Si atendemos a cuestiones meramente climatológicas, España sufre sequías de forma periódica cada ocho o diez años, al encontrarse en la zona templada del planeta y bajo la influencia de dos corrientes de aire, una de aire frío y húmedo que viene del Atlántico y otra de aire caliente y seco de origen africano. Este proceso se lleva repitiendo en la península ibérica desde hace más de 10.000 años, siendo ello un recurrente argumento para incrédulos y negacionistas del cambio climático. Pero la realidad es mucho más compleja, los efectos de la sequía son cada vez más devastadores y esto se debe, en gran medida, a que a las variables naturales se suman otros factores: la quema de combustibles fósiles; la tala indiscriminada de bosques, tanto para el consumo de madera como para la explotación agrícola del terreno o la especulación del suelo; la incesante proliferación de ganadería intensiva; el expolio de la naturaleza para la generación de energía, etc. De esta manera, a los gases que se liberan de forma natural se suman los producidos por estas prácticas, aumentando exponencialmente el efecto invernadero y el calentamiento global. Que buena parte del planeta se está secando es una evidencia, que hay factores externos que lo están favoreciendo es una realidad.

No cabe duda de que es la injerencia del ser humano sobre el medio ambiente quien ejecuta estas agresiones, pero quienes lo dictan y organizan no son otros que los intereses del sistema capitalista y sus gestores. El capitalismo esclaviza al pueblo trabajador y, en su afán de lucro, no duda en forzarle a esquilmar los recursos naturales, en beneficio de un sistema que a su paso pudre y destruye. Entretanto, con el objetivo de distraer la atención sobre las verdaderas claves de esta problemática y sus responsables, se resta importancia a lo que verdaderamente es determinante y se culpabiliza a la individualidad de las personas sobre la aceleración del calentamiento global, la desertización del planeta o la degradación y desaparición de los recursos hídricos. Desde luego, la educación ambiental y los buenos hábitos son importantes para que cada cual favorezca el cuidado y buen uso de los recursos, sin duda, pero no nos dejemos engañar, la base del problema de la escasez de agua no radica en el grifo que gotea en tu cocina, ni en haber apretado el botón equivocado de la cisterna del váter, ni siquiera y por entrar un poco más en el fondo del asunto, en el pozo con el que el pequeño agricultor riega su huerto

Para explicarlo más detalladamente y con ejemplos concretos. Las administraciones públicas vienen favoreciendo el crecimiento incontrolado de enormes plantaciones de frutales, almendros, olivos, frutas tropicales o aguacates, entre otros. Estos macro cultivos y la introducción de variedades que necesitan cantidades ingentes de agua, nos han llevado a padecer una fatal crisis estructural de recursos hídricos. Situar como dato que 2022 ofreció las peores cifras de agua embalsada de los últimos 27 años. En este escenario de negocio y permisibilidad no podían faltar los regadíos ilegales, y no para nutrir el pequeño huerto del labriego, estos regadíos los promueven las grandes empresas del sector y cubren miles de hectáreas de cultivos. En este escenario, los embalses se han convertido en meros almacenes temporales de agua, a medida que el líquido llega se deriva hacia el regadío. A su vez, los acuíferos subterráneos se van vaciando con la misma ligereza con la que exprimimos una esponja al apretarla. Por situar un dato y sin contar con la extensión de los cultivos “legales”, si sumamos Las Tablas de Daimiel (Castilla La Mancha), Doñana  (Andalucía), Mar Menor  (Murcia) y Arenales (Castilla y León), con el agua extraída ilegalmente se están regando 88.640 hectáreas, o lo que es lo mismo, la superficie de 107.200 campos de fútbol. Se están condenando estas tierras a una escasez hídrica permanente e irrecuperable.

Aún se agudiza más el problema cuando sabemos que, de la poca agua que tenemos, al menos el 30% de las masas subterráneas presentan problemas químicos derivados de la contaminación agropecuaria e industrial. Los desechos y las necesidades de las emergentes macro granjas; el uso masivo de fertilizantes, plaguicidas y químicos en los cultivos; las miles de toneladas de residuos que genera la industria, etc., todo ello ofrece una situación insostenible que, aunque el movimiento ecologista afín al sistema y la socialdemocracia quieran hacernos creer en recurrentes vías de solución, en el capitalismo poco más podremos esperar que aislados movimientos de mero maquillaje.

Los sucesivos gobiernos del Estado, así como las administraciones autonómicas, no han hecho más que ejercer de marionetas del sistema. Podemos afirmar que, objetivamente, el marco legislativo español favorece la especulación y la corrupción del agua, mientras que poco o nada hace por frenar la situación en la que nos encontramos, menos aún por revertirla. Mucho y malo habría que situar sobre lo que se ha venido legislando al respecto durante las últimas décadas, si bien y por no extendernos, señalaremos tan solo algunas de las más significativas y recientes actuaciones. Cabe remontarse a la sequía de 2017, una de las peores de los últimos veinticinco años. El gobierno de entonces, del Partido Popular, lejos de buscar mitigar el impacto de la sequía, aprobó el Real Decreto 10/2017, permitiendo las exenciones al pago del agua y la compra-venta de derechos entre usuarios, dando con ello rienda suelta a la especulación y al fraude. Poco después, en 2018 y durante esa misma legislatura, se tramitó la Ley 1/2018 con el título “…medidas urgentes para paliar los efectos producidos por la sequía en determinadas cuencas hidrográficas…”, si bien para lo único que se elaboró fue para proveer de mejoras fiscales a los titulares de explotaciones agrícolas y ganaderas. Más recientemente, en 2022, el gobierno más progresista, feminista, ecologista (y otros tantos “istas”) de la historia, aprobó el Real Decreto 04/22, supuestamente para atajar el problema de la sequía pero que, finalmente y en la práctica, solo contempló más medidas de apoyo económico y fiscal hacia las empresas del sector agrario, sin referencia alguna no solo al problema de fondo sino a medida alguna para comenzar a poner freno a la situación. Y sí, cómo no, mencionar de nuevo a Doñana, con el PP y la ultraderecha de VOX aliados en el Parlamento andaluz, blanqueando los regadíos ilegales existentes en el humedal y dando rienda suelta a otros tantos, desoyendo a expertos e ignorando los estudios que alertan de la sentencia de muerte que ello supondrá para este enclave de biodiversidad. En este aspecto, es difícil pasar por alto las lamentables condiciones laborales y de vida que sufren los trabajadores y trabajadoras de estos lugares, si bien y por no desviar el tema nos centraremos en el motivo de este artículo. No hay duda, las administraciones están trabajando sólo para favorecer el negocio y la corrupción, nada hacen por revertir la situación, gestionar el adecuado uso del agua y garantizarlo como recurso universal.

En definitiva, la sequía es un fenómeno natural que no podemos evitar, de eso no hay duda, pero lo que sí está en nuestra mano es luchar para liberar al medio ambiente de las sucias manos del capitalismo, responsable máximo de la aceleración del cambio climático y del expolio del planeta.

Javier Martorell

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