Resulta una sorpresa agradable poder ver hoy en la gran pantalla o en alguna plataforma una película sobre Eleanor Marx, la hija menor de Carlos Marx, y sobre todo una militante comunista que marcó el movimiento obrero internacional. Por dos razones básicamente: por las contadas ocasiones en que el cine comercial trata con respeto la vida de quienes combaten la explotación capitalista, y porque, con su lenguaje particular, el séptimo arte puede contribuir a aproximarlos al común de los mortales. Es, precisamente, lo que la cineasta italiana Susanna Nicchiarelli (Roma, 1975) plantea en "Miss Marx", bella e interesante película realizada en 2020.

El filme comienza durante el entierro de Carlos Marx en el cementerio londinense de Highgate, el 14 de marzo de 1883. Eleanor Marx tenía entonces 28 años, y ante Federico Engels, Charles Longuet (marido de la hija mayor de Marx, Jenny Marx, y dirigente del movimiento obrero francés), Paul Lafargue  (esposo de Laura Marx y revolucionario franco-cubano), Helene Demuth (la inestimable ama de llaves de la familia Marx), y Edward Aveling (su compañero y firme defensor de la evolución darwiniana y del ateísmo), “Tussy” (como llamaban también a Eleanor Marx), cuenta conmocionada la intensa vida del pensador de Tréveris, que se entregó a la investigación para que dispongamos hoy de una teoría que explica científicamente el origen del mundo, su evolución por la lucha de clases y su inexorable transformación.

Visión realista

Sin embargo, la directora trasalpina no se ciñe a mostrar el compromiso político de Eleanor Marx por preservar y proseguir la imponente obra económica y filosófica de su padre, sino que, además, realiza una sugestiva exploración del personaje, más allá de su vida pública en defensa de la emancipación obrera. Es decir, se adentra con éxito en cuestiones espinosas como las no siempre fáciles relaciones familiares y amorosas frente a las convenciones de la época; sin olvidar la problemática específicamente feminista (en ese sentido, las secuencias del impacto de la obra de Ibsen, o la de la cuestionable revelación de Federico Engels en su lecho de muerte, son muy significativas), ni tampoco las tensiones que experimentan las mujeres en el movimiento obrero.

Consideraciones que propician una visión no exenta de dudas y contradicciones - por tanto realista - de una revolucionaria que, no por serlo, es menos humana.

La película no será una obra cinematográfica imperecedera, y lamentamos igualmente la caricatura que la realizadora hace de las luchas obreras, reduciéndolas a la aparición de algunos dirigentes, o a la presencia de una masa anónima. Pero aún así, el filme tiene el encomiable mérito de explorar problemáticas aún de actualidad e incitar a conocer mejor el marxismo y la lucha revolucionaria. Nada desdeñable estos días.

Rosebud

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