El 1 de marzo de 1954, como respuesta a la farsa norteamericana que hizo de Puerto Rico un estado libre asociado para sacarlo de la lista de países coloniales, la cámara de representantes en el capitolio en Washington fue atacada. Una mujer al frente de la acción desplegó una bandera inmensa al grito de “Viva Puerto Rico Libre”. Ella era Lolita Lebrón, nacida en Lares un 19 de noviembre de 1919 como Dolores Lebrón Sotomayor; y junto a Rafael Cancel, Irving Flores y Andrés Figueroa colocaron el foco de atención sobre la causa de la independencia de su país. Al ser detenida declaró “no vine a matar a nadie, vine a morir por Puerto Rico” y esa parecía su suerte y la de sus tres compañeros, una condena a la silla eléctrica. Conmutada finalmente por cadena perpetúa.

Tras 25 años presa en Alderson (Virginia), de donde sólo salió para enterrar a sus dos hijos, el imaginario más tradicional, ese que coloca a las mujeres en las luchas de emancipación sólo como madres, hermanas o compañeras, la hizo madre de todo un pueblo. Lolita Lebrón es mucho más que la madre de la patria puertorriqueña, quién ha mantenido una lucha incansable y consecuente por la independencia hasta el fin de su existencia física en agosto de 2010, sin claudicar ni rendirse, es por derecho propio, por valor propio, por convicción propia, de aquellas personas imprescindibles.

Tampoco ha podido ser reducida a una imagen congelada en el tiempo, estereotipada y mediatizada por el sexismo de los medios capitalistas. La mujer que tras su indulto siempre mantuvo “nosotros somos una nación invadida, ocupada y abusada por los Estados Unidos de Norteamérica. Me siento muy orgullosa de haber actuado ese día”. La misma que conscientemente asumió la responsabilidad de sus actos, dejando claro siempre el precio que estaba dispuesta a pagar, pues para ella “si estás convencido de que es lo correcto, ni un paso atrás” y así en el 2001 fue nuevamente detenida y condenada por traspasar la zona restringida en Vieques, es cimiento de mujer nueva.

Nació humilde, pobre, campesina, sólo completó hasta el 8º grado. Costurera y emigrada en Nueva York, desde muy joven estuvo en el activismo político. A través de esta mujer inusual, atrevida, transgresora, valiente, libre, poeta, luchadora, militante y comprometida; el homenaje a todas las mujeres esforzadas, sacrificadas, que iniciaron o inician la travesía de luchar por su clase. Esa travesía, como la de Lolita Lebrón, no tiene pasaje de regreso.

Ana Muñoz

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