La imagen aparece estos días en varias ciudades españolas: Granada, Valencia, Córdoba, Murcia, Madrid, Vigo… Así hasta sumar 33, que desde luego no son pocas, y un total de 250 espacios publicitarios. Se trata, como vemos, de una propaganda antiabortista que defiende el acto de atentar contra las mujeres que acuden a interrumpir voluntariamente su embarazo a una clínica, acosándolas y tratando de impedirles llevar a cabo la intervención. Si tan solo se quedaran en una esquina rezando, pasarían por locos y nadie les haría caso, pero no son locos, se trata de personas muy poderosas, con muchos medios y dispuestas a ejercer la violencia en reacción a cualquier atisbo de reforma progresista.

¿Y quiénes son? Buscamos la dirección web a la que nos remite el cartel y encontramos, indagando un poco en la página, un enlace a un vídeo-presentación, subido a YouTube, sin embargo, desde la cuenta de ACdP (Asociación Católica de Propagandistas). Vemos entonces que “Cancelados” es una campaña de esta asociación, que utiliza términos y discursos típicos del reaccionarismo de las redes sociales, y sobre los que basa su discurso Vox: “ofendiditos”, “cultura de la cancelación”, “espíritus libres”, “gente normal”, “sentido común”, etc. De hecho, el vídeo al que nos referimos, está hecho por el mismo realizador que utilizó Vox en sus primeras campañas (no hemos podido comprobar su autoría, pero es exactamente el mismo formato).

Después de haber indagado un poco (y de saber que esta campaña antiabortista no será la última “gamberrada”, como las llaman, porque así lo anuncian), vamos directamente a la página de la ACdP. Algunos de sus miembros directivos lo son también de la organización educativa CEU (controlado por la secta ultracatólica y reaccionaria del Opus Dei), que cuenta con 25 centros de enseñanza por toda España y de todos los niveles, y es que CEU está ligada directamente a la ACdP, pues forma parte de sus denominadas “obras”. Pero sobre todo, todos y cada uno de ellos está ligado al ámbito académico, ocupando cargos relevantes en universidades y en el mundo científico. Por ejemplo, el presidente, Alfonso Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera, ha sido director del Área de Historia de los Cursos de Verano de la Universidad Complutense de Madrid y es académico de la Real Academia de la Historia, la Academia Portuguesa da História y la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, también lo es “Aportes”, revista de Historia Contemporánea.

 

No es una cuestión de pensamiento o ideologías; las personas que se esconden detrás de estas campañas no suponen una corriente minoritaria a la que no haya que prestar atención, sino que son los herederos del franquismo y de las clases dominantes que a lo largo de la historia han ejercido su poder en España, ligados sobre todo al clero y a la nobleza, dos estamentos que seguimos arrastrando desde el Antiguo Régimen y que por la idiosincrasia del Estado español aún no han sido superados. Son estas personas las que pusieron todos los impedimentos posibles para que en España no se aprobase una Ley del Aborto, y las que intentaron tirarla abajo de la mano de brazos políticos como el de Gallardón. Juan G. Bedoya escribió en 2011 en El País:

En casi todos los Gabinetes ministeriales ha habido en el último siglo cuatro o cinco ministros de la ACdP, fuese con Romanones, con el general Primo de Rivera, en la II República, con el caudillo Franco o con Adolfo Suárez y José María Aznar. Los nombres saltan a la vista: desde José María Gil Robles hasta Alberto Martín-Artajo y Joaquín Ruiz-Giménez; de Federico Silva Muñoz y Fernando Castiella a Marcelino Oreja o Alfonso Osorio. Este último fue un poderoso vicepresidente del Gobierno con Suárez y lideró el sector democristiano mejor colocado para la formación de un partido propio.

Enfrentándonos a toda esta información, debemos poner el foco en los espacios en que están situados los autores de estas campañas antiabortistas y de otros intentos, mejor o peor organizados, más o menos violentos, para impedir cualquier avance en materia de derechos para la clase obrera, para la mujer o para las personas LGBTI.

Algo que a veces pasamos por alto es el hecho de que toda institución integrada en el sistema capitalista está impregnada de él y encajada a la perfección en su mecanismo. De este modo, la Universidad mantiene todavía hoy no solo una democracia interna rígida, jerárquica y poco participativa, sino cátedras cuyas teorías, métodos, fuentes y objetivos están atravesadas por la ideología dominante, y al frente de todas estas investigaciones se encuentra una poderosa élite posnacional catolicista que deja su huella en la medicina, en la historia, en la economía, en la teoría del arte, etc.

Pasamos por alto esto y en ocasiones aceptamos un determinado discurso científico porque no lo hemos analizado contextualmente. Son minoría los investigadores que en las Ciencias Sociales y en las Humanidades aplican un análisis materialista para sus trabajos, y el resto se dedican a tratar de pisar cualquier insinuación de que en un producto cultural o hecho histórico han intervenido una superestructura social y una estructura económica. Nos podemos también ir al ejemplo de la Medicina y su antigua defensa de la homosexualidad como enfermedad. ¿Eran los seres humanos de hace cincuenta años menos inteligentes que los actuales? No −por desgracia la especie no evoluciona así de rápido−, simplemente fueron conclusiones que respondieron a una ideología que puso desde el minuto 0 unas determinadas premisas.

Estas posiciones de poder en la academia y en la cultura son estratégicas para perpetuar una ideología, y es por ello que en la tarea de construir el socialismo es fundamental quebrar toda esta cadena y reconstruir de nuevo cada una de las instituciones que se encargan de sostener las distintas piezas que conforman esta sociedad, empezando por la Universidad.

María Sánchez-Saorín

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