Los pueblos pequeños, en las actuales condiciones imperialistas, están en una clara posición de desventaja frente a las grandes potencias para el desarrollo de sus proyectos políticos soberanos. Por ello buscan caminos para aprovechar determinados factores de su propia realidad, que les permiten obtener una posición más favorable a su desarrollo social.
En estas claves hay que interpretar la decisión, de la pequeña y sufrida Nicaragua, de concretar determinados acuerdos con China, que tienen como eje central la posibilidad de construir un nuevo canal transoceánico alternativo al de Panamá. Un canal técnicamente de mejor navegabilidad, pues parece que no necesitaría recurrir al uso de esclusas, lo cual se traduce en economía de costes y en rapidez de navegación.
Nicaragua ha normalizado su relación con China, sobre la base del principio de “una única China”, y ha anulado el reconocimiento de Taiwán que realizó Violeta Chamorro en su día.
Eso explica la sostenida y dura campaña de ataques de los medios occidentales contra Daniel Ortega, especialmente con ocasión de las últimas elecciones presidenciales, celebradas el noviembre pasado.
Obviamente Nicaragua tiene que negociar con China las condiciones de la ejecución de ese canal, al que también se puede objetar su impacto medioambiental, pero en el actual escenario de violencia internacional no es posible criticar que un país busque la forma de defender sus intereses y su propia soberanía, decidiendo sus propias prioridades.
C. Suárez