Nwanyeruwa, fue una de las lideresas de La Lucha de las mujeres igbo, uno de los pasajes importantes de la lucha anticolonial en África.
Tras una discusión con un encargado del censo que le ordenó que “contara sus cabras, sus ovejas y su gente”, comprendió que serían gravados con impuestos (tradicionalmente, las mujeres no los pagaban). Discutió la situación con otras mujeres; empezaron las protestas, que llevaron al estallido a Ogu Ndem. Comienza en Nigeria en noviembre de 1929, cuando miles de mujeres de la etnia igbo viajaron a Oloko para protestar contra los jefes de garantía, autoridades locales seleccionadas por los colonos encargadas de hacer cumplir las disposiciones de la metrópoli, a quienes acusaban de restringir el papel y participación de la mujer en el gobierno.
Se convoca una asamblea y se organiza una protesta para el 2 de diciembre, además de impedir la imposición de la tasa tienen muchas otras razones. Desde la llegada de los colonos, las mujeres habían perdido mucho poder. En la sociedad tradicional disfrutaban de posiciones de autoridad en la organización política, social y religiosa de la aldea y el linaje se transmitía por vía materna. Se consideraba que tenían más capacidades de empatía y cuidado de lo colectivo, eran las encargadas de la resolución de los conflictos. La imposición del patriarcado limitaba también muchos de los mecanismos culturales que poseían las mujeres para apoyarse y defenderse.
La mañana del 2 de diciembre más de diez mil mujeres de toda la provincia se manifiestan frente a la oficina del Jefe de Garantía de la ciudad, que se niega a hablar con ellas. Pasan las horas pero no están dispuestas a marcharse. Las igbo comienzan a cantar y bailar de forma ridícula, riéndose de los hombres que ocupan los puestos creados por los colonos. Este era un mecanismo cultural con el que contaban para apoyarse entre ellas, se conocía como “sentarse encima de un hombre”. Esta práctica consistía básicamente en el señalamiento y la ridiculización de los que crearan problemas.
La protesta gana en intensidad y se extiende a más regiones del sur de Nigeria, las autoridades coloniales ante las peticiones de los Jefes de Garantía envían tropas a las áreas afectadas. Es una provocación, una declaración de guerra. Las mujeres comienzan a cortar carreteras para paralizar el tráfico. En uno de esos bloqueos, un militar británico atropella a varias mujeres, matando a dos de ellas. Los hechos se sucederán durante cuatro semanas, en una de las mayores protestas llegan a participar más de veinticinco mil mujeres, la policía dispara y asesina a cincuenta de ellas y otras 50 son arrestadas. Después incendian aldeas enteras como forma de castigo colectivo.
Las mujeres no cejan en su lucha y consiguieron un éxito notable: provocaron que los británicos renunciaran a sus planes fiscales iniciales y forzaron la renuncia de muchos agentes de la autoridad que habían abusado de su poder. En algunas áreas, las mujeres reemplazaron a los jefes de garantías y pudieron ocupar asiento en las cortes locales.
Existieron otros movimientos y luchas de mujeres, en Ngwaland, protestas de 1938 por la subida de impuestos, en Oil Mill en Owerri y Calabar en la década de los 40 y la revuelta de los impuestos de Aba y Onitsha.
La Guerra de las Mujeres forma parte de esa historia no contada, invisible al estar protagonizada por mujeres, mujeres campesinas negras que no han entrado en los libros de Historia, aún siendo la mayor insurrección a la que tuvo que enfrentarse el gobierno colonial británico durante la ocupación de Nigeria y considerada como la semilla de su lucha por la independencia.
Isabel Talavera.