Pongamos en la agenda de todas nuestras luchas la disputa por el sentido. Hay que profundizar, en el debate de las bases con sus medios y sus modos, la agenda de la guerra comunicacional (monopólica y global) pero hay que desarrollar métodos de profundización y argumentación despegados de la lógica y la pedagogía hegemónicas infiltradas en lo que entendemos por comunicación y por guerra. Ni se trata de la comunicación en su uso burgués genérico (casi platónico), ni se trata de una guerra convencional. Aquí comienzan los desafíos.

En más de un sentido las primeras escaramuzas de una guerrilla semiótica deben ocurrir en nuestras propias cabezas. Es necesario extirpar los dispositivos ideológicos burgueses que nos obligan a pensar la comunicación como le conviene al enemigo. Extirpar las matrices ideológicas del escepticismo bobo –y del individualismo Superman– del que nadie está a salvo (con las debidas excepciones) cuando una inmensa mayoría, hemos vivido expuestos, durante las 24 horas del día y por décadas, a las irradiaciones del Chernóbil ideológico burgués en los mass media.

Saquemos de la cabeza cualquier petulancia que nos conduzca a creer que nos las sabemos todas y que somos expertos del sentido común en manejo de medios. Eso ha producido confusiones, caos y pérdida de tiempo a raudales bajo el supuesto de que hay genios naturales para la manipulación de las masas. La fórmula del carisma del uno frente a las multitudes. Ideológica mesiánica.

No se imite ni su lógica ni su estética. No se suponga que copiando sus artificios conseguiremos los éxitos que ellos hubieren alcanzado. La clave no está en copiarlos sino en combatirlos, derrotándolos desde el corazón mismo de sus contradicciones semánticas, sintácticas y pragmáticas y con los pies plantados en el alma de la lucha de clases y de las batallas concretas donde se manifiesta más agudizada. Ellos nos atacan con seducciones de todo género, nos atacan con misiles argumentales disfrazados de slogan, nos atacan con repertorios enormes de tentaciones y lujos bajo el manto de una estética ideologizada en torno a las mercancías y a la acumulación de riquezas a cualquier costo. Su arsenal tecnológico e ideológico ha creado las semiósferas de su consumo y, al mismo tiempo que nos atacan seduciéndonos, fortalecen sus arsenales y sus campos de sentido, que no son otra cosa que campos de concentración atiborrados de conciencias secuestradas.

Nuestras bases sociales necesitan metodología para la autocrítica. Urge un balance hondo y resolutivo sobre las consecuencias de la violencia mediática padecida por nuestros pueblos. El mapa, o la tomografía del desastre, producido en las subjetividades todas. Nos urge un trabajo minucioso para evaluar y sistematizar las claves de nuestras grandes victorias semióticas, desde la Revolución de Octubre hasta nuestros días. Eso debería ser una nueva Carta universal para la emancipación mediática y cultural de nuestros pueblos, pero se necesita organización y coordinación decididas a cerrar el paso al arsenal imperial que se renueva sistemáticamente en ubicuidad y velocidad de ataque. Necesitamos tácticas y estrategias para responder, en tiempo real, a las ofensivas, pero con nuestras herramientas teórico-prácticas para la planificación simbólica revolucionaria.

Si solo desarrollamos lamentos (incluso científicamente apuntalados) estamos produciendo únicamente informes sobre nuestras bajas, pérdidas y retrocesos que el enemigo de clase valora mucho. Les hacemos el trabajo de explicarles cómo nos dañan. Nos urge un ¿qué hacer? en clave de respuestas concretas para el corto, el mediano y el largo plazo. Necesitamos el concurso inter, multi y transdisciplinario de todos los expertos comprometidos con la emancipación y contra el capitalismo. Talentos especializados en la lucha contra la manipulación simbólica y fuerzas creadoras en las ciencias y en las artes.

Hay que lograr que toda acción golpista, desestabilizadora, desmoralizante y tergiversadora (de base económica, militar y financiera) pagada por la CIA, y su red planetaria de cómplices, se revierta inmediatamente y retorne a ellos como un bumerán que les estalle en el rostro. Necesitamos vacunas contra los virus ideológicos burgueses, y necesitamos un método de producción simbólica que avance sobre el territorio del pensamiento crítico, emancipador, antimperialista y anticapitalista. «Combatiendo al Capital», como pide el himno peronista, por ejemplo, y como lo reclama la historia toda de la Patria Grande. No hay tiempo que perder. El arte de la guerra mediática debe ser resemantizado, reescrito y consolidado como un instrumento nuevo y central para la democratización de la información y de la comunicación. O seguiremos corriendo peligros y pagando consecuencias costosísimas y absolutamente injustas.


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