No es el título de una de esas producciones hollywoodenses que hacen entrar millones de dólares por un tubo. Tampoco es el de la típica película de entertainment (término empleado para que nadie se llame a engaño) que, en general, infantiliza, enajena y distancia a la espectadora o espectador de una realidad social y política que el sistema capitalista prefiere ocultar o distorsionar en su favor. Se trata de “otra cosa” mucho menos vistosa para el establishment de la Meca del Cine, en este caso, la Alianza de Productores de Cine y Televisión (AMPTP). Es la lucha organizada de los trabajadores de ese medio cinematográfico en el poderoso sindicato SAG-AFTRA por sus derechos laborales. Esta organización reúne 160000 actores, locutores, periodistas, bailarines y cantantes, y que, unida al Sindicato de Guionistas en Hollywood (WGA), que representa 11500 guionistas, ha dicho basta y se ha echado a protestar por las calles de Los Ángeles sacudiendo los cimientos de la ilusoria “fábrica de los sueños” ante la posibilidad de una paralización total de la producción hollywoodense. Es un conflicto laboral, por tanto, de gran magnitud y fuerza que ha movilizado en huelgas y manifestaciones a decenas de miles de trabajadoras y trabajadores por mejoras salariales y laborales, pero también por nuevos convenios colectivos,algo que no se veía desde las combativas huelgas de actores de 1960.

Amenaza existencial

En aquella ocasión fueron los cambios tecnológicos de la época (la aparición de la televisión, en particular, y el derecho a participar de los “beneficios residuales” que proporcionaban el paso de películas por ese medio) lo que provocó grandes protestas y, al final, el logro de lo que se reivindicaba. Hoy son otros cambios tecnológicos, esta vez quizá más sofisticados (las nuevas plataformas digitales, la Inteligencia Artificial, etc.), los que han conducido a una movilización generalizada y a que el negociador de los actores, Crabtree-Ireland, dijera en rueda de prensa que los intérpretes se enfrentan a una “amenaza existencial de su forma de vida”. En esas están cuando redacto estas líneas después de cuatro meses de luchas ejemplares. Los actores, guionistas y la patronal con las espadas en alto, y sin atisbar una solución en el horizonte. Una situación, unas movilizaciones y una lucha, además, silenciadas, distorsionadas o, en el mejor de los casos, tratadas con frivolidad por los “grandes” medios de comunicación españoles. ¿Será porque esa batalla colectiva de los trabajadores del séptimo arte echa por tierra el mitificado individualismo norteamericano, panacea contra todo mal? ¿O es porque, al ser las voces de sus amos respectivos, lo que desean realmente es la derrota de los trabajadores para que no cunda el ejemplo? La lucha, que nosotros deseamos victoriosa, tiene la incuestionable respuesta.

Rosebud

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