El inevitable fracaso de 'El Pijoaparte'

Barcelona, 1956. Un joven lumpen con buena planta accede a una de las mansiones del barrio de Pedralbes, en la que los vástagos de la gran burguesía celebran la noche de San Juan. Colarse en esa verbena, deslizarse con aplomo entre los corrillos de veinteañeros despreocupados, forma parte de la táctica con que Manolo 'El Pijoaparte' pretende introducirse en un mundo cuyas puertas siempre permanecerán cerradas.

El Pijoaparte es un estafador, un don nadie que (como lo define su padre literario, el inigualable Juan Marsé) se abre paso "a golpe de chulería"; pero también es un ingenuo incapaz de advertir que en esa misma fiesta va a encontrase con la chica que en el plazo de los próximos meses van a marcar su destino: Teresa, la prototípica "niña bien" que en su delirio romántico y pseudo-revolucionario le confunde con un militante comunista, un hombre de la clandestinidad, un héroe urbano.

El desarrollo de esa fugaz historia de amor y de aspiraciones frustradas sirve para intuir los orígenes de ese juego de falsas identidades tan común en nuestros días. De un lado, el joven sin oficio ni beneficio que ansía verse integrado: si no en la "gran vida", sí al menos en la placidez material de la clase media; de otro, la hija de un acaudalado industrial que, aburrida de su desahogada posición, coquetea no tanto con la clase obrera sino con lo que sus fantasías definen como clase obrera. Tanto el uno como la otra se equivocan, pero las consecuencias del error no serán las mismas. Cuando todo acabe, 'El Pijoaparte' habrá pasado por la cárcel y solo será uno más entre una multitud de parias desclasados, mientras Teresa volverá al mundo del que en realidad nunca salió: destino poco glorioso, pero llamativamente común entre los "progres" de cualquier época.

Juan Mas

uyl_logo40a.png