Pie de foto: Aportación de armamento de Petro Poroshenko (oligarca y ex-presidente ucraniano) al ejército ukronazi para la invasión de Kursk, drones incluidos. [Fuente: Wikipedia – Ministerio de Defensa de Ucrania]

Al régimen ukronazi de Kiev y a sus valedores imperialistas de la OTAN, cuando hacen declaraciones, últimamente se les llena la boca de conceptos como “fin de la guerra”, “paz y justicia”, “libertad e independencia” o “garantías de seguridad”. Rebosan cinismo, pues son los mismos agentes que incumplieron de manera sistemática los acuerdos de Minsk y masacran desde 2014 a la población del Donbass.

Zelensky parece querer ejercer la máxima presión posible, aspirando a imponer (que no negociar) una rendición a Rusia y en sus propios términos, mediante amenazas y ultimátums. En este sentido podría contextualizarse el intento de invasión del ejército ucraniano a la región rusa fronteriza de Kursk, desde principios de agosto; por supuesto, autorizada y auspiciada por la OTAN. Se trata de una provocación a gran escala contra Rusia: perpetrada con armamento suministrado por los países OTAN, apoyada por un ingente número de mercenarios extranjeros y cuya operativa ha sido dirigida por expertos militares de las potencias imperialistas: EE.UU. a la cabeza, así como Reino Unido e incluso Polonia. Tanto Jens Stoltenberg (Secretario General de la organización criminal OTAN) como Josep Borrell (alto representante para Exteriores de la también criminal e imperialista UE) han justificado y jaleado públicamente la invasión de Kursk.

La gravedad de los ataques ucranianos es extrema. No sólo porque hayan disparado contra objetivos civiles, incluyendo niños/as, viviendas residenciales y ambulancias; sino además por los repetidos bombardeos y ataques con drones a las centrales nucleares de Enerhodar (región de Zaporizhia) y Kurchátov (región de Kursk).

En caso de impactar de pleno, estas bombas ocasionarían una catástrofe nuclear de proporciones descomunales. Así pues, con razón, Rusia percibe estos actos como terrorismo nuclear, que imposibilita cualquier negociación.

De hecho, Rusia se ha visto obligada a revaluar su estrategia de defensa nuclear. Por si fuera poco, la OTAN viene incrementando aún más la amenaza, con el suministro al régimen ukronazi de misiles de largo alcance fabricados por EE.UU., Reino Unido, Francia e Italia (en Alemania hay presiones para enviar también). Estos misiles podrían llegar hasta objetivos clave bastante más allá del actual campo de batalla: centros de mando rusos, arsenales en el interior del país, etc. En pocas palabras, el imperialismo otanista está avanzando a pasos agigantados hacia el precipicio de arrastrarnos a una guerra nuclear total y directa contra Rusia. Aunque algunos representantes políticos atlantistas parecen no sopesar la gravedad de la situación, ¡ésta es máxima, crítica! Cualquier nueva agresión contra la integridad y/o la soberanía rusas puede ser una declaración de guerra sin vuelta atrás.

En su desesperación guerrerista, Zelensky y el régimen de Kiev contaban con que la autorización yanqui para usar dichos misiles de largo alcance llegaría pronto. Canadá apoyó en público la medida. Sin embargo, al momento de escribir esta líneas, afortunadamente eso aún no es así; ya que EE.UU. está evaluando las graves consecuencias de tal decisión: no solamente en lo que se refiere a sus elecciones presidenciales de noviembre, sino porque significaría un salto cualitativo determinante, con la OTAN entrando activa y aún más abiertamente en la guerra contra Rusia.

No obstante, el suministro bélico imperialista a Ucrania no se detiene: a mediados de septiembre, la Comisión Europea anunció un “préstamo sin condiciones” de 35.000 millones € extra al régimen de Kiev, sacados de los beneficios por los más de 200.000 millones € en activos financieros que el Banco Central ruso tenía depositados en instituciones europeas, y que fueron congelados tras el inicio de la Operación Militar Especial, dentro de un paquete más amplio de sanciones contra la economía rusa.

En definitiva, el imperialismo, en su agresividad desatada, está al borde de conducirnos a una guerra nuclear cuyas consecuencias destructivas son imposibles de calcular. Es indispensable que desde aquí organicemos un amplio movimiento obrero y popular por la Paz entre los pueblos y por el Socialismo, que se oponga a la organización terrorista imperialista OTAN y exija su disolución inmediata.

Fernando

 

 

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