El Instituto de Salud Carlos III, actualmente dependiente del Ministerio de Ciencia e Innovación, dirige el sistema de monitorización de la mortalidad diaria por todas las causas (MoMo) establecido desde 2004 con el objetivo de identificar las desviaciones de mortalidad diaria observada (datos notificados) con respecto a la esperada (estimaciones estadísticas según las series históricas de mortalidad).
Inicialmente establecido para controlar las muertes provocadas por las elevadas temperaturas, el sistema evolucionó para detectar en tiempo real cualquier impacto sobre un parámetro literalmente vital en Salud Pública como son los excesos de mortalidad. La limitación del MoMo es que no identifica las causas de dichos excesos, habiendo de esperar varios meses hasta que se consignen las causas de muerte y sean publicadas en la Estadística de Defunciones del INE. Forma parte esencial de nuestra tarea revolucionaria señalarle a nuestra clase las causas de las causas y elevarlas a conflicto político contra el sistema de explotación.
Según el Panel MoMo (https://momo.isciii.es/panel_momo/), en lo que llevamos del año 2022 hasta el 20 de septiembre han muerto en España 31.921 personas más de las estadísticamente esperables, un exceso de mortalidad que supera en 7.431 personas el de todo el año 2021, cuando la COVID-19 todavía era una realidad patente en nuestro contexto social. Un incremento en la mortalidad del 10,4 % que se ceba especialmente, pero sin exclusividad, en mayores de 85 años y con brecha de género (incremento del 11,9 % en mujeres frente al 8,9 % en hombres).
¿Las causas? Los medios, las instituciones y algunos de sus adocenados “expertos” echan balones fuera. Recordemos que a partir del 22 de marzo pasado, el capitalismo español decidió que ya no aguantaba más y a su ya criminal gestión de la pandemia añadió una nueva Estrategia de Vigilancia y Control de la COVID que, sin esperar a la resolución de la sexta ola pandémica (la de la variante ómicron) decretó restringir las pruebas diagnósticas específicas del COVID-19 a las personas mayores de 60 años, perdiendo el control sobre la circulación del virus entre la población general, multiplicar por 10 los baremos para rebajar las calificaciones del riesgo, basar su estrategia exclusivamente en la ocupación de camas hospitalarias y de UCI, y hacer públicos los datos mutilados sólo dos días a la semana. Se acabaron las bajas laborales de los casos asintomáticos y leves, los rastreos y cuarentenas de contactos estrechos, las mascarillas dejaron de ser obligatorias en espacios cerrados y ya no se limitarían los aforos. Lo llamaron “gripalización” y estas son sus consecuencias.
Un escandaloso apagón de datos y toda una estrategia de desinformación dirigida a ocultar la realidad de la pandemia en el vano intento de salvar un capital cuyas irresolubles contradicciones han debilitado irreversiblemente sus constantes vitales tanto en la vertiente de la producción como en la de consumo, y que ya no saldrá vivo de la UCI.
La realidad, no obstante, es tozuda: el exceso de mortalidad acumulado en España desde el inicio de 2020 hasta el 20/09/2022 es de 124.583 muertes (113.296 si descontamos las muertes atribuibles a temperatura, cifra muy cercana a las 113.845 muertes por COVID-19 oficialmente reportadas durante el mismo período). Y si nos limitamos al año 2022, el exceso de muertes descontadas las atribuibles a temperatura es de 26.092, comparadas con las 21.667 muertes por COVID-19 en España según el European Centre for Disease Prevention and Control (https://www.ecdc.europa.eu/en/publications-data/data-daily-new-cases-covid-19-eueea-country).
Sin caer en simplificaciones, y sin excluir el colapso sanitario ahora evidenciado por la pandemia tras décadas de desmantelamiento y privatización de la sanidad pública, la mal llamada “pobreza energética” o la “colaboración” público-privada en las residencias de ancianas/os, podemos afirmar el fuerte impacto que la COVID-19 continúa teniendo sobre la salud colectiva, pese al ocultamiento mediático y gubernamental. ¡Es la COVID, amigo! Sustitúyase “COVID” por “mercado” y obtendremos la versión de Rodrigo Rato en su involuntaria denuncia del carácter criminal del capitalismo.
El negacionismo de Estado ha convertido la COVID-19 en la nueva meiga del siglo XXI, que todas/os sabemos que no existen, pero que “habelas, hailas”. Protejámoslas, pues estas ancianas mujeres de la mitología gallega forman parte del sector de población más duramente masacrado por los actuales excesos de mortalidad.
José Barril