Un 11 de abril de 1910 nace en Pamplona. Huérfana a causa de la gripe de 1918, será criada por familiares junto con sus hermanos. Estudió en las Teresianas y en 1930 obtuvo la plaza de maestra en Güesa.

Es parte de esa generación de mujeres que unieron a su periplo vital los acontecimientos de su época, no como meras espectadoras y subalternas, sino como parte activa en el desarrollo de la lucha de clases. Mujer comprometida con la educación, la igualdad y la justicia al servicio de las grandes mayorías; al igual que a muchas de sus coetáneas, compromiso y coherencia son las palabras que la definen.

Afiliada a UGT, con 22 años fue secretaria del Partido Comunista. En 1932 participó en los debates de la Semana Pedagógica en Pamplona y en 1934, tras la revolución de Asturias, pasó a formar parte del Socorro Rojo Internacional.

Tras el golpe fascista, el 31 de julio de 1936 fue arrestada y llevada a la cárcel de Pamplona. Tenía 26 años. Un superviviente de aquellos días contaría en su libro aquel arresto: "Comencé a hablar con la joven, por lo bajo, y me explicó cómo fue arrestada [...] Me dijo que habían sido llevados a la sede de Izquierda Republicana, en la Plaza del Castillo de Pamplona, tomada por los falangistas. Allí, rodeada de falangistas, sufrió todo tipo de humillación por ser parte del Partido Comunista; entre risas y burlas, le hicieron beber un vaso de aceite de ricino y la dejaron arrestada en la comisaría”.

Como a miles y miles de mujeres, le raparon el pelo y la obligaron a tomar aceite de ricino. Fue paseada públicamente por Pamplona con la ropa rasgada y llena de suciedad. Formaba parte del ritual público de humillación específica deparado por razón de sexo. La humillación como correctivo social, con el beneplácito de las autoridades religiosas, pues los púlpitos misóginos siempre han bendecido y jaleado la opresión de las mujeres. Sigue siendo así con su consigna de “cásate y se sumisa”.

La brutal represión contra las mujeres revolucionarias o republicanas, incluido despojarlas de una de las principales marcas de género, formaba parte del castigo ejemplar para aquellas que osaron salir de su papel “natural” y enviaba un mensaje a toda la sociedad de cuál debía ser el modelo de conducta femenino.

Tras 11 días de escarnio público para que el miedo se inoculara hasta la médula en las generaciones futuras, tras sufrir torturas y más que probable violación, resistió hasta el final y nunca se arrepintió ni pidió perdón por sus ideas; siendo asesinada a tiros por los carlistas durante su traslado a Urbasa el 10 de agosto.

Su cuerpo, arrojado al Balcón de Pilatos, aun hoy continúa desaparecido, al igual que miles de víctimas del franquismo que pueblan las cunetas de este país y que siguen sin recibir justicia ni reparación.

Ana Muñoz

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