La escalofriante realidad que significa el proceso de genocidio del pueblo palestino, que ejecuta el grupo terrorista Tzahal con la aquiescencia, complicidad, ayuda técnica y financiera del imperialismo organizado en torno a la OTAN, ha tenido diversos episodios históricos que han ido conformando al bandido ente sionista, manteniendo la naturaleza sanguinaria de sus organizaciones matrices.

El 21 de agosto de 1969 un sionista (sinónimo de terrorista) incendió la mezquita de Al Aqsa, símbolo inequívoco musulmán, que agudizó la confrontación del pueblo palestino contra el terror del ocupante. La referencialidad de la mezquita se remonta al siglo VII para todos los creyentes musulmanes. El convencimiento de que fue el lugar escogido para que el alma del profeta abandonara este mundo no le ocupa a este artículo, desde el respeto, que no la convicción, de la creencia religiosa.

El objetivo generalizado de la acción sionista es el pánico generalizado. Cualquiera que haya intentado obtener información del hecho, habrá podido observar que al ejecutor se le presenta sin ninguna vinculación con organización concreta, intentando, y en  muchos casos consiguiendo, desligar la quema de la mezquita con la legalidad del “Estado de Israel”.

En otro orden, la legitimidad de la entidad sionista se reforzaría a partir de que el incendio de Al Aqsa (en árabe, “la mezquita más lejana”) se sitúa como un hecho más en una guerra de religiones, donde la antigüedad de la Torá determinaría superioridad sobre el Corán. Queda así eliminada la teoría de la guerra imperialista y negada la realidad de la violencia que ejerce el ocupante sobre el ocupado, con el discurso que los medios masivos emiten con presunta neutralidad, convirtiéndose, de hecho, en voceros oficiales del proyecto genocida.

Al Aqsa es en sí un acto de terrorismo del pasado que cobra más notoriedad por el aniversario y por el actual momento histórico que reproduce exponencialmente el criminal comportamiento del ente sionista y de los monstruos que conforman sus miembros de los comandos operativos.

El aniversario del incendio de Al Aqsa recupera la memoria de la destrucción de hospitales, escuelas, de viviendas; en suma, de toda la estructura de vida y de proyecto para las generaciones jóvenes que se está produciendo en Palestina de la forma más brutal.

Por eso, de las decenas - quizás cientos - de miles de asesinados por los bombardeos, drones y todo el material bélico de última generación empleados por los sionistas, un porcentaje elevado es de niñas y niños y mujeres en edad de procreación, independientemente de las ancianas y ancianos, que también han pagado con su vida el orgullo de ser palestino, al permanecer en su tierra con el peligro que corrían y que, efectivamente, han corrido.

El incendio de esta mezquita forma parte también de la respuesta de la Resistencia el 7 de octubre. Desde la resolución de la ONU en 1948 concediendo un “hogar nacional” a los judíos, el movimiento sionista ha estado usurpando tierras, hogares, enseres, de los palestinos, que tenían su ancestral presencia en la zona, cometiendo actos tan salvajes como los ataques a los campos de refugiados de Sabra y Chatila ocurridos en septiembre de 1982, donde fueron asesinados miles de palestinos. La ejecución por la Falange Libanesa, fue gestionada por el sionismo, que ocupaba ilegítimamente estos terrenos cercanos a Beirut. Una comisión internacional y el Secretario General de la ONU decretaron un año después la culpabilidad de la entidad sionista.

Se acerca el primer aniversario de la heroica acción de la Resistencia que, en el contexto de la liberación de Palestina del ocupante nazi-sionista, recupera la memoria de los actos terroristas sufridos, porque la Historia de los revolucionarios, antiimperialistas y antisionistas no puede quedar huérfana de las víctimas que se han quedado por el camino. El incendio de la mezquita de Al Aqsa forma parte de este cuerpo memorístico.

Ni olvido ni perdón, Palestina vencerá.

Víctor Lucas

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