Evaluar la gestión del gobierno de coalición PSOE/Unidas Podemos resultaría a todas luces insuficiente  sin considerar todo el complejo proceso que, a 100 años de la ruptura histórica del socialismo español entre comunistas y socialdemócratas, ha vuelto a situar a todos los grupos y partidos que apoyan al gobierno de Pedro Sánchez bajo la dirección política e ideológica de la socialdemocracia.

Tras décadas de gloriosa resistencia antifascista y miles de militantes presos aún en los presidios de la Dictadura, la dirección del PCE, encabezada por Santiago Carrillo, inició este recorrido en 1956 con el giro interclasista de la denominada política de Reconciliación Nacional, renunciando a derrotar al franquismo y a las clases y sectores sociales que conformaban su base económica y social. Pero es, sobre todo, con el viraje eurocomunista que propició la Transición política con la que la oligarquía española, sin responder de ello, normalizó su origen fascista y legitimó su integración en Europa, sin el que resulta imposible entender la realidad de estos casi tres años de gobierno de coalición.

Una línea política marcada por décadas de concesiones explica el complejo proceso histórico que coloca hoy  al movimiento obrero en su conjunto, pero, fundamentalmente, a  sus organizaciones históricas de referencia (PSOE, PCE, UGT y CCOO), en una posición de absoluta subordinación ideológica y programática de las clases dominantes. No es posible asimilar el grado de integración sistémica de este gobierno autodenominado de “izquierdas y progresista”.

Nada que objetar a las organizaciones que ya desde 1914 se posicionaron con la burguesía y se situaron, no solo como sus gestores, sino como sus agentes en el seno del movimiento obrero para combatir la ideología revolucionaria. Desde ahí, un siglo de traiciones llena su vitrina de trofeos conseguidos con la sangre y la miseria de la clase obrera internacional.

Pero se hace necesario comprender en qué momento el PCE y todas las siglas que históricamente componen su progresiva descomposición orgánica e ideológica, y hoy se nuclean en torno a Unidas Podemos, deciden cerrar el proceso histórico iniciado en 1921 con la fundación del PCE, como una necesidad histórica de la clase obrera de los pueblos de España y se entrega definitivamente a la causa de la gestión institucional que le ofrece la “casa común” de la izquierda socialdemócrata que legítimamente representa el PSOE.

No es solo una inoportuna y desacertada decisión política de comprometerse con una experiencia de gobierno que, como veremos más adelante, resulta desastrosamente fallida para los intereses de la clase obrera y los sectores populares. Es mucho más, es su integración definitiva en la institucionalidad burguesa y su renuncia a la lucha por el poder obrero y el Socialismo.

Y la realidad como criterio último de la verdad es la que paso a paso, con cada una de las decisiones de este gobierno cosmético en el que casi nada acaba siendo lo que prometió en la campaña electoral, define con claridad a favor de qué clase social realiza su gestión de gobierno. Con un balance absolutamente desfavorable para la mayoría social trabajadora, la legislación laboral, el conjunto de derechos democráticos y servicios sociales que se habían conquistado tras décadas de dura lucha del movimiento obrero y popular enfrentando el poder burgués fueron atacados frontalmente por los sucesivos gobiernos del PP y PSOE desmontando uno a uno gran parte de esos avances, iniciando el progresivo desmantelamiento y la privatización de todo lo público, excepto los cuerpos represivos, y una desregulación constante del mercado laboral.

Sustentada esta situación en el desarrollo del pacto social y las políticas de conciliación de clase, en las que la aceptación del supuesto “mal menor” ha conducido a una pérdida de posiciones en la lucha de clases, la realidad de nuestra clase y, muy especialmente las mujeres trabajadoras y la juventud obrera, es de una creciente pobreza consecuencia de un incremento constante de la explotación. Paro, precariedad y exclusión social es la otra cara de la moneda de un mayor poder de los monopolios y la oligarquía, que expresa con absoluta claridad el carácter de clase del Estado y su subordinación a las instituciones centrales del capitalismo europeo e internacional.

Una situación agravada desde el estallido de la crisis de 2008 y que, en un proceso de respuestas complejo en el que se han sucedido diversos escenarios de movilización, una gran parte de las esperanzas de un pueblo necesitado de soluciones económicas y regeneración política se entregaron a la gestión de gobierno de la vieja y la nueva socialdemocracia.

Más de lo mismo

Con el desarrollo de unas políticas que solo tienen de izquierda la ensoñación que de ella hacen los partidos y los medios de comunicación más reaccionarios o directamente fascistas, la consecuencia inmediata del gobierno dirigido por Pedro Sánchez y Yolanda Díaz es una constante desafección de la clase obrera y los sectores populares de la política y, más concretamente, de la necesidad de intervenir colectivamente, como clase, en la atención de sus intereses y necesidades.

Todo queda relegado a la confianza en su acción de gobierno y la desmovilización por el miedo a que venga un gobierno de coalición entre el PP y Vox.

Con las evidencias de su gestión en la que no se derogan las reformas laborales de los gobiernos anteriores, se aprueba una Ley de Seguridad Nacional al servicio de la OTAN, se incrementa el gasto militar hasta el 2 %, renueva las bases militares de los EE. UU., se traiciona y condena al pueblo saharaui reconociendo la ocupación marroquí, endeuda al país con los Fondos de Recuperación de la UE que entrega directamente a la patronal y los monopolios, mantiene la Ley de Extranjería, convive con el espionaje político del programa sionista Pegasus, sigue sin modificar la represiva Ley de Seguridad Ciudadana del PP, hace una Ley de Memoria “Democrática” en la que queda pendiente la Verdad, Reparación y Justicia a las víctimas del franquismo y la Transición monárquica, sostiene la Monarquía cleptócrata de los Borbones, aplaude unánimemente y de pie en el Parlamento al títere belicista Zelensky… Las infundadas ilusiones que generó en amplios sectores del pueblo se han tornado ya desilusión.

La subjetividad de la clase obrera y los sectores populares se instala en la derrota de ver que, pese a todas las promesas, su realidad material se deteriora aceleradamente y la galopante crisis económica le golpea duramente y le impide llegar a final de mes con todas las facturas pagadas.

Esa es la realidad, por eso ahora, con datos concretos irrefutables, es el momento de expresar con absoluta claridad que este Gobierno que se sigue llamando de izquierdas y progresista no es la alternativa que necesita la mayoría social que todo lo produce.

Es necesario levantar una amplia contraofensiva que, centrada en la defensa exclusiva de los intereses de la clase trabajadora y, partiendo de su realidad material, genere dinámicas de participación de masas, cada vez más avanzadas, que enfrenten al Capital y a todos sus gestores.

La crisis general del capitalismo es la gran oportunidad que se abre en una comprensión dialéctica de los procesos sociales y la urgencia de las fuerzas revolucionarias es intervenir a la ofensiva, superando nuestros propios marcos organizativos.

El PCPE está profundamente comprometido en esta tarea en la que, sin traicionar los principios, ni traficar jamás con ellos, desarrollaremos una amplia política de alianzas sociales y políticas destinadas a levantar las estructuras del necesario Frente Obrero y Popular por el Socialismo desde el que las masas serán las verdaderas protagonistas de la Revolución Social

Julio Díaz, Secretario General del PCPE

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