¿De qué “democracia plena” hablan estos tartufos del capitalismo, estos petulantes politicastros (conservadores, progres, fachas y tutti quanti) de la corrupta sociedad burguesa? ¿De la democracia que engendra y permite que una ínfima minoría, el 1% de los ricos del mundo, acumule el 82% de la riqueza global? ¿De la que explota incansablemente a los/as trabajadores/as para mantener su sacrosanta tasa de ganancia? ¿O es de la democracia  que en España condena al paro al 40% de los/as jóvenes al tiempo que sacrifica a decenas de miles de personas en la actual pandemia para preservar la economía de mercado? Vaya usted a saber. De este país con nazis y franquistas, por las calles como si nada, y con políticos y raperos en chirona por querer votar y denunciar injusticias, se puede esperar todo. Incluso, si encarta, cargarse el espejismo democrático en el que vivimos para proteger mejor los intereses del capital. Por eso en el sistema capitalista, basado en la desigualdad económica producto de la venerada propiedad privada de los medios de producción, no puede haber democracia plena, es decir, equidad social. Todo depende de esa taxativa contradicción. Por tanto, “la democracia”, noción que supone e implica el poder de la mayoría, resulta en el capitalismo pura ilusión. Como también son formales actualmente muchos de los derechos conseguidos revolucionariamente desde la Revolución francesa (1789-1794) hasta nuestros días:

derecho para todos/as a la vivienda, al trabajo, a la educación, a la sanidad, a una jubilación digna, a los de la infancia, etc. Pura ciencia ficción. En fin, seguramente lo que quieren decir estos filibusteros de la plutocracia con eso de “democracia plena” es que, como afirma astutamente Giuseppe di Lampedusa en El Gatopardo, cada equis años podemos “cambiar todo para que nada cambie”. Y pare usted de contar. Pero claro, eso no es democracia, ni plena ni a medio llenar. Eso es pitorrearse del personal para disfrute del capital.

“Democracia integral”

Evidentemente para nosotros/as: los/as de la hoz y el martillo, la democracia es otra cosa muy  distinta. Para nosotros/as realizar integralmente una democracia  auténtica y consecuente conlleva eliminar la desigualdad de los seres humanos en sus relaciones económicas. Lo que contradice cada vez más la esencia del capitalismo. Y es aquí, idólatras de la economía de mercado, donde aparecen los lazos que unen democracia y socialismo. Es decir, la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción y la implantación de la justicia social también en el terreno económico. Lo que Lenin llamó en su día “democracia integral”. A saber, el fin de los derechos irrisorios y de la explotación capitalista y el comienzo del desarrollo de la democracia socialista de los/as currantes/as. Lo que los/as explotadores/as de todo pelaje travisten de tiranía y falta de libertades al no poder seguir sangrando a los/as provechosos/as explotados/as. Así de claro y meridiano. Una sociedad socialista en fin que orienta la producción social a favor de los verdaderos creadores de riqueza: la clase obrera, y no en beneficio de los/as parásitos/as capitalistas. Después, una vez conseguido ese requisito esencial e indispensable, la democracia de los/as oprimidos/as convertidos en clase dominante, o democracia socialista, se pone en marcha imparablemente. Y entonces aquella divisa revolucionaria: “Liberté, Égalité et Fraternité”, lanzada por Robespierre en 1790 contra la aristocracia francesa, y recogida al precio de mucha sangre, sudor y lágrimas en la Comuna de París, en 1871 o en la Segunda República española (1931-1939) e inhibida en el capitalismo, adquiere todo su brío y pleno contenido en el seno de esa democracia plenamente socialista, es decir en el socialismo, la única alternativa real y posible a la criminal dictadura del capital.

José L. Quirante

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