y de la sucesiva guerra del Congo, que se saldaron con más de cinco millones de muertos. ¿Por qué la RDC no suelta el lastre de su pasado y toma las riendas de su historia? Porque su carácter colonial todavía pervive gracias a los esfuerzos del imperialismo anglo-yanki-sionista.
Se estima que la RDC posee el 80 % de las reservas mundiales de coltán, un mineral que contiene tantalio, lo que es fundamental para la industria de la telefonía móvil. Además, es dueña del 60 % de las reservas de cobalto, cobre, estaño, diamantes y oro. Por último, es rica en tierras raras y wolframio. Todos estos recursos naturales se utilizan comúnmente en la producción de dispositivos tecnológicos, así como también de los coches eléctricos o las telecomunicaciones. Sin embargo, la RDC, que no posee industria capaz de utilizar tal cantidad de minerales, en 2022 solo ha ganado con su exportación 10 859 251 € por el cobre y 2 037 775 € por los minerales, según datos de Mundiestacom 2023. Para un país con un PIB de 64.072 millones de USD, estas exportaciones representan el 0.16 % y el 0.003 % de su economía, a pesar de tener prácticamente un monopolio. ¿Es que acaso la RDC no sabe manejar sus recursos?
Más bien, debería decirse que no puede manejarlos, principalmente debido a dos agentes vecinos aliados del imperialismo: Ruanda, que financia el M23 (grupo terrorista formado, principalmente, por tutsis); y las Fuerzas Democráticas Aliadas, relacionadas con el Estado Islámico ugandés. Su objetivo es saquear a punta de pistola los recursos mineros del país y venderlos ilegalmente tanto a Ruanda como a Uganda, que sin poseer este tipo de recursos, se convierten en potencias exportadoras.
Por supuesto, esta situación la aprovecha el imperialismo anglo-yanki-sionista y, como no podía ser de otra manera, sus empresas se aprovechan del tráfico ilegal, tal y como ha denunciado la ONG South Africa Resource Watch que, además, publica una lista detallada de las implicadas. Entre ellas figuran las estadounidenses Cabot Corporation, Kemet Electronics, Speciality Metals Company, Trinitechinternacional Inc.; la estadounidense-israelí Vishay Sprague; o las británicas Afrimex, Amalgamated Metal Corp. y Euromet. Por supuesto, entre esta nómina figuran otras de procedencia alemana, suiza o belga.
Es curioso que muchos medios insistan en que hay dos empresas chinas en esta nómina: Ningxia Non Ferrous Metals (Ningxia) y Pacific Ores Metals (Hong Kong). Este hecho les permite reforzar su teoría de un supuesto imperialismo chino sin tener en cuenta que tanto Ningxia como Hong Kong son regiones con cierta independencia económica, administrativa y financiera con respecto al Gobierno central.
Como mecanismo de defensa, y ante la pasividad de MONUSCO, el Gobierno socialdemócrata de Félix Tshisekedi ha empezado a contratar a los Wazalendo, milicias populares que apoyan al ejército en sus tareas de vigilancia contra estos grupos terroristas violentos. El futuro de la RDC es incierto, porque tras el levantamiento de los países del Sahel contra sus colonias, el imperialismo está perdiendo su presencia en África central. ¿Qué efectos podría sufrir la industria occidental si la RDC toma el control del coltán y el cobalto? Quizá el mundo empiece a cambiar de base.
Gabi