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Más allá de las risas y caras perplejas generadas por la difusión de la noticia del abandono de 128 de los 180 participantes en una carrera ciclista amateur, al saberse en el pelotón que iba a haber un control antidoping en la meta, el hecho merece una reflexión profunda sobre la realidad que envuelve el deporte de masas en la actualidad y, más allá de ello, la sociedad en su conjunto.

Hablamos de una prueba de aficionados que, debiendo ser el crisol de todos los valores positivos que alberga la práctica deportiva, al primer examen que se le somete, expresa de golpe una buena parte de valores absolutamente antitéticos a los inicialmente supuestos al deporte coherente con el aforismo olímpico de “mens sana in corpore sano”.

El deporte aficionado , que socialmente se concibe como fuente de salud y marco de sociabilidad alternativo al marcado por las muchas horas de esclavitud salarial, hay que reconocer que, en un alto porcentaje, también ha sido apropiado por los valores hegemónicos de la sociedad capitalista y lo han transformado en un nuevo espacio dominado por la ley del valor. Una realidad en la que finalmente, el deportista –la persona- también se convierte en una mercancía y, consecuentemente, actúa como tal sometiéndose a sus leyes y valores.

Competitividad, cosificación del contrincante, justificación del medio (corrupción) para la consecución del fin (ganar/ganancia), incremento de la composición orgánica del capital (bicicletas, zapatillas…más caras) y, también, explotación de la fuerza de trabajo (deportista).

El triunfo del Mal ( capital) sobre el Bien (deporte) en un nuevo espacio por la mercantilización arrebatado al ámbito comunitario.

Bicicletas de miles de euros, equipajes exclusivos de materiales innombrables, alimentación “deportiva” con pastillas de colores, constantes pruebas deportivas convertidas en negocios privados… si hablamos de ciclismo, pero da igual el deporte del que hablemos pues el canon es el mismo en todos.

Jugar al fútbol con una pelota vieja y las bolsas del colegio haciendo de portería, es un privilegio que el Capitalismo ha arrebatado a la infancia de este país de “mesis” y ha quedado relegado a la memoria en blanco y negro de los documentales.

Una experiencia que, hasta en los barrios obreros desaparece y, a la vista de las evidencias como la carrera ciclista con la que hemos empezado estas líneas, parece que lo hace junto a la salud que en principio proporciona la práctica deportiva.

Deporte vinculado a valores tan execrables como la competitividad desmedida, la insolidaridad, el engaño y la trampa, es un cóctel muy peligroso que merece ser denunciado.

En definitiva, debe quedar claro que, con esas bases, ya no se está hablando de deporte, sino de otra cosa, de una consecuencia más de esta sociedad enferma –el capitalismo- en la que no solo crece el doping deportivo, sino el consumo de todo tipo de analgésicos, estimulantes y opiáceos para el desarrollo de las funciones básicas de cualquier ser humano (dormir, trabajar, socializarse…).

Qué duda cabe que estamos ante una clara expresión de una sociedad en descomposición que exige una respuesta frontal más allá del chascarrillo puntual.

Tengámoslo claro, si el Imperio se derrumba, lo mejor que podemos hacer es empujarlo al precipicio y que desaparezcan con él toda su despreciable existencia

Por eso, desde Unidad y Lucha, además de reclamar la existencia de una práctica deportiva de masas que sea fuente de salud, le recordamos a nuestros lectores y lectoras que la mejor fuente de salud mental es la militancia comunista.

Julio Díaz

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