No cabe duda: si perteneces a la clase burguesa, a la oligarquía, a la familia real, si tienes a niñas y niños trabajando en Bangladesh a euro el mes, delinque lo que quieras, sale barato. Ahora bien, como seas una pringada o un pringado trabajador, no robes ni una gallina que acabas con años de prisión a tus espaldas.

Y es que, tampoco cabe duda, la justicia burguesa castiga al pobre y exime a cualquiera que tenga un buen puñado de euros en el banco. Y ni decir si se te ocurre criticar y denunciar a este sistema opresor o a cualquiera de sus esbirros, ahí sí que lo pagarás caro.

Hace unos días saltaba la noticia de que, Pablo Hasél, tenía que entrar en prisión. Segunda condena por delitos de injuria contra la Corona y enaltecimiento de terrorismo. Segunda condena por expresar una opinión y por denunciar públicamente la realidad, que la familia real es un parásito que nos sigue chupando la sangre sin disimulo ninguno, ¿para qué disimular? Y es así, el simpático rey emérito, que se ve que no cobra lo suficiente de nuestras arcas públicas, roba, recibe dinero de jeques asesinos, traspasa capitales a sus anchas, y lo paga teniendo que huir a alguna playa paradisíaca. Por el contrario, un rapero plasma en sus canciones la cruda realidad, y se le condena reiteradamente a años de prisión.

Y por desgracia, el ejemplo de Hasél no es el único. Valtònyc, condenado a tres años de prisión por delitos de enaltecimiento de terrorismo e injurias contra el rey Juan Carlos. La Insurgencia, colectivo de raperos condenado a dos años y un día de prisión, mismo delito. Los titiriteros de Madrid detenidos y enviados a prisión provisional sin fianza por un guion, mismo delito. Cassandra, tuitera condenada a un año de prisión y siete de inhabilitación por bromear sobre la muerte del patriota Carrero Blanco, finalmente la sentencia se anuló por el Tribunal Supremo. La Operación Araña, 76 tuiteros detenidos por enaltecimiento del terrorismo. La revista El Jueves, a juicio por un artículo que bromeaba sobre las fuerzas represivas del Estado, al igual que Evaristo, Toni Albà, Eduard Biosca, Hèctor López Bofill, etcétera. Todas ellas, todos ellos, condenados por expresar una opinión sobre este sistema que no puede permitir que se aireen sus muchas vergüenzas.

Queda claro entonces que la libertad de expresión sí existe, pero existe para quienes legislan y gobiernan, para quienes manejan el capital a sus anchas y desde luego, no existe para el pueblo trabajador. Y no puede existir en un sistema en el que tanto las leyes, como su poder judicial, son títeres de quienes todo lo tienen y nada trabajan. Si hasta Pedro Sánchez lo dice: “¿de quién depende la fiscalía?” Pues está claro, de la burguesía y la oligarquía.  De esa clase “dominante” y parasitaria que necesita de la represión para controlar y oprimir. Que necesita que expresar libremente tus opiniones, siempre que sean contrarias a las suyas, te mande a chirona o te haga pagar multas desorbitadas que tu bolsillo proletario no puede pagar. Y decimos que siempre que sean contrarias, porque si pides el asesinato de 26 millones de rojos o enalteces el terrorismo franquista, te dan una medalla y te ponen una paguita.

Y a todo esto ¿cambiarán el Código Penal? ¿Despenalizarán la libre expresión como han anunciado los medios de desinformación a bombo y platillo? ¿O será solo mera propaganda para callar bocas y que pase el temporal? Si tuviese que apostar, la última opción podría ser una apuesta segura. Lo que sí que es cierto es que Hasél ha entrado en prisión, al igual que otras tantas y tantos por decir lo que piensan,  por salir a la calle a luchar o por defender simplemente lo que nos pertenece como clase.

Alba AK

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