Ante la efeméride del golpe de estado de Primo de Rivera, publicamos estos días atrás el artículo del camarada Francesc Tendero, miembro de la Secretaría de República y Memoria Histórica del PCPE.
No obstante queremos dar luz en nuestro UyL digital a esta valiosa colaboración del compañero Andreu García Ribera, Director de El Otro País, que nos envía este interesante artículo con aportes enriquecedores.
Redacción UyL
DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA:
FASCISMO O BONAPARTISMO.
(100 aniversario del golpe de estado)
El llamado desastre de Annual de 1921 en el que murieron miles de soldados del ejército español, víctimas del despilfarro y corrupción de los mandos militares, unido a la megalomanía del general Silvestre, gran amigo del rey Alfonso XIII, está en la raíz del golpe de estado del general Miguel Primo de Rivera. Para investigar las responsabilidades de la catástrofe se nombró al general Picasso para redactar un expediente gubernativo que debía ser debatido en el parlamento. Las conclusiones de la investigación salpicaban a la Casa Real, en este contexto el rey llamó al Capitán General de Catalunya para formar Gobierno quien rápidamente nombró un Directorio Militar y confirmó el estado de guerra en todo el estado. Primo de Rivera no sólo contó desde el principio con el beneplácito real, sino que fue auspiciado desde Palacio como una forma de tapar la responsabilidad del monarca en la masacre de Annual.
Guerra colonial, corrupción de la Casa Real, parlamentarismo caciquil sin base social y represión contra el movimiento obrero que ya había sido ensayada en Catalunya con el asesinato de obreros anarquistas por los matones del Sindicato Libre de la patronal, fueron los ingredientes sobre los que se alzó la dictadura de Primo de Rivera en septiembre de 1923.
Un debate historiográfico respecto a la dictadura primoriverista es el de si se puede caracterizar como régimen fascista o se trató de una dictadura militar que trató de reconstruir un estado carcomido y desprestigiado por el caciquismo tras 50 años de Restauración borbónica.
Se distinguen datos que nos hablen de rasgos fascistas del régimen: Nada más tomar las riendas gubernamentales restauró la Subsecretaría de Gobernación colocando a su mando al tristemente célebre general Martínez Anido, autor de la guerra sucia contra el movimiento obrero en Barcelona, disolvió los Ayuntamientos que fueron sustituidos por juntas gestoras intervenidas por la autoridad militar, creó la figura de los delegados gubernativos en todos los partidos judiciales, el antiparlamentarismo y respecto de los comunistas, clausuró sus locales encarcelando a sus dirigentes. Por su parte la CNT, sufrió una despiadada persecución policial y su periódico Solidaridad Obrera fue cerrado, no en vano uno de los objetivos del golpe era la liquidación de la CNT.
Muy distinta fue la relación con el movimientos socialista, la UGT con el visto bueno del PSOE participó durante la dictadura en los órganos de regulación del trabajo, destinados a la colaboración entre empresarios y trabajadores bajo la batuta del estado corporativo, en un modelo copiado del fascismo italiano. La dictadura disolvió el Instituto de Reformas Sociales y fundó el Consejo del Trabajo, manteniendo a los delegados obreros de la UGT en el nuevo organismo e incluso Largo Caballero se integró en el Consejo de Estado.
Mientras Primo de Rivera mantenía estas relaciones con los socialistas, no descuidó el orden público al servicio de la burguesía y sólo a las 72 horas de su llegada a Madrid, el 18 de septiembre de 1923 legalizó las milicias del Somatén, que ya funcionaban en Catalunya y por Real Decreto extendió su funcionamiento a todas las provincias españolas y a las ciudades de soberanía del Protectorado en Marruecos.
Si bien, en los primeros momentos Primo de Rivera gozó del apoyo entusiástico de la burguesía catalana y de su expresión política la Lliga Regionalista, que pensaba establecer una cabeza de puente en la política madrileña y en la dirección política del estado, pronto se produjo el divorcio. El Directorio Militar fiel exponente de la España “Una, Grande y Libre” y disolvió la Mancomunidad de Catalunya. También prohibió el uso de la bandera y la lengua catalana en todas las Corporaciones oficiales e incluso vetó el catalán en los oficios religiosos.
El Marqués de Estella, dio un giro de 180 grados en su concepción inicial de abandonar el Protectorado de Marruecos, por presiones del propio estamento militar “africanista” y, sobre todo, de los propietarios de las minas del Rif, uno de cuyos accionistas más notables era el Conde de Romanones.
Podemos decir que la dictadura primorriverista fue el primer ensayo para crear un capitalismo de estado al servicio de la oligarquía. Tres fueron los sostenes económicos de Primo de Rivera, los terratenientes cerealistas de Castilla, la oligarquía siderúrgica vizcaína y le burguesía textil catalana. Un capitalismo de Estado que favoreció a las grandes empresas, potenció el monopolio y desarrolló una política de protección industrial, facilitando la penetración del capital extranjero, valga como botón de muestra la concesión del servicio de Teléfonos a la norteamericana ITT del grupo Morgan.
La Dictadura intentó una modernización capitalista utilizando la palanca estatal al servicio de la oligarquía industrial y financiera, cuyo ejemplo más explícito fueron las subvenciones y pedidos a grandes empresas, muchas de ellas extranjeras, para el crecimiento de las infraestructuras ferroviarias, sin embargo contrasta con la política agraria en la que no hubo esbozo alguno de renovación, como dice Tuñón de Lara, “la Dictadura dejó intangibles los privilegios de la aristocracia terrateniente, que siguió viviendo y explotando tierras y hombres como cien años atrás”.
La política económica de la Dictadura fue una tentativa de modernización autoritaria del capitalismo, pero sin tocar ninguno de los privilegios históricos de la oligarquía financiera y terrateniente y siempre bajo el cetro de una monarquía cómplice del mantenimiento de una estructura social profundamente injusta.
Un régimen que, desde mi punto de vista, tiene más rasgos pretorianos que estrictamente fascistas. Siempre fue una dictadura militar con poco peso político de los civiles. El partido Unión Patriótica no tenía sustento social y era una creación desde el poder gubernativo y ésta fue una de las críticas de Mussolini a Primo, no haber desarrollado un movimiento político con nervio e inserción social. Ideológica y estéticamente la Dictadura fue un proyecto conservador, sin la capacidad de movilización y retórica “revolucionaria” de los fascismos coetáneos de Italia y Alemania.
Un clásico régimen bonapartista que aparece como “muy personal” con la imagen de conciliar las clases sociales, pero que en realidad salvaguarda los intereses de las clases dominantes.
Andreu García Ribera
Director de El Otro País