Llega cualquier convocatoria electoral y el debate siempre es el mismo, incluso con muchas amistades, familia y compañeros y compañeras con quienes compartimos espacios de trabajo en el movimiento obrero y el popular.

Si votamos a quienes no van a sacar representación se pierde el voto y se beneficia la derecha; ya sé que no han hecho nada de lo que prometieron, pero me da miedo que llegue la derecha; me da vergüenza que aplaudieran a Zelensky y que hayan prorrogado las Bases yanquis, pero los otros son peores….y así hasta el infinito, pues son múltiples y variadas las excusas que se pueden usar para plegarse a la lógica “democrática” que, en función de sus intereses y en cada momento histórico, impone el sistema electoral burgués a favor de sus legítimos representantes.

La apariencia: elecciones libres, en las que se puede presentar quien quiera (o casi y con condiciones, pero ese es otro tema) y cada persona es un voto que elige entre variadas propuestas. Pura formalidad que encorseta la libertad y la participación a la representatividad de los partidos políticos y, tras nombres y colores diversos, oculta que, entre los verdaderos intereses que defiende cada opción de las que promociona el sistema (sistémica), no hay más diferencias que las que expresan al interno las diversas fracciones del Capital y del Estado que domina y dirige.

Como bien situó el filósofo marxista István Mészáros a raíz de la victoria de Tony Blair en el Reino Unido “tal como están hoy las cosas, el trabajo, en tanto antagonista del capital, se ve obligado a defender sus intereses no con una, sino con ambas manos atadas a la espalda. Una le ha sido atada por fuerzas abiertamente hostiles al trabajo, y la otra por su propio partido y sus dirigentes sindicales reformistas”

Esa es la realidad impuesta al movimiento obrero por la socialdemocracia y que, más allá de las consecuencias directas que tiene en la creciente desvalorización de la fuerza de trabajo y pérdida de derechos sociales, se sustancia en la trágica aceptación del capitalismo como el único mundo posible y, consecuentemente, del sálvese quien pueda de una sociedad dividida en clases y fundamentada en la explotación y la injusticia.

El individualismo y la competencia, frente a la clase y la solidaridad. Del trabajador al emprendedor; de la comunidad a la soledad. En definitiva de la esperanza en el futuro al pánico a lo que se avecina.

En ese tablero, con las reglas que nos dicen que lo colectivo ya no cuenta y cada cual puede negociar cara a cara con su patrón porque es “libre”, es en el que nos obligan a votar.

Atados de manos y con la boca callada en el centro de trabajo, en el barrio y, también, en la urna votando por lo que el Capital, y todos los medios de propaganda a su servicio, quieren que elijamos, así es la foto real de unas elecciones absolutamente delimitadas en su soberanía por los intereses del Capital.

La socialdemocracia en todas sus variantes, ha demostrado con claridad a lo largo de estos años de gestión de gobierno - central, autonómico y local - que no es una alternativa posible para la defensa de los intereses de clase trabajadora y que no representan más que la alternancia formal entre Cánovas y Sagasta.

Por eso, cuando no hay duda que el Capital sí defiende con claridad sus intereses de clase en el terreno electoral, la alternativa que representan las candidaturas del PCPE son el único voto coherente y consciente de los trabajadores y trabajadoras.

No hay duda, el único voto útil es el que se hace con conciencia de su significado y defendiendo en exclusiva los intereses y necesidades de la clase a la que perteneces.

Que no te líen los brindis al sol de las promesas electorales, pero tampoco el miedo

Vota con conciencia. VOTA PCPE

#DefiendeTusDerechosDerrotemosAlCapitalismo

Julio Díaz

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