Pedro Sánchez negociando con JxCat

¡Apremien señoras y señores, apremien. El grotesco espectáculo electoral español del sistema monárquico-burgués inició ya el jolgorio! Así, desde unos años después de que el dictador estirara la pata en su nauseabundo catre, quienes supuestamente detentan el poder político fijan, en función de sus intereses y en los de la oligarquía que representan, la fecha en la que los comicios electorales tienen lugar. Después, ese mismo poder con sus elaboradas leyes al canto, establece los plazos en los que, una vez constituidas las listas electorales con personas que en general ni dios conoce, los partidos y organizaciones políticas se enfrascan en una campaña electoral de 15 jornadas insufribles. Eso sí, orquestadas insidiosamente por los enajenantes medios de comunicación burgueses al servicio descarado y sin escrúpulos de los partidos institucionales. Es decir, de las organizaciones que no combaten al capital. Finalmente, y en general, la miserable representación baja el telón al formar gobierno el partido que consigue la mayoría absoluta de escaños en el Parlamento. Unas veces, son los recalcitrantes franquistas del PP y sus rancios predecesores, otras veces son los conciliadores sociatas del PSOE. Ya saben, sufridos espectadores, para cumplir aquello tan versado desde tiempos de Lampedusa en El Gatopardo de “cambiar todo para que todo siga igual”. Y todos (burguesía y gobiernos rotatorios) más alegres que unas castañuelas.

Construir el socialismo

Lo que sucede es que, también a veces, el cobertizo se les viene abajo. Sobre todo, cuando ni unos ni otros alcanzan la codiciada mayoría absoluta en escaños. Entonces el lío  es descomunal –¡pasmoso!-, y todos empiezan a buscar frenéticamente partenaire para conformarla. Unos, ya recibieron calabazas de su cortejada pareja por mucho tesón que pusieron en el asunto. Claro que, reconozcámoslo, la jodida faena tenía sus riesgos. Los otros, algo más taimados y diligentes, coquetean todavía lo indecible, y salvo algún infranqueable escollo de última hora, “la cosa”, dicen, va por mejor camino. Cuestión de maña y tiempo, aseguran inefables y sabihondos expertos. Y en esas estamos, lo queramos o no, desde hace más de dos meses. Sin saber exactamente, en todo caso cuando relleno este espacio, cómo acabará el embrollado engendro. Ellos, con las cosas de su democracia: plazos, leyes, tribunales constitucionales, supremos, del poder judicial y tutti quanti, para -por supuesto- mejorar la situación del país y de “la ciudadanía”, que como saben va de culo, y nosotros (obreros, trabajadores, jubilados, jóvenes, estudiantes, etc.), sufriendo la tremenda carestía de la vida, los recortes, las bajas pensiones, los salarios de miseria, el trabajo precario, el paro, los desahucios, el criminal machismo, el fascismo larvado, etc., etc.; al tiempo que el causante de todo este drama, el infame capitalismo, mientras condena a medio mundo a la miseria y se va cargando el Planeta Tierra con el cambio climático que su funcionamiento engendra, despilfarra miles de millones de euros del erario público en guerras imperiales, cumbres indignantes y fiestas y galas a gogó. Evidentemente, es de otro sistema político que tiene necesidad la Humanidad, por mucho “avance social” que algunos prometan en el decrépito capitalismo.

Y es que, como afirma el editorial de Unidad y Lucha del mes de octubre, “frente a esta realidad de horror, que es sinónimo de sobreexplotación, destrucción del nicho ecológico, genocidio cultural, guerra y violencia, es urgente empezar a construir la alternativa civilizatoria global. Una sociedad determinada por la Vida que, dispuesta a enfrentar el anacronismo de la propiedad privada de los medios de producción y la esclavitud asalariada, construye el Socialismo conforme a la cultura, identidad e idiosincrasia de cada pueblo”. Una premura, por tanto, que la clase obrera y otras capas populares no debiéramos obviar, pues va en ello nuestro futuro y nuestra existencia.

José L. Quirante

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