Llega el mes de octubre y otra vez lo mismo, el fakin día de la hispanidad, cuando hay que celebrar no sé qué de la cultura española, de sus mejores valores y tradiciones, y para rematar, la explicación de que “España” realizó un colonialismo bueno, qué digo colonialismo, civilización de las tierras salvajes de América. En fin, que el día nacional no se base en una independencia, revolución o proceso emancipatorio, sino en una invasión con su consiguiente colonización, violencia, saqueo, violaciones y destrucción de otras culturas, dice mucho, y nada bueno, sobre la nación en cuestión, y sobre qué tipo de grupo social la domina. Algo que sin duda, también aclara la predilección y los vínculos de determinados sectores sociales de América latina con la oligarquía nacional.
En los apenas 200 años transcurridos desde la independencia de América latina, su soberanía, su auténtica independencia, se ha visto siempre condicionada, cuando no directamente anulada mediante golpes de estado. Y esto ha sido así, no solo porque las oligarquías latinoamericanas son subalternas en el orden jerárquico del imperialismo, sino porque además están constituidas por la misma clase criolla blanca que ya dominaba durante la época colonial y que durante estos 200 años siempre han afirmado y reafirmado su identidad europea, de ahí el uso de esa expresión, tan ridícula como incriminatoria, para referirse a España, la madre patria.
En efecto, debido a ese dominio de elites coloniales que siempre han discriminado y tratado con profundo desprecio al negro, al indio, o al mestizo, se ha dado esa facilidad para importar blancos europeos con los que equilibrar las relaciones de poder fundadas en criterios étnicos, y exportar todo tipo de sujetos, desde Ramfis Trujillo y los restos de su padre, el dictador genocida dominicano Rafael Leónidas Trujillo, pasando por otros dictadores como el cubano Fulgencio Batista o el venezolano Marcos Pérez Jiménez, y en general todos aquellos que tuvieron que abandonar su país, como también Perón.
Cabe destacar que la migración blanca europea en América, y la elitista americana en España, han sido siempre, por lo ya mencionado, bien acogidas. En el momento en que las demandas de mano de obra barata hicieron que los migrantes americanos ya no fuesen los de la élite criolla, sino los mismos proletarios negros, indios y mestizos despreciados en sus países, entonces ya ni hispanidad, ni madre patria ni pollas en vinagre, clase obrera racialmente estratificada cuya ausencia de “papeles” la obliga a subsistir invisible, y así de paso no molestar a los españoles de bien.
Es así como se explica que el barrio Salamanca, lo más elitista de Madrid, donde el metro cuadrado oscila los 6000 euros, haya empezado a recibir el nombre de Little Caracas o la Miami europea, que desde el 2013 hayan proliferado los “emprendedores” venezolanos, desde los negocios inmobiliarios de los Capriles hasta otros tan diversos como Bnext, Cobee o las hamburgueserías Goiko. Y sobre todo, su expresión política, Leopoldo López, Antonio Ledezma y ahora, Edmundo González, los representantes políticos de la élite venezolana que durante décadas acumuló la renta petrolera, los mismos ultras que desde la llegada del chavismo al poder han promovido golpes de estado, guerra económica, sabotajes y terrorismo. Con estas credenciales, cómo no iban a tener todo el respaldo de la oligarquía patria y de representantes tan significativos como Felipe González, Ayuso o Santiago Abascal. Qué mejor para la derechización de las masas que tanto demanda el imperialismo que importar fascistas guarimberos con amplios recursos económicos. De este modo, entre ucranianos y venezolanos se podrá armar una nueva red gladio con la que salvar los valores occidentales.
Eduardo Uvedoble