El presidente de Argelia, Abdelmayid Tebún, confirmó a través de un comunicado la rescisión del contrato con Marruecos que permitía el transporte de gas hacia España mediante el gasoducto Magreb-Europa (GME). Esta tubería, inaugurada hace 25 años, une Argelia con la Península Ibérica y tiene 1.400 kilómetros de longitud, de los cuales 540 kilómetros atraviesan territorio marroquí. El año pasado llegaron a España a través de ella 6.000 millones de metros cúbicos de gas. Para suplir esa cantidad, Argelia planea aumentar la capacidad de gas del gasoducto Medgaz que viene suministrando a España 8.000 millones de metros cúbicos y une directamente Argelia con Almería.

Argelia y Marruecos mantienen una relación difícil desde que lograron su independencia. El conflicto de fondo siempre ha sido el Sáhara Occidental. Argelia es el principal aliado del Frente Polisario que decretó la ruptura del alto el fuego con Marruecos en noviembre de 2020. El alto el fuego se había firmado ante la ONU en 1991. Pero el Frente Polisario sostiene que la ONU está siendo cómplice de la “política de hechos consumados” de Rabat respecto al Sáhara Occidental, lo cual se evidencia por el torpedeo sistemático a cualquier referéndum serio de autodeterminación (Marruecos pretende que cientos de miles de marroquíes figuren en el censo para el referéndum y a la detención sistemática de todo activista saharaui que intente oponerse a los dictados marroquíes.

El contrato con Argelia y España le permitía a Marruecos cobrar entre 50 y 200 millones de euros anuales como “derechos de paso” y alimentar dos centrales eléctricas de ciclo combinado: la de Tahaddart (en la región de Tánger) y la de Ain Beni Mathar (en Uchda, en el este del país). Ambas cubren en torno al 10% de la producción marroquí de electricidad y están gestionadas por las firmas españolas Endesa (tiene el 20% de Tahaddart) y Abengoa, respectivamente.

De la misma forma en que otros socios europeos, como Alemania, dependen del gas proveniente de la compañía rusa Gazprom —que suministra la tercera parte del gas que requiere Europa—, España importa de Argelia casi la mitad de lo que consume cada año. España no solo necesita el gas para la industria y las calefacciones. Cerca de la tercera parte de la electricidad generada depende de las centrales de ciclo combinado, una tecnología que se alimenta de gas. Estas instalaciones son, además, clave como respaldo de las energías renovables: cuando no hay sol ni viento, el suministro eléctrico depende en gran medida de la quema de gas natural y de la nuclear, cuya aportación es siempre estable.

La crisis diplomática que atraviesan España y Marruecos se desencadenó el 10 de diciembre de 2020, cuando el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, decretó el reconocimiento de su soberanía sobre el Sáhara Occidental. Ese mismo día, Rabat postergó sin proporcionar una fecha alternativa la cumbre bilateral que estaba previsto celebrar en Rabat a la semana siguiente. Marruecos reclamó de sus socios europeos posturas más audaces respecto al Sáhara Occidental. En abril de 2021, España acogió en un hospital de Logroño al presidente de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), Brahim Gali. Al mes siguiente, el Estado marroquí fomentó la entrada en Ceuta en apenas dos días de 10.000 emigrantes irregulares. Asombrosamente esto no solo hizo que el “gobierno más progresista de la historia” no se replantease el apoyo español a Marruecos sino que se extendieron las señales para un nuevo acercamiento con Rabat. Así Felipe VI, el pasado 17 de enero, intervino públicamente en el conflicto entre Marruecos y España cuando instó a Marruecos a “empezar a materializar ya” una nueva relación con España, “sobre pilares más fuertes y sólidos”. Y el ministro de Exteriores, José Manuel Albares en una entrevista concedida al diario Público ensalzó la resolución 2602 que emitió en octubre el Consejo de Seguridad de la ONU, rechazada por Argelia y el Frente Polisario, mientras Marruecos la acogió con entusiasmo. En el texto de la resolución se toma nota de la propuesta marroquí presentada ante la ONU el 11 de abril de 2007, donde Rabat habló por primera vez de una propuesta de autonomía para el Sáhara Occidental. El documento suscrito por el Consejo acoge “con beneplácito los esfuerzos serios y creíbles de Marruecos por hacer avanzar el proceso hacia una solución”. Y por supuesto del referéndum de autodeterminación ni hablar. Hemos pasado de ensalzar -cuando no se pisaban moquetas ministeriales- la digna lucha por la libertad del “hermano pueblo saharaui” a apoyar sin fisuras al “aliado” marroquí (como Groucho Marx: “estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”).

Y llegamos al gas: La ministra marroquí de Transición Ecológica, Leila Benali, ha informado a la agencia Bloomberg que su país está intentando importar gas natural licuado (GNL) para hacerlo llegar, ya en estado gaseoso, a través del tubo que conecta ambos países. La ministra declaró que Marruecos ha solicitado a España ayuda para garantizar su “seguridad energética” y España ha respondido positivamente a la solicitud. “Marruecos podrá adquirir el gas natural licuado en los mercados internacionales, descargar en una planta de regasificación en España y utilizar el gasoducto del Magreb para enviarlo a su territorio”, ha explicado Benali. Argelia hizo saber al Gobierno español que el gas que envía a España —por tubo, a través del Medgaz, más moderno y que conecta directamente ambos países— no debe ser revertido hacia Marruecos. Esa exigencia sería salvada si Rabat compra el combustible en los mercados extranjeros. España se encargará de la recepción de los buques, la regasificación y el trasiego a través del gasoducto. Fuentes del Ministerio de Transición Ecológica español señalan que “con total transparencia, Marruecos podrá adquirir GNL en los mercados internacionales, desembarcarlo en alguna planta de regasificación peninsular y utilizar el gasoducto del Magreb para que llegue a su territorio”.

Y en vez de aprovechar para presionar a Marruecos, a los saharuis que los zurzan.

Marcos