La historia del desarrollo de la sociedad es, ante todo, la historia del desarrollo de la producción, la historia de los modos de producción que se suceden unos a otros a lo largo de los siglos, la historia del desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción entre los hombres.

El Partido del proletariado debe, ante todo, conocer las leyes del desarrollo de la producción, las leyes del desarrollo económico de la sociedad.

La segunda característica de la producción consiste en que sus cambios y su desarrollo arrancan siempre de los cambios y del desarrollo de las fuerzas productivas y, ante todo, de los que afectan a los instrumentos de producción.

Bajo el régimen capitalista, la base de las relaciones de producción es la propiedad capitalista sobre los medios de producción y la inexistencia de propiedad sobre los productores que carecen de medios de producción por lo cual, para no morirse de hambre, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo al capitalista. En lugar de los talleres de los artesanos y de las manufacturas, surgen las grandes fábricas y empresas dotadas de maquinaria. En lugar de las haciendas de los nobles, cultivadas con los primitivos instrumentos campesinos de producción, aparecen las grandes explotaciones agrícolas capitalistas, montadas a base de la técnica agraria y dotadas de maquinaria agrícola.

Al dilatar la producción y concentrar en enormes fábricas y empresas industriales a millones de obreros, el capitalismo da al proceso de producción un carácter social y va minando con ello su propia base. Estas contradicciones irreductibles entre el carácter de las fuerzas productivas y las relaciones de producción se manifiestan en las crisis periódicas de superproducción, en que los capitalistas, no encontrando compradores solventes, como consecuencia del empobrecimiento de la masa de la población, provocado por ellos mismos, se ven obligados a quemar los productos, a destruir las mercancías elaboradas, a paralizar la producción y a devastar las fuerzas productivas.

En la URSS los productos creados se distribuyen con arreglo al trabajo, según el principio de “el que no trabaja, no come”.

La tercera característica de la producción consiste en que las nuevas fuerzas productivas y las nuevas relaciones de producción congruentes con ellas no surgen desligadas del viejo régimen. Los hombres no son libres para elegir tal o cual modo de producción, pues cada nueva generación, al entrar en la vida, se encuentra ya con un sistema establecido de fuerzas productivas y relaciones de producción. Cuando perfecciona ese o el otro instrumento de producción, este o el otro elemento de las fuerzas productivas, no sabe qué consecuencias sociales puede acarrear su innovación, sino que piensa única y exclusivamente en su interés inmediato, en facilitar su trabajo y en obtener algún provecho inmediato y tangible para sí.

Esto no significa que los cambios ocurridos en las relaciones de producción y el paso de las viejas relaciones de producción a otras nuevas discurran lisa y llanamente, sin conflictos ni conmociones. Por el contrario, estos cambios revisten generalmente la forma de un derrocamiento revolucionario de las viejas relaciones de producción para dar paso a la instauración de otras nuevas.

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