Parafraseando a otro mamarracho de la política española, que en plena crisis, repetía el mantra de España va bien; los medios goebelianos de transformación de la realidad, han pasado casi de puntillas por las inundaciones de Libia.

Entre 5.300 y 12.000 fallecidos, más de 10.000 desaparecidos y 30.000 evacuados. Solo esta forma de contar las víctimas ya nos da una idea de la rigurosidad que se tiene con ese país “liberado” a bombazo limpio.

Y es que la realidad Libia, tras la “liberación” hecha por EE.UU. y la OTAN (incluyendo al Secretario General de Podemos en la Comunidad de Madrid, que entonces era JEMAD, José Julio Rodríguez), el país quedó destrozado.

Libia, la perla del Mediterráneo, cuyas condiciones de vida ya envidiarían los jóvenes de la podrida Europa. Esa Europa, cuna de la democracia occidental y de su cultura se ha podrido irremediablemente (en Grecia se acaba de aprobar la jornada de 13 horas diarias y 6 días a la semana), mientras que esa Libia de Muammar Al Gadafi otorgaba derechos a los jóvenes y garantizaba pan y bienestar para todos. Esa Libia cuyo presidente tenía una guardia personal compuesta de mujeres, pero claro, como no iban con el pelo pintado de morado ni bolsos de Louis Vuitton, no era una conquista feminista… era porque Gadafi era un depravado.

Gadafi, que escribió el libro verde, donde rechazaba la democracia liberal moderna europea y optaba por la democracia directa basada en comités populares de base. Un pensamiento donde unía socialismo, islam y nacionalismo, y que llevó a que se crease la Gran Yamahiriya Árabe Libia Popular Socialista. Esa Libia se enfrentó a EE.UU. y la OTAN en numerosas ocasiones, tanto en el norte, Golfo de Sirte, como en el Sur, contra las tropas del Chad colonizado por los franceses, en la franja de Auzú (Aouzou), donde curiosamente había uranio (¡cómo necesitan los demócratas franceses del combustible nuclear!).

Y es que Libia tenía que ser “otánicamente” liberado. Un país rico en petróleo que osaba repartir una cuota entre sus ciudadanos era un mal ejemplo para toda África, un país que tenía democracia directa, un país socialista, un país amigo de los soviéticos, aunque al igual que Argelia, perteneciera al grupo de países no alineados. ¿Cómo no iba a ser democratizado?

Y ese país, en donde se desató una oleada de terrorismo yihadista al que llamaban primaveras árabes y que acabó en 2011 con el asesinato de Gadafi y la destrucción del país, a la vez que se pusieron las explotaciones petrolíferas en manos occidentales y el resto del país en manos de caciques islamistas, los mismos que teóricamente combatía la democrática Europa y los EE.UU., aunque en esta ocasión la actuación más destacada fue la de la democrática y culta Francia, la colonizadora y criminal, cuya actuación en toda África será juzgada tarde o temprano. A ver si también hay suerte y de paso le quitan el nobel de la paz a Obama, uno de los directores de esta expropiación violenta de los recursos de África. También tuvieron papel destacado la Corte Penal Internacional, a la que nunca hemos visto juzgar a ningún líder europeo o norteamericano (salvo a los malvados “criminales” yugoslavos), lo que habla mucho de su imparcialidad, pidiendo el arresto de Gadafi, su hijo, su cuñado, y hasta el portero de la discoteca…

Para 2021 había previstas elecciones en Libia (la nueva y democrática y liberal Libia), pero en vista de los apoyos que tiene el hijo de Gadafi (Saif al Islam) todavía no se han celebrado. Y en esa situación de destrucción, descontrol, esclavismo y sumisión al capital extranjero se encuentra Libia hoy. Situación en la que se producen unas inundaciones nunca vistas que han llegado a crear lagos en el desierto.

Las infraestructuras destrozadas desde 2011 y sin planes de recuperación no resistieron los embates de los elementos, todavía hoy se siguen recogiendo cadáveres, aunque seguro que no serán los caciques islamistas, los señores de la guerra, ni los gendarmes de los franceses y norteamericanos. Esos cadáveres pertenecen al pueblo libio, a los pobres y desarrapados, a los esclavos de los mercados de Trípoli, que ha retrocedido 200 años en menos de una década.

En cuanto a la ayuda humanitaria, está llegando con cuenta gotas, no ha habido un ofrecimiento de 160 países como con Marruecos, como lo calificaron los “comunistas de UNICEF” la ayuda enviada ha sido una gota en el océano.

Para que los líderes de la OTAN se pongan a pensar, el 22 de septiembre, el Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, se entrevistó con los líderes virtuales de las dos líbias, la que tiene su sede en Trípoli (Gobierno de Acuerdo Nacional, reconocido por la ONU) y la que tiene su sede en Tobruk (a cuyo frente está el Jefe del “Ejército Nacional Libio”, Haftar, amiguito de Trump y John Bolton, y cuyo principal valedor es el mariscal egipcio Al-Sisi).

La escena internacional juega en todos los sucesos, naturales o no, y Libia no ha sido una excepción. Los muertos los ponemos los pobres. ¡Libia va bien!

Corbacho

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