Este 8 de marzo se plantea en medio de la polémica interesada sobre manifestaciones sí o no, cuando realmente lo que debería estar en el debate, en la agenda política es la grave situación sanitaria, económica y social en la que están viviendo millones de mujeres en el mundo, denunciar que las trabajadoras llevamos bastante tiempo en una situación de precariedad laboral, encadenando contratos temporales, bajos salarios, pensiones que no alcanzan para sobrevivir, altas tasas de paro y un largo etcétera de condiciones laborales de sobreexplotación.

Las mujeres se encuentran en la primera línea de la crisis de la Covid-19, muchos sectores declarados esenciales están altamente feminizados por lo que las mujeres se han revelado como fundamentales en esta grave crisis, que ha puesto de relieve tanto la importancia fundamental de las contribuciones de las mujeres como las cargas desproporcionadas de trabajo reproductivo gratuito que soportan.

Del 9,9% de la población española que se ha contagiado con SARS-CoV-2 en 2020, destacan colectivos con mayor seroprevalencia: personal sanitario (16,8%) y cuidadoras de personas dependientes a domicilio (16,3%), tareas de limpieza (13,9%) y trabajo en residencias y personas de nacionalidad no española (13,1%).

La EPA muestra que hay más mujeres desempleadas que hombres, diez puntos más, 2,5 millones. Datos del SEPE muestran que las trabajadoras son un 15% más que los hombres en las listas del paro (2020). Los datos de ERTES también indican que a lo largo de la pandemia superamos entre un 1% y un 3,5% a las masculinas, aun cuando en las plantillas hay cuatro veces más hombres (fuente Mº de Inclusión).

La brecha salarial impuesta durante nuestra etapa laboral, se duplica a la hora de cobrar una pensión, la mayoría de ellas se encuentran por debajo o rozando el umbral de la pobreza, no alcanzando el SMI. Es imprescindible para superarlo acabar con las reformas laborales que permiten la contratación precaria, que el trabajo de reproducción y cuidados computen a la hora de percibir las pensiones de jubilación e ineludible la abolición de La Ley de Extranjería, que potencia la esclavitud y la economía sumergida. La pobreza severa según algunas estimaciones ha aumentado en el reino borbónico en casi 800.000 personas y puede alcanzar a 5, 1 millones por la covid-19, muchas de ellas tienen nombre de mujer.

Que no nos vengan a vender el “empoderamiento”, porque empoderadas estamos. Lo que no estamos es recibiendo salarios que permitan vivir y satisfacer necesidades básicas, ni recibiendo subsidios ni prestaciones cuando nuestros trabajos informales y sin alta en seguridad social se fueron al garete, ni encontrando servicios sanitarios públicos que nos atiendan debidamente, ni tenemos acceso a servicios públicos que permitan soltar toda la carga de trabajo reproductivo gratuito que soportamos.

Vivimos y sabemos, por eso las mujeres trabajadoras, decimos que el 8 de marzo es un día de reivindicación y visibilización de los enormes esfuerzos que realizan mujeres y niñas en todo el mundo para erradicar todas las formas de discriminación y opresión que persisten hoy en la sociedad. A la pandemia sanitaria se une la pandemia del capitalismo, creciendo la explotación y miseria en el mundo, no importa el país capitalista que habitemos.

Decimos que 8 de marzo es un día de salir a la calle, de organizarnos y luchar contra el capitalismo y sus pandemias.

VIVA LA LUCHA DE LAS TRABAJADORAS

DERROTAR AL PATRIARCADO

ACABAR CON EL CAPITALISMO

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