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A lo largo de nuestra historia muchos cronistas se hicieron eco de la manera en que nuestros antepasados saltaban a través de los profundos barrancos de nuestras islas. Para ello los cabreros canarios usaban una lanza, también llamada astia o garrote, cuyo tamaño dependía del terreno; otro factor determinante del tamaño de la lanza era el peso de la persona que lo iba a utilizar.

Este sistema se utilizaba en todas las islas y el pastor o cabrero portaba siempre su lanza. Para ellos no existía impedimento alguno a la hora de sortear risco y saltar obstáculos en su tarea de apacentar sus rebaños de cabras por las cumbres y barrancos.

 Se han encontrado en yacimientos arqueológicos varas largas pulimentadas y con un cuerno enderezado al fuego y engastado como punta, que se supone que eran para desplazarse con esta técnica. Además, los primeros cronistas de la conquista hablan con asombro de la facilidad de desplazamiento de los aborígenes a través de difíciles riscos y barrancos ayudándose de largas varas.

Estas lanzas se fabricaban con una larga vara de pino, joven y flexible, que se despojaba de cualquier elemento para convertirla en una fina y pulida lanza que se deslizara con suavidad por las habilidosas manos de su dueño. Al final de uno de los extremos se protegía con el regatón, un zapato de hierro en punta de lanza para clavar su salto allí donde el pastor decidía descender.

Las modalidades del salto, por otra parte, eran varias. Entre las más utilizadas se encontraba el salto a pies juntos y el regatón muerto. Y dado que las lanzas podían llegar a medir tres metros, se podían dar unos saltos espectaculares.

¿Cómo surgió esta técnica peculiar y por qué? Lo lógico es suponer que, cuando dos mil años antes de Cristo, ciertas tribus bereberes de las montañas del Atlas norteafricano llegaron a Canarias, tuvieron que adaptar su tradicional ocupación, la ganadería de cabras, al nuevo territorio. El terreno volcánico en general, y el canario en particular, es poco sólido, quebradizo, difícil de caminar cuando el desnivel es fuerte porque las técnicas de trepa, usando manos y pies, no se adaptan bien. Con rebaños de cabras, que son muy propensas a meterse en los riscos y acantilados más difíciles, la vida del pastor recién llegado era complicada. Por tanto, tuvo que adaptarse. Todos los pastores del mundo han usado tradicionalmente diferentes tipos de bastones para ayudarse en sus caminatas por el monte, y es de suponer que el salto del pastor surgió introduciendo progresivamente cambios en estos bastones. Y estos cambios, tremendamente sencillos y a la vez geniales, fueron los siguientes:

Primero, el bastón fue pulido para lograr que las manos se deslizaran a través de él. Ya el palo no se agarraba en un punto que servía de empuñadura, sino que la mano se deslizaba arriba y abajo del palo durante el desplazamiento del cuerpo al andar, manteniendo los brazos y manos siempre en la misma posición corporal, pudiendo así hacer más presión y logrando mantener el centro de gravedad corporal más bajo (lo cual incrementa la estabilidad).

Segundo, el palo adoptaba un grosor de menos a más, de arriba hacia abajo, lo cual facilitaba la frenada al deslizar la mano.

Tercero, el centro de gravedad del cuerpo pasaba de apoyarse sobre las piernas del caminante, a sustentarse sobre el palo. Es decir, ya el pastor no camina sobre sus pies y se ayuda de un palo, sino que camina con el palo y se ayuda de los pies. Este cambio fue fundamental, pues supone descansar muchísimo el esfuerzo de las piernas, especialmente en los descensos muy pronunciados. Para lograr este cambio de posición del centro de gravedad corporal fue necesario adoptar una postura hacia adelante apoyado sobre la vara, y sujetarla con ambas manos, con las palmas hacia arriba y bien pegada al cuerpo, con el fin de optimizar el rendimiento de esta técnica e impedir caídas peligrosas.

Es de suponer que lo primero que lograron crear los antiguos pastores canarios fue la llamada actualmente «lanza o astia corta». Es decir, la vara pulimentada que fluctúa desde la estatura del que la usa hasta los dos metros y pico de larga. Se usa para caminar a través de senderos de fuerte desnivel, o peligrosos por tener terreno resbaladizo o por ser muy estrechos.

Posteriormente, ante la necesidad de desplazarse también por terrenos mucho más peligrosos y a campo través, usando la misma técnica, se alargó progresivamente la longitud de esta herramienta, pasándose a la lanza o astia media (2,50 - 3,50 metros) para laderas y barrancos de fuerte desnivel. Con ella se lograba no solo caminar, sino también «saltar», apoyando su punta en un lugar seguro, brincando al aire y deslizándose por ella. Se ganaba en rapidez y se accedía a lugares más difíciles con menos esfuerzo y peligro.

Por último, y para paredes de mucha verticalidad, se incrementó todavía más la longitud de la lanza (3,50 - 4 metros), adoptándose la técnica de «regatón muerto»: salto al vacío para pasar de un pequeño saliente a otro, frenando la caída mediante el ya mencionado deslizamiento a través del palo.

Aún hoy algunos cabreros las usan todavía pero, al igual que otras tradiciones de la cultura canaria, se han llevado al campo de los juegos deportivos para conservarlos en la actualidad y que no se pierdan para el futuro.

A fines de los años 80 cuando comenzaron a formarse pequeños grupos de amantes de la montaña en Canarias que querían lograr la pervivencia de esta técnica de los pastores. Ya en esos tiempos estaba casi en trance de desaparición. Unas décadas antes, en los años 50, habían comenzado a ser expulsados de los montes los pastores de cabras, por la creación de los primeros Parques Nacionales en Canarias (La Caldera, Teide, Garajonay, etc.), y los ganados se iban estabulando en corrales y granjas. Si el pastor ya no estaba en el monte, abandonada su herramienta, la lanza o astia. A principios de los 90 se crean los primeros clubs de salto, y luego se pasa a formar una federación que fue reconocida como deporte autóctono por el Gobierno de Canarias.

Aunque el salto del pastor existía en todas las islas, especialmente en las más montañosas, había ligeras diferencias en las técnicas de salto, en la forma de construir la lanza o astia, etc. Fue una larga labor de investigación, de entrevistar viejos pastores para conocer sus técnicas, sus vías y rutas en el monte, etc. Hoy hay casi trescientos practicantes asiduos con carnet federado, y posiblemente más de mil que lo usan esporádicamente, con presencia en todas las islas.

Marcos

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