En el Unidad y Lucha del pasado mes de enero ponía en duda el carácter transformador del nuevo presidente de Chile, Gabriel Boric. Menos de un año después de su elección como flamante presidente, los hechos dan la razón a lo escrito, y no por previsible deja de ser triste.

El gobierno de Boric mantiene la represión contra el movimiento estudiantil y popular, contra la nación mapuche y el movimiento obrero. Sorpresivamente se negó a recibir al embajador sionista en protesta por los ataques a Gaza; para a los pocos días pedir disculpas y recular vergonzosamente. En su último discurso ante la Asamblea General de la ONU, Boric se dedicó a atacar a Venezuela, Nicaragua, Rusia e Irán. “Good boy”, pensaría Biden.

Pero lo más sorprendente ha sido la contundente derrota que ha recibido en el plebiscito constitucional. Un fenómeno digno de estudio, en el que una nueva constitución redactada por una Convención Constitucional, elegida con el 80% de los votos, pierde con un 60% de los votos que rechazaron la nueva carta magna.

La derecha y buena parte de la socialdemocracia histórica explotaron todos sus resortes mediáticos y propagandísticos, a la vez que, en las filas de la izquierda, el desencanto por Boric y por un texto constitucional descafeinado que no satisface a nadie, desmovilizaba la base social por un cambio constitucional.

Chile tendrá nueva constitución, ciertamente, pero ahora se abrirá un nuevo proceso en el que la oligarquía chilena y los monopolios internacionales tendrán la capacidad de influir aún más en la redacción de la nueva Carta.

La propuesta de constitución rechazada masivamente en el plebiscito no era ni mucho menos fruto de un debate abierto al pueblo, al contrario, se hizo “puertas adentro”, y fue fruto de pactos y transacciones entre grupos de poder territoriales y diversos lobbies más o menos legítimos. Era, en el fondo, reflejo de lo que es Boric, gestos y símbolos sin tocar los resortes del poder. Esta derrota, borrará hasta lo gestual y simbólico, como por ejemplo la definición de “Estado ecológico y plurinacional”.

Boric tenía tres caminos, el del campo popular, el de intentar contentar a todos y el de traicionar al pueblo. Optó por el del medio y acabará, si no ha acabado ya, en el de traición más infame, entregándose a las viejas y nuevas oligarquías chilenas y al amo del norte.

Mientras, el movimiento estudiantil sigue en pie de lucha, la nación Mapuche sigue resistiendo las embestidas del ejército, las cárceles seguirán llenas de prisioneros y prisioneras políticos y los gases lacrimógenos lloverán los 11 de septiembre cuando se recuerde a Allende. La pátina progresista del nuevo presidente, tan joven por fuera y tan vacío por dentro, ha durado bien poco.

Ferran N.

 

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