Transcurridos algunos meses desde que empezaron a perderse convenios colectivos, fruto del golpe  asestado a la negociación colectiva a través de la perdida de la ultraactividad y los descuelgues patronales,  la escasa reacción por parte de las organizaciones sindicales pudiera indicar que se trata de un asunto de poca importancia y sin relevancia para el futuro de la clase trabajadora. Tampoco las organizaciones feministas han dicho nada sobre la relación entre los convenios colectivos, su desaparición, y los retrocesos en igualdad de género. ¿Cuál es la importancia real del binomio negociación-derechos? ¿Es ciega  la negociación colectiva para  las cuestiones de género? ¿Es posible hablar en abstracto de los derechos de las mujeres sin  vincularlos a las condiciones de vida y laborales? ¿A qué se debe tanto silencio? Las líneas siguientes son un breve análisis de la situación y un intento de dar respuesta a algunas de las preguntas, que permitan unas propuestas mínimas desde el feminismo de clase.

El carácter de la negociación colectiva concebida como una conquista y un mecanismo por el que la clase trabajadora participa en el desarrollo de sus condiciones laborales  y colectivamente  hace frente a la patronal y consigue  vender su fuerza de trabajo en mejores condiciones, se ha hecho añicos con las dos últimas reformas laborales. En  ellas se dinamitaron, además de los  salarios, la posibilidad de la promoción de igualdad de oportunidades en el trabajo; la remuneración igual  por igual trabajo; la ampliación de  la protección de maternidad y paternidad; los derechos de lactancia; la protección frente al acoso sexual y acoso sexista; los planes de igualdad en las empresas;  las guarderías infantiles; los  turnos, descansos, movilidad geográfica, salud laboral, y un largo etcétera, que inciden directamente sobre las condiciones de  vida y laborales de las mujeres trabajadoras. Siendo  los convenios  posibles  instrumentos para el avance en temas de género, la desaparición de la negociación extingue esa posibilidad. No podía ser de otra manera, la oligarquía necesita engullir todos los derechos de la clase trabajadora para engordar sus cuentas de resultados,  y los que tienen que ver con la igualdad de oportunidades en el mundo del trabajo o con medidas que tiendan a la corresponsabilidad de los hombres en el cuidado de la familia no podían quedar incólumes.

Es cierto que el alcance real de los logros y avances para las trabajadoras en materia de negociación colectiva ha sido  limitado y muchas veces no han pasado de meras declaraciones programáticas.  La causa  de esa ineficacia no está en el instrumento usado, obedece a diversas razones. En primer lugar, se encuentra en  la fuerte segregación y segmentación laboral existente. Así, la mayoría de mujeres trabajan y están sobrerrepresentadas en  los sectores más precarios y desregulados de la economía. La existencia de sectores feminizados, con alto grado de informalidad y ausencia de derechos, como en el caso del personal doméstico y de cuidados, o en el sector servicios, donde las condiciones laborales y la calidad del empleo siempre han sido peores que en los sectores de amplia presencia masculina, son razones de que ni tan siquiera en ciclos expansivos del capitalismo se logran avances significativos  y mejoras para las trabajadoras a través de la negociación colectiva. En segundo lugar, en la negociación colectiva y debido a la baja representación de mujeres,  aparecen sesgos sexistas en cláusulas que pretendiendo conciliar la vida laboral y familiar, atribuyen en exclusiva a las mujeres las tareas de cuidados. O se deja un amplio margen a la discrecionalidad y discriminación  en el acceso al empleo, la promoción o los periodos de prueba.

La falta de respuesta contundente frente a la pérdida de la negociación colectiva en general y, en lo particular respecto a las mujeres trabajadores, no está en su poca eficacia para lograr avances generalizados en el mundo del trabajo respecto a las cláusulas de paternidad/maternidad, responsabilidades familiares, condiciones de trabajo, no discriminación o  promoción de igualdad. La causa última del silencio es la existencia de organizaciones que carecen de pensamiento propio y autónomo al de la clase dominante, asumiendo los valores de aquellos.

Lola Jiménez

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