Más de 6 500 exmilitares se quitan la vida cada año, en EE. UU., lo que representa, aproximadamente, uno de cada cinco fallecimientos en todo el país

Foto: Ilustración de Michel Moro

Al drama del aumento de la mortalidad por armas de fuego en EE. UU., donde cada día se producen más de cien muertes por esta causa, se suma la tasa de suicidios de los veteranos de guerra estadounidenses.

Más de 6 500 exmilitares se quitan la vida cada año, lo que representa, aproximadamente, uno de cada cinco fallecimientos en todo el país. El 70 % de estos eventos involucran armas de fuego, acorde con datos del Giffords Law Center, una organización para la prevención de la violencia armada.

El trastorno de estrés postraumático se identifica como una de las enfermedades que más afectan la salud del personal militar activo, de reserva y retirado, a lo que hay que incluir trastornos de ansiedad, depresión y uso de drogas.

Por ejemplo, según un informe del Centro de Información sobre la Pena de Muerte (DPIC), más de 800 000 veteranos de la Guerra de Vietnam y 300 000 de Afganistán e Irak sufren este tipo de padecimiento.

El Departamento de Asuntos de los Veteranos es el responsable de proporcionar los beneficios federales a los veteranos y sus dependientes.

Sin embargo, un periodista de la cadena cnn develó que hasta 40 veteranos murieron mientras aguardaban tratamiento en Phoenix, Arizona, durante la administración de Obama.

Pero no es el único lugar donde los veteranos sufren la indolencia por parte de los responsables de atenderles. Un informe revelado por varios periodistas confirmó que miles de antiguos militares aguardan meses en diferentes hospitales del país, para recibir tratamiento médico, refirió DW.

Las asociaciones de veteranos han criticado con dureza la actitud de la Casa Blanca ante la situación que enfrentan los excombatientes, en muchos casos sin empleo, mal atendidos, abandonados por la familia, y sin la atención prometida por el Gobierno.

Cada 11 de noviembre, Estados Unidos honra a los 19,5 millones de exsoldados, de los cuales, según el Departamento de Veteranos, 1,5 millones son latinos.

Acorde con la Ley de Inmigración y Nacionalidad de esa nación, «si usted sirve o ha servido en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, y le interesa convertirse en un ciudadano estadounidense, puede ser elegible para solicitar la naturalización».

No obstante, a muchos les espera, una vez terminado su servicio, la soledad, el desamparo y la deportación.

Otro ángulo del drama, que describe con exactitud la situación, es el hecho de que unos 300 excombatientes estadounidenses están actualmente en el llamado corredor de la muerte, a la espera de su ejecución.

Los tribunales no tienen en cuenta las secuelas sicológicas que padecen por las guerras. De las 1 400 personas ejecutadas desde que Estados Unidos restableció la pena de muerte en 1976, muchos fueron soldados condecorados, según el DPIC.

Son grandes «héroes» cuando están a millas de su nación, ejecutando las batallas del imperio, inspiración de protagónicos de series de televisión o del celuloide hollywoodense; pero una vez en casa, es alta, muy alta, la posibilidad de que sean considerados una carga peligrosa, y terminen olvidados o convertidos en los villanos de la historia.

Raúl Antonio Capote 


Publicado el 13 de septiembre en Granma

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