¿Por qué las mujeres escribimos menos en los órganos de expresión políticos? ¿Por qué participamos menos en la vida “política”? ¿Por qué nos cuesta tomar la palabra en una reunión? ¿Por qué nos dedicamos en mayor medida al ámbito organizativo y no a la dirección política?

Es una evidencia, las mujeres participamos menos en este órgano de expresión, el Unidad y Lucha. Y no solo eso, sino que normalmente (siempre hay excepciones para todo) intervenimos menos en los debates políticos que nuestros compañeros de batallas. Y no solo eso, sino que, evidentemente, el número de mujeres que se deciden a militar, a dedicar su vida a la lucha política, es mucho menor que las de los hombres. ¿Casualidad? Seguro que no.

Y es que… para participar, para dar tu opinión, para alzar tu voz y que se escuche por encima de otras, hay que tener una seguridad, que por desgracia, a las mujeres, se nos extirpa desde bien pequeñas. Es difícil coger un bolígrafo o un ordenador, un micrófono o un megáfono y expresar tus opiniones y creencias cuando te enseñan desde el primer momento a que tu opinión no cuenta (salvo para guiar la compra en el súper o para dirigir algún, que no todos, aspecto de la crianza de las criaturas) y que vales tanto como valga tu físico y no tu forma de pensar. Efectivamente, este sistema no hace más que criar princesas inseguras y dubitativas, que han de dedicar su vida a la crianza y educación de los pequeños y mayores, así crían a seres calladitas y obedientes. Obviamente, de ahí se sale, pero siempre con alguna herida de batalla.

Y a todo esto… ¿por qué participamos menos en la vida política? ¡Pues porque no es un tema de mujeres! ¡Eso es para hombres! ¡Pero si hace menos de 100 años no podíamos ni votar! Éramos seres manipulables sin opinión propia a los que nuestros mariditos nos decían a quién votar, a quien creer, como vivir. Hoy en día, sí, podemos votar, pero seguimos alejadas en gran medida de la política y la militancia. ¿Motivos? Seguir siendo las responsables de la crianza, de la limpieza del hogar, en definitiva, de mantener a la clase trabajadora criadita y limpia, nos quita mucho tiempo, desde luego. Además, la disgregación por género de intereses, donde a las mujeres no se nos enseña a preocuparnos por ciertas cosas y se nos relega a temas de reproducción de la fuerza de trabajo, a la consecución del físico perfecto, a agradar al resto de seres, a no molestar, nos hace llegar a la conclusión de que la política y la militancia está mejor en manos masculinas.

Por supuesto, el no tener ejemplos en los que reflejarnos también es un motivo fundamental. Rara vez la historia se hace eco de las mujeres luchadoras y combativas, que no han sido pocas. ¿Qué pasaría si las mujeres creyésemos en que nuestra opinión, nuestra voz y nuestra lucha puede mover montañas? Que finalmente, con la unión, las moveríamos y por supuesto, eso no interesa.

¡Ah! Y no lo olvidemos, las mujeres somos mucho más emotivas que los hombres, nos movemos por los sentimientos y no por la racionalidad. Esa afirmación la ha encontrado esta humilde escritora en todos los artículos y tesis que ha consultado sobre la poca intervención de la mujer en la vida política. Nosotras siempre somos subjetivas, que la objetividad es cosa masculina por naturaleza ¿seguro que nunca has vivido esa situación? Las mujeres nos tenemos que dedicar a amar al prójimo y somos seres histéricos e irracionales, así que mejor dejar las cosas serias a los hombres.

Por supuesto, esta construcción social, esta superestructura, esta “psicología”, en las sociedades del capitalismo patriarcal se emplea para disciplinar a la parte femenina de la clase obrera, lo que le reporta no pocas ventajas… nos relega a un segundo plano, hace que cobremos menos, que tengamos peores pensiones, que le ayudemos gratuitamente en la reproducción y mantenimiento de la mano de obra, que no grite ni proteste, que aguante carros y carretas, no es casual.

Y después de todo esto, ¿es así? ¿Realmente nuestra opinión no cuenta? Pues si no cuenta, desde luego, debe contar y debemos hacer que cuente. Rompamos con esas ideas inducidas desde la cuna de que no valemos para esto, de que no tenemos nada interesante que escribir o aportar… y expresemos y escribamos nuestras opiniones y análisis. Porque incluso aunque no empleemos lenguaje grandilocuente, aunque pensemos que siempre va a haber alguien que diga lo que pensamos mejor que nosotras, lo cierto es que no lo hay. Porque si no nosotras ¿quién? Porque no hay una sola forma de decir y porque tú voz es necesaria.

ALBA AK.

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