Intentar darle sentido a una “política de Estado” sometida, dependiente y lacaya del imperialismo norteamericano puede provocar siniestras situaciones mentales para las personas que lo intenten y Freud debería haber profundizado más en las reacciones del cerebro ante estímulos irreconocibles. Si estuviésemos hablando solo de la disposición del actual gobierno de coalición PSOE/UP ante delitos cometidos en suelo patrio, nos encontraríamos con lo previsto en la “política de Estado”.

Esta es la situación que nos depara la subordinación a la OTAN y al que es el dueño del cortijo, los EE. UU. Fue muy explícito el actual ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, cuando despachó una pregunta acerca del cambio de posición del Gobierno con respecto al Sáhara: “la política exterior le corresponde al presidente del gobierno”. Él es un correveidile del presidente del Gobierno… y el presidente del Gobierno es el delegado en el Estado español de los EE. UU., ¡caso cerrado!

Sin escrúpulos, sin vergüenza (separado y junto), están actuando los gobiernos del régimen monárquico-burgués con respecto a la responsabilidad que tienen de garantizar la seguridad de las embajadas y consulados extranjeros en territorio nacional, acorde con las normas de la Convención de Viena, alusiva a las Relaciones Diplomáticas. Aludimos a los gobiernos porque, cumplidos los 4 años del asalto a la embajada, ninguno de los ministros que han ocupado la cartera de Asuntos Exteriores en ese período (Josep Borrell, Margarita Robles, Arancha González Laya y el actual José Manuel Albares) ha dado explicaciones o reporte alguno de sus gestiones ante Departamento de Estado estadounidense.

Ha sido la propia embajada de la RPDC la que ha publicado un comunicado denunciando el osado silencio con que los responsables del Ministerio de Asuntos Exteriores han respondido a las reclamaciones a las autoridades estadounidenses sobre la solicitud de extradición del terrorista Christofer Ahn, ya que fue identificado como líder del grupo que perpetró el asalto. Vierte la embajada los argumentos que el imperialismo estadounidense esgrime, basándose en la enemistad hacia la RPDC, que se sostiene desde la guerra que el imperialismo desató contra Corea en los años 1950-1953, con un ímpetu criminal y devastador, ya que arrojaron el triple de bombas que emplearon en la Segunda Guerra Mundial.

La propia embajada sentenciaba en su comunicado que “no habrá ni conciliación ni concesión en el asunto de defender el poder y la dignidad estatales de la RPD de Corea y proteger la vida y seguridad de nuestros ciudadanos. He aquí nuestra posición de principio invariable”.

El PCPE acompañó en esos días la declaración de la embajada con un comunicado de denuncia de la pasividad de las autoridades españolas, sobre la base de la dependencia que manifiesta a los intereses estadounidenses, puesta otra vez de forma explícita en este caso, como lo hizo en la preparación de la Cumbre de la OTAN, celebrada en Madrid el pasado año, donde, como anfitrión, dispuso del protagonismo en las propuestas más belicistas que el imperialismo planteaba para activar su industria militar en el contexto de la Tercera Guerra Mundial. Los Ministerios de Defensa de los países miembros de la OTAN bien podrían recuperar la nominación más acertada de ¡Ministerio de la Guerra!, que sintoniza mejor con las maniobras militares de carácter agresor que se desarrollan con los tres cuerpos de los ejércitos.

La alusión a esta situación de dependencia del Gobierno español se enmarca en el caso que nos ocupa del asalto a la embajada, porque la pertenencia a la organización otanista le somete soberanamente en el cumplimiento de sus obligaciones internacionales en el terreno del derecho, ni que decir tiene en el terrero de la ética.

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