Eurípides de Salamina dijo que

lo esperado no sucede, es lo inesperado lo que acontece.

Quizá esta frase sirva para explicar lo que nos ocurre desde hace algún tiempo. La crisis de 2008, negada hasta bien consumada nos sorprendió porque nos hicieron creer que vivíamos en un sistema de crecimiento infinito. Que el capitalismo, al menos para los países del capitalismo central, era invulnerable. Y aconteció…

Desde hace algún tiempo todos los indicadores económicos apuntan a convulsiones que afectarán a nuestro modo de vida al corto plazo. También los organismos internacionales nos plantean un futuro inmediato incierto.

La Agencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (Unctad) pronosticó un crecimiento para la economía global en 2023 en 2.1 %, muy por debajo del 2.8% que estima el Fondo Monetario Internacional.

El 10 de enero de 2023, en el Informe sobre Perspectivas económicas del Banco Mundial, se indica que “el crecimiento mundial se está desacelerando marcadamente debido a la elevada inflación, el aumento de las tasas de interés, la reducción de las inversiones y las perturbaciones causadas por la invasión de Rusia a Ucrania.” Y prevé un crecimiento para este año de solo el 1,7 %. Sin duda, un buen resumen de los indicadores que inevitablemente nos deben llevar a una nueva crisis, esta sí, anunciada a bombo y platillo.

David Malpass, presidente del Grupo Banco Mundial, a este respecto, declaró que

la crisis que enfrenta el desarrollo se está intensificando a medida que las perspectivas de crecimiento mundial se deterioran” , y en consecuencia “Los países emergentes y en desarrollo se enfrentan a un período de varios años de crecimiento lento impulsado por una pesada carga de la deuda y escasas inversiones; al mismo tiempo, el capital mundial es absorbido por las economías avanzadas que enfrentan niveles de deuda pública extremadamente altos y tasas de interés crecientes. El bajo nivel de crecimiento y de inversión empresarial agravará los retrocesos en materia de educación, salud, pobreza e infraestructura, que ya son devastadores, así como las crecientes demandas derivadas del cambio climático.

Esto es lo que esperamos. Sin embargo, no es necesario viajar al futuro para descubrir que en la actualidad la pobreza sigue aumentando en el mundo. Según Naciones Unidas, más de 700 millones de personas, el 10 % de la población mundial, vive en situación de pobreza extrema; sin acceso a la salud, la educación, al agua …

España, a pesar de formar parte del selecto grupo de países que forman el capitalismo central, de estar entre los estados europeos con menor inflación, de ser el que más crece económicamente en Europa, es el país de la UE donde más creció el riesgo de pobreza. Según la tasa AROPE, un 21% de los ciudadanos se encuentran actualmente al borde de ésta. Solo en el último año, el acceso a la alimentación básica, se ha encarecido más del 10%, mientras que el incremento de la media salarial no llega al 3%.

La ONG Save the Children, en su informe «Aquí no hay quien viva: un análisis de las dificultades de las familias para pagar la vivienda en España», sitúa que ocho de cada cien familias españolas no pueden pagar a tiempo su hipoteca o su alquiler y tres de cada diez niños viven en casas insalubres. Con la subida de tipos y el timo del euríbor, se prevé un aumento exponencial de desahucios. Según el Gobierno de España,

con el objetivo de que nadie quede fuera, el Gobierno ha regulado determinadas protecciones a aquellos colectivos que por su vulnerabilidad puedan ser objeto de desahucio, entre otros, se suspenden los desahucios hasta el 31 de diciembre de 2023.

A partir de aquí … La sanidad pública se desmorona. La atención primaria se desborda y las listas de espera no paran de crecer. El deterioro arrastra a la población a la sanidad privada… En un claro ¡sálvese quien pueda!, el negocio ya implica al 25,32 % de la población, que forman la legión de asegurados, que crece un 4% anual. En 2022, las aseguradoras ingresaron 10.543 millones de euros por pólizas, según datos de UNESPA (Asociación Empresarial del Seguro). También la educación pública se trunca como denuncian constantemente las y los profesionales del sector, al igual que el resto de los servicios públicos. La “colaboración público-privada”, eufemismo para describir la situación de privatización del patrimonio público es la principal responsable de esta situación.

La financiación tiene una clara preferencia. El incremento de los presupuestos para gastos militares y de guerra. El aumento histórico de la aportación a la Organización criminal OTAN, tiene su complemento “humanitario” en los 18.000 millones de euros que la UE entregará con el apoyo de España para la recuperación financiera y económica de Ucrania.

A pesar de todo, no sabría situar en qué fase del duelo nos encontramos. Quizá aun en la primera, la “negación”, porque, sin duda, aún no hemos llegado a la “ira” de forma generalizada, aunque sí que están preparadas aquellas opciones que van a rentabilizar el odio y la manipulación, para seguir avanzando la senda de ese proceso de duelo que queme el resto de fases y que lleve a la “negociación”, la “depresión” y por fin, la “aceptación”.

Pero, por esperado, no pasará, al menos en lo referente a la percepción colectiva. No estamos ante la puerta de una nueva crisis de sobreproducción o de rentabilidad clásica del capitalismo. No estamos ni siquiera sólo ante una profundización de la crisis estructural y que de manera determinista debiera llevar a la implosión del capitalismo ante sus propias contradicciones. Estamos, ante lo que algunos y algunas pueden llamar la tormenta perfecta, la conjunción de los astros o simplemente, lo denominado como el fin civilizatorio que nos ha acompañado desde el origen de la modernidad.

Efectivamente, la crisis general del capitalismo ya es un hecho y, junto al inevitable colapso, asociado a la falta de rentabilidad de su modo de funcionamiento, se une la escasez energética con los insustituibles combustibles fósiles al frente y de materias primas y la crisis medioambiental, mucho más allá de la climática. La destrucción de los ecosistemas y el ser humano en el centro del mismo, bajo la lógica de que no estamos al margen del nicho ecológico, sino que formamos parte de él.

Y la guerra y la destrucción del planeta como solución. Los frentes bélicos y prebélicos se amplían a lo largo y ancho de un mundo que, rompiendo con la racionalidad de la era moderna, se adentra en otra cosa.

Esto es algo que Gramsci definió como nadie con aquello de

El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos.

Y es en este tramo en el que el papel de las vanguardias políticas se hace fundamental para apartar a la humanidad del lado oscuro. La dicotomía socialismo vs. barbarie se representa más tangible que nunca.

El trabajo entre las masas, politizando y definiendo la movilización popular hacia la construcción de estructuras de contrapoder, que avancen en la percepción de que otro mundo es posible, bajo la concepción de un socialismo que sea referente en la trasformación social del uso de los recursos, con la planificación de los mismos para la satisfacción de las necesidades de la humanidad, es nuestra tarea prioritaria para la supervivencia de la especie y el planeta.

Sin la toma de conciencia y la implicación directa de la militancia actual, de la recuperación de una intelectualidad en pro de la mayoría social y de la toma de partido del sector de la clase más consciente, será difícil encauzar la transición al nuevo mundo  que se nos presenta.

Un nuevo escenario en el que el derrumbe civilizatorio, entendido como algo más amplio que la propia concepción económica del mundo, aunque estructuralmente ligada a la misma, por inesperado, oculto o no anunciado, acontecerá.

Kike Parra

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